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OPINION
Cuentos de Navidad
Por J. M. Pasquini Durán

Para esta Navidad, la última del milenio, cada familia decidirá sus propias evocaciones, sean religiosas o no. Una de las posibles es la que propuso el Servicio Paz y Justicia, que recordó a Dom Helder Cámara, aquel religioso brasileño y latinoamericano que supo enunciar, entre otras muchas precisiones que lo sobreviven, la diferencia entre humanitarismo y verdadero humanismo: “Si doy comida a los pobres, me llaman santo, si pregunto por qué los pobres no tienen comida, me llaman comunista”. La pregunta, hoy en día, excede cualquier calificación partidaria. ¿Por qué tantos hogares argentinos no tendrán su comida de Nochebuena, como se debe?Las respuestas a esa pregunta podrían definir al pasado, pero sobre todo deberían indicar un rumbo hacia el futuro. El nuevo presidente, Fernando de la Rúa, anunció “un nuevo camino”, distinto al de la última década, y la mayoría de los votantes decidió confiar en el augurio. Casi todos, sin embargo, se preguntan si podrá. La respuesta, cierta aunque dura, es no, en soledad no podrá lograrlo. El peso específico de los más poderosos, o sea de los más fuertes, es muy grande para un solo partido y hasta para una coalición de partidos. Algunos estrategas del nuevo gobierno están rendidos antes de iniciar la marcha o prefieren lo malo conocido, repitiendo una y otra vez las recetas de los nuevos alquimistas que prometen oro donde hay fierro oxidado. En la lista provisional de esas alquimias ya podrían figurar los proyectos de reforma laboral, más de lo mismo que antes llamaban “flexibilización”, y la calificación tributaria de “los que más tienen” que excluye a los que más tienen. Otros creen que el acuerdo de la oposición es obligatorio en todo, si uno quiere ser democrático de veras, aunque terminan embarullando consenso con unanimidad. Una democracia sin oposición, ¿qué clase de democracia sería? Habría que advertir, además, que por ahora la oposición es una caravana heterogénea y desordenada, sin jefe ni guía, en la que predominan la malicia o la astucia más que nada. La reunión de ayer de Carlos Menem con su gabinete “de las luces”, acompañado por sus últimos ministros, pudo ser un pretexto para beber copas anticipadas, pero la simulación parecía una patética historia de cantina.Así, nadie podrá encontrar el “nuevo camino” que no figura en los mapas conocidos. Un reciente episodio probó que la madre de las respuestas vive afuera de los despachos oficiales. Todo el mundo sabe que el Gobierno hizo un compromiso de honor en rescatar al PAMI, uno de los emblemas de la corrupción, la ineficiencia y, sobre todo, de la absoluta indiferencia por el dolor ajeno. Un batallón de auditores acompañó al tríptico de la intervención, representativo a su vez del criterio político con que combina sus fuerzas el nuevo Estado: una persona de la más estrecha confianza presidencial, otra de la intimidad más estricta del círculo dirigente del Frepaso y una “pata peronista”. Hizo falta, sin embargo, un modesto y anónimo ciudadano para descubrir el paradero de 96 cajas con documentación variada, alguna de la cual, tal vez, defina la investigación de los expertos y auditores. Para certificar la importancia del descubrimiento, apenas noticiado Víctor Alderete partió con rumbo desconocido.Sí: son los ciudadanos anónimos los que decidirán el rumbo del futuro. Los mismos que saben, en carne propia, de los abusos y las injusticias, y que han aprendido a costa de mucho dolor que no basta con repartir pescado, que tendrán que decidirse un día a aprender a pescar. Los falsos multiplicadores de peces los atormentan con vaticinios atroces, la mayoría destinados a paralizarlos. En el aire agitan espectros inasibles, desde el virus informático del milenio hasta la consistente propaganda fáctica sobre el final de la historia. Cada día se renuevan las amenazantes promesas del statu quo: después de esto no hay redención posible y el que perdió, perdió para siempre. Dom Helder, muerto a los 90 años de edad enagosto último, era un romántico idealista que solía conjurar las desazones y desesperanzas con palabras como éstas: “Cuando se sueña solo es apenas un sueño. Cuando soñemos juntos, es el comienzo de una realidad”. Un verdadero cuento de Navidad.

 

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