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"Hace casi dos años que no hablo de política y creo que es mejor"

Fray Antonio Puigjané está con arresto domiciliario por su condena a 20 años de prisión. Se levanta de madrugada, reza, lee y viaja en colectivo. Vive en una iglesia, los domingos da misa en Pompeya y visita a sus compañeros del MTP en Ezeiza.

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t.gif (862 bytes)  "Caseros es una jaula, una tumba. Sin luz, sin sol, sin estrellas," define fray Antonio Puigjané. "A mí, ver las estrellas me encanta. Para ver la Cruz del Sur me subía a la cama y, a través de los barrotes de la ventana de la celda, sacaba mi mano sosteniendo un espejo: trataba de reflejarlas ahí. Era una forma de ver el cielo." Desde que cumple su condena en la Iglesia de Santa María de los Angeles, en el tranquilo barrio de Coghlan, por las noches se sienta en el patio del convento. Un lugar que le deja ver la Cruz del Sur sin tantos malabarismos.

Puigjané fue condenado a 20 años de prisión, acusado de participar en el ataque al cuartel de La Tablada el 23 de enero de 1989, como integrante de la conducción del Movimiento Todos por la Patria (MTP). El ataque dejó 38 muertos, 9 fusilados y 5 desaparecidos del MTP. Once militantes están detenidos en Ezeiza (Miguel Aguirre, Claudio Rodríguez, José Moreira, Carlos Motto, Claudio Veiga, Luis Alberto Díaz, Sergio Paz, Gustavo Messuti, Isabel Fernández, Claudia Acosta y Ana María Sívori) y dos en Devoto (Roberto Felicetti y Enrique Gorriarán Merlo). Cuatro salieron en libertad condicional (Miguel Angel Faldutti, Daniel Almirón, Juan Manuel Burgos y Dora Molina).

Puigjané perdió su libertad en 1989, cuando se presentó voluntariamente ante la Justicia Federal. El fraile no sabía que pesaba sobre él una orden de detención. A pesar de declarar que desconocía por completo la idea del copamiento militar, cumplió siete años de prisión en Caseros y dos en el Penal de Ezeiza. Una vez le ofrecieron un indulto preferencial a condición de que el resto de sus compañeros permaneciera en la cárcel. No aceptó. Cuando cumplió los 70 años obtuvo el beneficio del arresto domiciliario; y desde hace un año y medio está bajo la custodia de los religiosos capuchinos.

A diferencia de cuando Puigjané estaba en la cárcel, en la actualidad no puede hacer declaraciones públicas. Es un acuerdo con las autoridades de su orden religiosa para no provocar polémicas. Rodeado de gente, un domingo de sol en Ezeiza relató: "Es gracioso, pero cuando estaba en la cárcel podía hablar y ahora no. Hace casi dos años que estoy sin hablar de política y creo que ha sido mejor, porque siempre me han dado vuelta las cosas para el lado que perjudicaba a los muchachos, para dejar peor la causa. Esas cosas prefiero que las expliquen los compañeros". Puigjané se refiere a algunas notas publicadas que repitieron los vicios que se atribuyen a un mal traductor: interpretar literalmente cuando se debe parafrasear y parafrasear cuando hay que interpretar literalmente.

El itinerario de fray Antonio es largo. Cuando, en 1972, monseñor Antonio Plaza dijo que "en Mar del Plata no hay pobres, váyanse a La Rioja", se fue expulsado para esa provincia. Haber vivido en La Rioja le valió conocer al obispo Angelelli y también que Carlos Menem dijera: "¡Pero si Antonio es mi amigo!", cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunció el maltrato a los prisioneros.

Hoy, Puigjané mantiene una rutina muy particular. Se levanta a las 3 de la mañana. Toma mate, lee y reza hasta que se hacen las 7. Después siempre celebra misa. Los jueves y viernes por la mañana lo hace públicamente en el convento de la calle Naón y los domingos en Pompeya. Hasta el Puente Alsina tiene una hora y media de viaje a bordo del 76. Para Puigjané vale la pena: la iglesia se llena de gente. En Constitución da misa a sus "hermanas prostituidas" y ayuda a las Hermanas Oblatas. También colabora en una iglesia de Flores. Esta peregrinación está autorizada por un permiso del juez que le otorga ocho horas diarias de salida. Sus fieles lo conocen de lejos por su guayabera, sus sandalias y su paso rápido y cortito.

Puigjané parece estar acostumbrado a los viajes largos. El otro recorrido es hasta Ezeiza, donde están algunos de sus "hermanos". Le dicen "el curita". Fray Antonio lleva dos kilos de asado en cada visita y ésa es una diferencia sustancial con la cárcel de Caseros: en este penal hay parrilla y un espacio al aire libre. Antonio carga con una agenda de la que sobresalen papeles por todos los costados: lleva las solicitadas y las notas periodísticas que, a veces, no llegan. Y en esa misma agenda registra minuciosamente la cantidad de días que significan once años de prisión: "3974", precisa.

Cada diciembre, los presos de La Tablada se hacen ilusiones. Parece que, sistemáticamente, a fin de año se renueva la posibilidad de los indultos a punto tal que los moviliza a empezar mudanzas que, después, quedan truncas. Como parte de una rutina, desde hace cuatro años, apenas comenzado enero el tema se olvida. Y cada vez las certezas aparentan ser más irrefutables. Puigjané solía ser uno de los primeros en enterarse y, a veces, el encargado de avisar a los demás. También le habían prometido que Menem no se iba a ir sin liberarlos. Terminó siendo una desilusión para todos.

Puigjané se enoja cuando equiparan la liberación de los integrantes del MTP con la de Mohamed Alí Seineldín: esto embarra la discusión sobre los indultos. Ellos remarcan que a Seineldín se lo relacionaba con el atentado de la AMIA y con el tráfico de armas, y que no se lo puede liberar. También saben de la flexibilidad de la prisión de Seineldín. Para todos es una paradoja difícil de entender que los únicos procesados por la Ley de Defensa de la Democracia sean ellos y que, a la vez, los genocidas de la dictadura estén libres. Estos últimos días todos esperaban la respuesta del juez por un permiso de salida para las Fiestas. Finalmente fue denegado. Hasta hace poco habían especulado que el fin del menemismo los iba ha encontrar unidos y liberados.

 

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