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GANA ALFONSO PORTILLO, DELFIN DEL EX GOLPISTA RIOS MONTT
Guatemala votó por el eterno retorno

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Con pocas mesas escrutadas y un resultado casi cantado por las encuestas, Portillo encabeza las elecciones presidenciales.


t.gif (862 bytes)  La derecha venció a la derecha. Alfonso Portillo, del Frente Republicano Guatemalteco (FRG) del ex dictador Efraín Ríos Montt, se convirtió ayer en el primer presidente electo de Guatemala desde el fin de la guerra civil en 1996. En el marco de un abstencionismo muy alto (cerca del 60 por ciento, cuando había sido menor al 50 por ciento en la primera vuelta del 7 de noviembre), y según las proyecciones de los sondeos previos, Portillo podría obtener entre el 67 y el 69 por ciento de los votos. Oscar Berger, del oficialista Partido de Avanzada Nacional (PAN), permanecería en un muy lejano segundo puesto con el 32 por ciento de los sufragios. "Mi primera tarea será informar en cadena nacional sobre la situación en que recibiré el país y las dificultades que tendré para gobernar", se atajó ayer Portillo. Ríos Montt, acusado por Rigoberta Menchú de los delitos de genocidio y terrorismo de Estado ante la Audiencia Nacional española (ver aparte), podría ser presidente de la Cámara de Diputados y varios analistas lo sindican como el verdadero mandamás del próximo gobierno.

El candidato del FRG declaró que "el gobierno deja los platos porque se lleva la comida", y agregó que "el país está al borde de un colapso, la economía está deteriorada y existen altos índices de delincuencia y pobreza". El presidente Alvaro Arzú había dicho horas antes que "nosotros vamos a entregar una Guatemala infinitamente mejor a la que encontramos, porque existen mejores caminos, escuelas y energía". Y se enorgulleció de que el próximo presidente será el primero en 30 años en heredar un país sin guerra civil. El mismo Arzú firmó los acuerdos de paz definitivos con la Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca (UNRG) en 1996.

Salvo en lo último, los números parecen dar la razón a Portillo. El 80 por ciento de la población vive bajo la línea de pobreza y el 56 por ciento económicamente activo está desempleado o subempleado. Y las secuelas de un conflicto que nació con el derrocamiento de Jacobo Arbenz en 1954 no son fáciles de borrar: 150.000 muertos y 50.000 desaparecidos. Uno de los líderes de la Comisión de Verdad y Reconciliación encargada de redactar el Nunca Más guatemalteco, el obispo Juan Gerardi, fue asesinado a palazos en 1998 y su crimen aún no fue esclarecido. Gerardi acababa de presentar ese Nunca Más, y la sospecha de que su muerte se debió a los grupos paramilitares, heredados de la guerra sucia, no fue disipada. Hace dos meses, la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala (Minugua) reveló que en 1999 las denuncias por violaciones de los derechos humanos aumentaron un 35 por ciento respecto de los dos años anteriores.

La abstención alta es un dato normal en las elecciones guatemaltecas. En la primera vuelta presidencial del 7 de noviembre, había trepado hasta el 46,25 por ciento. Pero para este ballottage el contexto era visiblemente más desfavorable. Guatemala amaneció con bajas temperaturas y fuertes vientos, a tal punto que algunas mesas del norte del país cerraron antes de las 18 horas, horario tope para el cierre. A esto hay que sumarle las resacas de los festejos navideños. Si el 7 de noviembre el ambiente estaba amenizado con música de marimbas y una gran presencia de los partidos en las calles, la tranquilidad de ayer rozó la apatía. Portillo, Berger, Arzú, Rigoberta Menchú y Ríos Montt llamaron, cada uno por su lado, a ir a votar. Por lo visto, sus palabras no surtieron un efecto a la altura del que esperaban.

 

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