A menos que haya una deidad benigna que esté resuelta a
salvarnos de las consecuencias de nuestros errores, hipótesis popular que a la luz de la
evidencia brindada por la historia parece bastante absurda, el tercer milenio --tal vez el
siglo XXI-- verá el fin de la extraña aventura de este animal bípedo que, con modestia,
se ha dado en llamarse homo sapiens sapiens. Todavía no se ha decidido si se irá en
medio de fuegos artificiales, si se envenenará, si se desnaturalizará o si se limitará
a fallecer rodeado de sus queridas máquinas, pero no cabe duda alguna de que está
preparándose para emprender el viaje hacia su morada definitiva.
Para que todo termine rápidamente, lo único necesario será que la
capacidad para eliminarlo de golpe coincida con la voluntad de hacerlo. Pues bien: los
medios --bombas nucleares y biológicas, gases varios, etc., etc.-- ya existen en
abundancia y es sólo una cuestión de tiempo antes de que lleguen a las manos de alguien
dispuesto a aprovecharlos. Puesto que en tantos países es fácil que un loco astuto se
instale en la casa de gobierno local, es poco probable que tengamos que esperar mucho.
Si por un milagro el género humano no se despide autodestruyéndose en
una jornada digna de los titanes, podrá hacerlo sin
espectacularidad transformándose en otra cosa. Gracias a los científicos, los
auténticos protagonistas del melodrama que está por culminar, pronto será capaz de
reescribir su código genético, o, luego de insertar el chip apropiado en su cabeza,
convertirse en apéndice de la Internet, esta presencia cada vez más
"inteligente" que andando el tiempo podría optar por prescindir de sus
frágiles dependientes carnales. En cierto modo sobreviviría, pero sería tan distinto de
nosotros como somos de los bichos parecidos a musarañas que, varios millones de años
atrás, procrearon lo que, algunas etapas evolutivas más tarde, se encargaría del futuro
de todos los seres vivos...
Acaso conscientes de que el fin está aproximándose, millones de
mujeres ya se han declarado en huelga. En España, la que disputa con Italia el título
correspondiente al país menos fecundo del planeta, las universitarias --ya hay
muchísimas y pronto habrá más-- dan luz a un promedio de "0,72" hijos, lo
cual hace prever que (siempre y cuando el género humano no se incinere, termine
alimentando bacteria o se trasmute en un adminículo informático antes) dentro de un
siglo o dos, el último español dirá adiós al robot que lo atienda para reunirse con
sus antepasados, seguido poco después por ejemplares longevos de las demás etnias que,
como los onas, morirán de tristeza en un mundo vuelto radicalmente ajeno.

|