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POBREZA
campo

Por Maximiliano Montenegro

Hasta ahora todas las estadísticas de pobreza se referían a las principales ciudades del país.
Un informe del Banco Mundial confirma la crítica situación social que se vive en el campo.
Más del 70 por ciento de los argentinos que habitan en áreas rurales son pobres.
Además, su pobreza es más intensa que la de los pobres de los centros urbanos.
El estudio dice que no tienen ninguna posibilidad de salir de su condición de pobres sin una política oficial específica.
Las familias pobres están compuestas por 7 u 8 personas.
Cada vez más los hijos migran a las ciudades, pero tampoco consiguen trabajo. El beneficio para la familia es que “hay una boca menos que alimentar”.

Las estadísticas del Banco Mundial publicadas en los últimos días por Página/12 sólo muestran el aumento de la pobreza en las principales ciudades del país. Sin embargo, nada dicen de lo que sucedió en las zonas rurales. El inédito y masivo paro agropecuario de la semana pasada, con cortes de rutas, manifestaciones y asambleas públicas son una señal inequívoca de que la situación social en el campo se ha vuelto crítica. Los datos reservados que manejan en el Banco Mundial lo confirman. Cash publica hoy, en exclusivo, un documento que describe el impresionante cuadro de la pobreza rural en Argentina. Más del 70 por ciento de la gente del campo vive en una pobreza más “intensa” que la de las urbes.

El estudio se titula “An Analysis of Rural Poverty in Argentina” y forma parte de la exhaustiva auditoría social de la gestión menemista que está llevando a cabo el organismo internacional, dirigida desde Washington por el funcionario Norman Hicks. “Para un país de su nivel de desarrollo, sorprendentemente poco se sabe de la pobreza rural en Argentina. Las evaluaciones de pobreza que se han publicado usualmente con los datos oficiales se refieren a los centros urbanos”, explica el informe.

La población rural en el país hoy representa algo menos del 10 por ciento de la población total. La gran mayoría de esos 3,5 millones de argentinos vive en la miseria. Y, para peor, sus posibilidades de escapar de esa situación son nulas, a menos de que reciban ayuda del Estado. Sin una política tendiente a revitalizar a las economías regionales y a levantar las barreras que los excluyen del resto de la economía nacional, jamás lo lograrán. El propio Banco Mundial lo pone en estos términos: “Como la raíz de la pobreza rural yace en la falta de combinaciones suficientes de tierra y de capital (físico, financiero y humano), las perspectivas de mejorar en su condición de pobres rurales sin ayuda externa no son favorables”.

Estas son las principales conclusiones del informe:

- “La proporción de la población pobre es el doble en las áreas rurales en relación con las urbanas”.

- A nivel de todo el país, como publicó este diario, el Banco estima que la pobreza abarca al 36 por ciento de la población urbana. Esto significa que en las áreas rurales, más del 70 por ciento de sus habitantes son pobres.

- “En las regiones del Noroeste y del Noreste, la pobreza rural es todavía mayor”, asegura el informe. Además, el 31 por ciento de la población rural del Noreste y el 38 por ciento en el Noroeste vive en la indigencia.

- En el campo los pobres son más pobres. “La intensidad de la pobreza es mayor entre los pobres rurales que entre los urbanos”, afirma. No sólo desde el punto de vista más estructural, de la calidad de los servicios públicos (educación, salud) a los que logran acceder, sino también comparando ingresos.

- La línea de pobreza rural estaría definida en 950 pesos anuales, es decir, 79 pesos mensuales por adulto, la mitad que en la ciudad. En tanto que la línea de indigencia es de apenas 600 pesos al año (50 pesos mensuales).

- “Las estadísticas sugieren que los productores agrarios son una minoría de los pobres rurales, y una alta proporción de los chacareros realizan, part time, actividades no agrarias”, en el mejor de los casos en un empleo medianamente formal como asalariado o desempeñando changas en algún pueblo cercano o en otras granjas.

- “Son típicamente familias con 7 u 8 miembros.”

- “El nivel educativo de la población rural es muy bajo: la mayoría de los jefes de familia y sus cónyuges no completaron la escuela primaria. Pero hay una mejora en la educación de sus hijos”, sostiene el estudio. Una prueba contundente de que los pobres del campo no saldrán de su condición sólo con la receta tradicional de facilitar el acceso a la educación, quesuelen proponer los organismos tradicionales, son las escasísimas oportunidades que se abren en las economías regionales, incluso para los más instruidos. Completar la escuela secundaria en las zonas rurales no es un instrumento útil ni para esquivar el altísimo desempleo ni para conseguir una mejor paga (ver aparte).

- El estudio destaca que las cooperativas o las asociaciones de chacareros en general incluyen a los de cierta posición económica, pero “los pobres tienen mucho menos acceso a estas organizaciones”. Así, la gran mayoría de los pequeños productores que hoy llevan la voz cantante de la protesta nunca fueron los “pobres” del agro, que en todo caso trabajan para ellos.
Pero buena parte de estos minifundistas hoy se está convirtiendo en “la capa superior de la pobreza rural” (ver aparte).

- Sólo una de cada cinco familias pobres en el campo acumula algún ahorro en especies, ya sea en alimentos, forraje, etc. Los ahorros en dinero reportados son aún más extraños. En promedio, estas familias apenas logran ahorrar 32 pesos al año.

- Sólo el 10 por ciento buscó créditos alguna vez, y éstos tienden a ser los más educados y en mejor situación económica. Pero “casi no acceden al sistema bancario y los programas de crédito oficiales, con sustanciales subsidios, son extremadamente limitados”, dice el informe.

- Para aquellos que no forman parte de la fuerza de trabajo en la chacra, migrar es la primera opción, antes que un improbable trabajo local como asalariado o un empleo de cuenta propia distinto del de la chacra. “Migran fundamentalmente a las áreas urbanas, usualmente en la misma provincia, porque las ganancias (evaluadas por lo que ya migraron) de trasladarse al GBA son marginales”, explica el documento. Y concluye en tono dramático: “Los migrantes de familias pobres no envían nada al hogar, entonces la principal ganancia para la familia es que hay menos bocas que alimentar”.


El colmo del pobre rural

“La gran mayoría de las familias rurales gastan más dinero en alimentos que el ingreso que reciben de la actividad agropecuaria. Entonces, a los pobres de las áreas rurales una baja en los precios de los alimentos los beneficia en términos netos”, dice el trabajo del Banco Mundial. Tal vez la frase suene demasiado teórica, ya que la baja de los precios internacionales de los productos agrícolas repercute de manera crítica en todas las economías regionales, destruyendo las pocas posibilidades que tienen quienes están en la base de la pirámide de conseguir algún empleo como asalariados en la zona. Además, sólo ocasionalmente esa reducción de los precios internacionales se traslada a los consumidores locales. Pero define una de las mayores paradojas que existen en el país: “En un país donde la comida es abundante y barata, los pobres del campo, sin embargo, enfrentan un serio problema para asegurarse la alimentación”, sostiene el informe.


El BM explica por qué los pobres ya no buscan empleo
“Son realistas,
no holgazanes”

El desempleo entre los pobres del campo supera el 30 por ciento. Pero en algunas zonas es todavía más elevado y las oportunidades laborales son tan escasas que cunde el desaliento. Los técnicos del Banco Mundial siempre adscribieron a la idea de que si una persona está desempleada es porque no buscó lo suficiente o porque no está dispuesta a trabajar por un salario más bajo. Ahora empiezan a entender que la realidad no es como los libros de texto. Y parecen estar tan sorprendidos que utilizan un lenguaje muy particular para expresarlo.

“Como se abren menos trabajos que el número de personas que busca activamente, aquellos que se rindieron y dejaron de buscar tal vez sean realistas antes que holgazanes”, afirma el estudio. El desempleo en las áreas rurales “es fundamentalmente un problema para los indigentes y los pobres, para los jóvenes en general y para las mujeres jóvenes en particular”. De hecho, el 89 por ciento de los que consiguen trabajo son hombres.

Otro punto interesante del informe es el que explica que acceder a la escuela no es mucha ayuda para salir de la pobreza, al menos material.

“El nivel de educación formal alcanzado no está fuertemente correlacionado con la situación de pobreza. Importa para mejorar el estatus económico de las familias, pero no mucho: completar el secundario parece incrementar la probabilidad de conseguir un trabajo, pero luego el impacto de tener mayor educación sobre los ingresos es marginal mientras que el costo de oportunidad es alto, especialmente para los pobres”, sostiene. Y agrega que “en los trabajos no agrarios, donde se podría esperar mayores ventajas de poseer educación, no hay ninguna ganancia adicional para los indigentes y pobres que tienen una educación superior a la primaria”.

El resultado no podría ser más desalentador: “La combinación de la necesidad de trabajar y los magros salarios, incluso para aquellos instruidos, explica por qué la mayoría de los chicos que viven en el campo abandonan la escuela después de la primaria y las familias pobres tienen, por lejos, la mayor proporción de abandonos”.


“Los nuevos pobres”

Como la clase media venida a menos, paradigmática de la “nueva pobreza” urbana, esa de “puertas adentro”, que se manifiesta en la abrupta caída de los ingresos y la imposibilidad de conservar un nivel mínimo de consumo, en el campo también existen los nuevos pobres. El sociólogo e investigador del Conicet Miguel Murmis los define como “los chacareros que tal vez tienen activos, maquinarias, pero están fuertemente endeudados, sus explotaciones están prácticamente fundidas y sus ingresos corrientes no les permiten satisfacer un mínimo de necesidades”.

Así, Murmis cree que estos productores, muchos integrantes de organizaciones tales como Confederaciones Rurales Argentinas, la Federación Agraria o Coninagro, ya forman parte hoy de “la capa superior” de la pobreza. Desde los pequeños chacareros de la región pampeana, hasta los productores de tabacaleros y algodoneros en el Norte o los productores laneros en la Patagonia. La supervivencia de todos ellos se encuentra amenazada.

Según Murmis, esta categoría de “nuevos pobres” en el campo no es exclusiva de la Argentina sino que es un fenómeno generalizado también en los países centrales.