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“Buscando Adrenalina”

Por Juan Pablo Gabriele*

Saltar de un puente a 100 metros de altura atado de los tobillos con un elástico, enfrentarse a palazos con la policía, pisar el acelerador a fondo en una curva, ingerir drogas, compartir jeringas y tener sexo sin protección. Actitudes cada vez más comunes entre los jóvenes de las grandes ciudades.

Según la opinión de la investigadora social Ana María Méndez Diz, las causas de esta tendencia en el comportamiento de los jóvenes serían el vacío posmoderno, la falta de un horizonte de expectativas y la búsqueda frenética de emociones fuertes y de “adrenalina”.

El Instituto de Investigaciones Sociales Gino Germani comenzó a indagar los motivos que llevan a algunos jóvenes a adoptar conductas de riesgo que atentan contra su propia vida. El trabajo, que realizó Méndez Diz, es de carácter cualitativo y tiene como eje de la evaluación de conductas de jóvenes comprendidos entre los 13 y los 28 años de edad.

El estudio se realizó en tres etapas, que se constituyeron de forma más “azarosa” que metodológica. Sobre este punto, la investigadora comentó que “la intención nunca fue realizar una investigación que arrojara datos estadísticos. La idea fue crear un mapa o guía para entender por qué los jóvenes asumen conductas de riesgo cada vez con mayor frecuencia, para poder ayudarlos con herramientas modernas y vivenciales.”

El estudio se realizó en Capital Federal, sobre sectores medios de la sociedad. Se efectuaron trabajos grupales e individuales en escuelas secundarias de la ciudad, en instituciones de recuperación de adictos a las drogas y al alcohol y en grupos de jóvenes que practican deportes extremos.Las conclusiones a las que se llegó son tan llamativas como discutibles. Las variables que se mantienen constantes en todos los relatos y estudios son la falta de la figura paterna, la búsqueda de sensaciones fuertes y libertad, negación del miedo, salir del aburrimiento, aislarse, buscar adrenalina y aumentar esa sensación con sustancias químicas estimulantes.

“La idea fue hacer hincapié en los jóvenes que interpretan al riesgo como una forma de vida y confrontarlo con la opinión de los chicos en la secundaria. Considero a esta etapa muy importante, dado que esos chicos de entre 13 y 19 años están buscando su rumbo en la vida e intentan una diferenciación de la familia como individuos”, comentó la investigadora. “Estamos en una época donde lo individual se impone a la utopía colectiva, existe un gran vacío y los jóvenes son quienes más lo sufren. Entonces buscan salidas rápidas para sentirse vivos.”

Méndez Diz entiende que “existe la necesidad de conocer lo que los jóvenes interpretan como conductas y situaciones de riesgo para poder luego trabajar cuantitativamente con variables y metodologías apropiadas.”

La medicina opina diferente

La adrenalina es una hormona tan primitiva como el sistema nervioso central y tan actual como los supercomputadores. Prepara al organismo para el peligro antes que la mente pueda interpretarlo y es, posiblemente, la sustancia más estimulante para el accionar humano.

Sin embargo para el doctor Daniel Estala, jefe de Cardiología de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y especialista en deportistas dealto rendimiento, la búsqueda de adrenalina en situaciones riesgosas es “desconocer todo acerca de la fisiología”. “Los jóvenes que persiguen ‘adrenalina’ y que practican deportes de alto riesgo interpretan mal la fisiología. La adrenalina se produce de manera inconsciente. No se puede ir a buscarla para condicionar un mejor resultado final, y una situación de placer mayor. Para algunas personas, el riesgo es subirse a un ascensor o a un avión y para otras tirarse de un puente a 100 metros”.

Para Estala, quien dirigió el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), “pretender rastrear situaciones emocionantes para “gatillar” el sistema que segrega la adrenalina, se debe a un profundo desconocimiento de la ciencia médica.”

Adictos a las emociones fuertes o a la adrenalina, algunos jóvenes, paradójicamente buscan en el riesgo de muerte la posibilidad de sentirse vivos.

*Cátedra de Periodismo Científico, Facultad de Ciencias Sociales, UBA