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Por Agustín Biasotti

El verano llegó, hace rato. Y como todos los años, las agencias de turismo proponen a los veraneantes una lista de posibles destinos que, comparada con la de la temporada anterior, suele ofrecer poco y nada nuevo para elegir. Tal vez algunas playas hayan pasado de moda, siendo reemplazadas ágilmente por otras no muy distintas ni muy distantes, quizá aquel frecuentado paraíso tropical haya sido barrido por un huracán o aquella diminuta isla de ensueño esté ahora enterrada bajo unos cuantos centímetros de sedimento volcánico. Pero aun así, para el muy viajado hasta una excursión a los fríos páramos polares puede suscitar la frase ¿otra vez sopa?

Afortunadamente, una nueva opción en lo que a turismo se refiere parece estar dando sus primeros pasos en los Estados Unidos; y, si lo de la globalización no es verso, puede que no tarde mucho en llegar a estas tierras tan pobladas de gente ávida por experimentar cosas nuevas, especialmente si son norteamericanas (y siempre y cuando estén de moda, por supuesto). Es que el turismo espacial ha dejado de ser un buen argumento para novelas y films de ciencia ficción, y se ha vuelto realidad, cara y para pocos, pero realidad al fin.

2001: una odisea espacial

El 1-o de diciembre del 2001, los 6 pasajeros que con bastante anticipación hayan reservado sus asientos a bordo de la nave Space Cruiser, darán por inaugurada una nueva forma de hacer turismo, que bien podría ser encuadrada dentro del rubro turismo de aventura. El tour que ofrece la sofisticada agencia de viajes Zegrahm-VelaTech, que ha contado con el asesoramiento de los astronautas Edwin Aldrin y Scott Carpenter, es a grandes rasgos el siguiente: la nave Space Cruiser despegará de la mano del elevador espacial Sky Lifter, que la acompañará hasta alcanzar los 15.000 metros de altitud; y luego, recorrerá por sus propios medios otros 100 kilómetros. Una vez allí arriba, comienza el descenso en caída libre, durante el cual los turistas, trajeados rigurosamente de astronautas, podrán experimentar por unos cuantos minutos la magia de la falta de gravedad. Transcurridas 3 horas desde el inicio del paseo, la Space Cruiser regresará a los tripulantes a la superficie del globo terráqueo.

Si bien un gran número de mortales elegiría sin dudar al espacio como lugar de veraneo, el costo de esta corta aventura es más que escalofriante: 98.000 dólares per cápita. Para quienes no estén tan apurados por echarle una miradita a la tierra desde fuera o que simplemente no dispongan de tan elevada suma de dinero, mejor es esperar al 2002. Space Adventures, la compañía que promete hacerle la guerra a Zegrahm-VelaTech, tiene a la venta los pasajes para un tour espacial de similares características que comenzará a funcionar a partir del 2002, en una nave aún por diseñar y a un precio un poco más accesible: 90.000 dólares. Según la NASA, se prevé que la industria civil aeroespacial norteamericana, orientada al naciente negocio del turismo espacial, generará entre 10.000 y 20.000 millones de dólares anuales. Pero como toda aventura, la espacial también tiene sus riesgos. En los vuelos de la NASA, por ejemplo, el riesgo de desastre trepa a un nada despreciable 1 por ciento. Es por ello que las autoridades en la materia han pedido a las compañías de turismo espacial que sean cautelosas en lo que a regulación de las normas de seguridad se refiere.

Para terminar, no está de más recordar que las probabilidades de ser devorado por un cardumen de cornalitos enfurecidos en cualquiera de las playas de nuestra costa atlántica es mucho menor que la de pasar a formar parte de la chatarra espacial que orbita alrededor de la tierra, como resultados de unos de los mencionados tours espaciales. Y, además, no sale tan caro.