Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
secciones

¿Existe el amor en el espacio?

Asteroides en pareja

Por Mariano Ribas

A pesar de ser fríos, feos, deformes y apenas simpáticos, algunos asteroides tienen pareja. A fines de la década del ’70, varios informes de astrónomos aficionados dispararon la sospecha de que algunos de estos objetos rocosos tenían cuerpos menores girando a su alrededor. Y, si bien es cierto que la idea no sonaba a disparate, fue tomada con bastante escepticismo por la astronomía profesional. Claro: no había evidencias contundentes. La cosa cambió mucho durante los últimos años gracias a las sondas espaciales y a las ultraprecisas observaciones telescópicas. Y ahora la sospecha inicial se transformó en certeza absoluta.

El descubrimiento de Dactyl

En agosto de 1993 la sonda espacial Galileo (que actualmente está paseando por Júpiter y sus lunas) tuvo un encuentro cercano con el asteroide 243 Ida, una roca de 55 kilómetros de largo con forma de papa. Pero había un problema: la antena principal de la nave estaba averiada y entonces hubo que recurrir a una mucho más chica que enviaba la información de a gotas. Y por eso las imágenes de Ida recién se completaron en febrero de 1994. La paciencia de los astrónomos tuvo un inesperado premio: Ida tenía una pequeña lunita que orbitaba a su alrededor. Medía algo más de 1 kilómetro de diámetro y parecía un huevo maltrecho. Fue bautizada Dactyl y se convirtió en el primer satélite confirmado de un asteroide. Teniendo en cuenta que hasta ahora sólo tres asteroides fueron visitados por naves espaciales (Gaspra en 1991, Ida en 1993 y Mathilde en 1997) y que uno de ellos tiene compañía, parece razonable suponer que la pareja Ida-Dactyl no debe ser un fenómeno tan raro, más teniendo en cuenta las observaciones de aficionados ya comentadas. Y así es: en los últimos años se han encontrado evidencias muy confiables que revelarían al menos la existencia de varios “asteroides dobles”.

“Se han formado... tres parejas”

Hace tres años un grupo de astrónomos que estaba siguiendo la trayectoria del pequeño asteroide 1994 AW1 (de apenas 1 kilómetro de diámetro) notaron que su brillo variaba regularmente cada dos horas y media. Enseguida quedó claro que el fenómeno se debía a la rotación del objeto. Pero luego se encontraron con que 1994 AW1, además, empalidecía levemente cada 11 horas. Inmediatamente saltó la sospecha: el asteroide estaba siendo eclipsado por otro cuerpo más chico que giraba a su alrededor y que provocaba sutiles cambios en su luminosidad. En esos momentos los astrónomos ya sabían lo de Ida y Dactyl, así que el descubrimiento no sorprendió tanto. A principios de 1997 se encontró otro asteroide doble: se trataba del ya conocido 1991 VH, que además de los cambios de brillo provocados por su rotación mostraba variaciones (eclipses) cada 33 horas. Y en junio de 1997 se confirmó que 3671 Dionysus también tenía pareja: las observaciones telescópicas revelaron que algo que giraba a su alrededor lo eclipsaba cada 28 horas. Y ahora, nuevas investigaciones sugieren que existen varios dúos más, lo cual confirma lasospecha inicial: las parejas de asteroides no son ninguna extravagancia cósmica. Todo lo contrario. Es muy probable que buena parte de estos objetos no anden paseándose solos por el sistema solar.

Posibles orígenes

La existencia de asteroides con lunas parece llevarse bastante bien con las actuales teorías que los definen como “pilas de cascotes” que se mantienen frágilmente unidos por la gravedad: si se produce un choque entre dos asteroides, el resultado bien podría ser un montón de piedrotas dando vueltas por el espacio. Y a partir de eso resulta razonable esperar que uno de los fragmentos pueda terminar orbitando a otro más grande. El mismo resultado final podría darse si un asteroide se acerca demasiado a un planeta y es despedazado por las fuerzas de marea gravitacional (tal como le pasó al cometa Shoemaker-Levy, que luego de acercarse mucho a Júpiter terminó convertido en un tren de 21 minicometas, que finalmente chocaron contra el planeta gigante en julio de 1994). Y más allá de Ida y Dactyl, de 1994 AW1, de 1991 VH y de Dionysus, los astrónomos tienen a mano muy buenas evidencias indirectas: en la Tierra existen algunos cráteres dobles que se habrían formado simultáneamente por el impacto de dos cuerpos juntos. Estas heridas por duplicado también se han observado en las superficies de la luna, Marte y Venus. Son rastros que demuestran que además de nacer juntos, los asteroides dobles también pueden terminar tristemente sus vidas, también juntos, estrellados contra algún planeta del sistema solar.