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secciones Un nuevo sistema satelital reemplaza al viejo sistema
Réquiem para el código Morse

Por Esteban Magnani

Los nostálgicos compulsivos de todo el mundo tienen una nueva razón para vaciar copas: los puntos y rayas del código Morse, que han dado vida a miles de mensajes e historias, se despidieron el 1° de febrero último. Desde esa fecha todos los barcos de más de 300 toneladas, once pasajeros o que hagan viajes transoceánicos, deberán contar con el moderno (y frío) Global Maritime Distress and Safety System (GMDSS), que permite a cualquier pasajero enviar señales de auxilio a un satélite.

No más soñadores puntos y rayas, sólo un botón rojo que reemplaza la última función del código Morse todavía utilizada. Pero 170 años no fueron en vano: los cambios que provocó en el mundo fueron mucho mayores que los de Internet en la actualidad. Esta es su historia.

Morse, el hombre

Samuel Finley Breese Morse nació en Massachusetts, Estados Unidos, en 1791 y, pese a haber desarrollado uno de los inventos que revolucionaría la comunicación a escala global, la Enciclopedia Británica lo define como “pintor e inventor” (en ese orden). Es que al joven Morse lo atraían más los pinceles que los cables y fue varias veces a seguir estudios de arte en Inglaterra. En 1815 volvió a su país donde, pese a ser un muy buen pintor (según los críticos actuales) no tuvo éxito y tuvo que dedicarse a los retratos. Pero en 1832 (cuenta la anécdota), por casualidad oyó hablar de un nuevo descubrimiento sobre electromecánica y concibió la idea de construir un telégrafo. Si bien creyó que su idea era original, en realidad ya existía desde hacía años, pero la tarea como inventor comenzó a absorberlo y abandonó la pintura seis años después.
El 6 de enero de 1838, junto a sus ayudantes Alfred Vail y Leonard Gale, hicieron una prueba exitosa de transmisión telegráfica.

... - ... (S.O.S.)

En 1838 llegó el “software” que permitiría aprovechar todo el potencial del simple telégrafo: un código de puntos y rayas que representaban las letras, números y puntuaciones (fácilmente comparable a los protocolos de Internet que permiten que las computadoras de todo el mundo hablen el mismo idioma). El sistema fue rápidamente mejorado por Alfred Vail y en 1851 la Comisión Internacional del Código Morse en Europa adaptó el sistema a las necesidades de otros idiomas, dando una nueva versión. Ambas variantes permanecieron casi intactas hasta la actualidad.

En 1843 el Congreso de los EE.UU. aprobó una subvención de 30.000 dólares. Un año después se estrenó la primer línea telegráfica, entre las ciudades norteamericanas de Baltimore y Washington con un mensaje más acorde a un obispo que a un inventor: “¡Lo que ha labrado Dios!” (“What hath God Wrought!”). La década del 50 del siglo pasado vería los “hilos que cantan” -como los llamaban los indios por las vibraciones que producía el viento al moverlos- crecer como una hiedra. Mientras tanto, Morse disputaba en tribunales los derechos intelectuales que finalmente obtendría. Por otro lado el código Morse se transformó en el idioma de la incipiente aldea global tras adaptarse también a la radio -gracias a Guglielmo Marconi, en 1896- y a sistemas de luces y banderas. En 1899 el “Elbe” consiguió el extraño privilegio de ser el primer barco rescatado después de un S.O.S. enviado por radio.

Los telegrafistas, algunos capaces de tipear hasta 45 palabras por minuto, se transformaron en algo parecido a los modernos expertos en computadoras: además de manejar una de las tecnologías de punta de su época ganaban excelentes sueldos e iniciaban lo que más de un siglo después sería el chateo. Cuentan que el estilo de tipeo de las mujeres, que en 1870 eran una tercera parte del total de operadores, era fácilmente reconocible y, por supuesto, tentador. El resultado fueron los primeros matrimonios “de red” de todos los tiempos.

Punto final

En 1871 Morse, personalmente, dijo adiós a la comunidad telegráfica a través de su propio invento. Al año siguiente, murió en Locust Grove, su mansión, donde solía reunirse con su numerosa familia. Desde hacía tiempo que ya no quería ser recordado como pintor. Pero su paso por el mundo dejó una huella indeleble de rayas y puntos. Gracias a su invento el mundo desarrollado comenzó a formar la aldea global, anunciada más de un siglo después.

El GMDSS, el nuevo sistema implantado en los barcos, seguramente es mucho mejor porque permite a cualquier inexperto disparar una señal de alarma a un satélite junto con los datos sobre posición y situación del barco. ¿Cómo darle un toque nostálgico? Tal vez, dentro de 150 años, cuando el GMDSS también parezca anticuado, alguien lamente, en FUTURO, su elegante retirada de la historia.