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Química policial

La otra huella digital

por Raúl A. Alzogaray

El cuerpo de Lynda Mann fue encontrado en un sendero próximo al pueblito de Narborough, en el condado inglés de Leicestershire. El sendero pasaba cerca del Hospital Psiquiátrico Carlton Hayes. Era una fría mañana de noviembre de 1983. Lynda tenía 15 años.

Asfixia por estrangulación, intento de violación, eyaculación precoz, decía el informe del médico forense. Ciento cincuenta policías y cuatro meses de ardua investigación no alcanzaron para identificar al culpable. Dawn Ashwort fue encontrada en otro sendero cercano al Hospital Psiquiátrico. Habían pasado casi tres años de lo de Lynda. Estrangulación manual fue la causa de la muerte, determinó el médico forense, y un brutal ataque sexual. Dawn tenía 15 años.

Esta vez, la policía resolvió el caso en cuestión de días. Por las declaraciones de algunos testigos, el mozo de cocina del Hospital Psiquiátrico fue arrestado. Era un adolescente con un ligero retraso mental. Tras 15 horas de interrogatorio, dijo lo que la policía quería oír: él era el asesino de Dawn Ashworth.

Más tarde, el padre del acusado, un taxista cuentapropista, declaró que fue él quien llamó la atención de la policía sobre un nuevo método de análisis genético. Lo había leído en el Reader’s Digest. El método se llamaba Huella Digital Genética. Era un invento del Dr. Alec Jeffrey, que trabajaba en la Universidad de Leicester, a pocos kilómetros de donde Lynda y Dawn fueron asesinadas.

Una buena y una mala

La policía le entregó al Dr. Jeffrey muestras del semen encontrado en los cuerpos de las víctimas y de sangre del mozo de cocina. El Dr. Jeffrey extrajo las moléculas de ADN de las muestras y las cortó con unas proteínas llamadas enzimas de restricción. Puso los fragmentos de ADN en un extremo de un rectángulo de gelatina semisumergido en una solución salina. Después, aplicó una corriente eléctrica. Atraído hacia uno de los polos eléctricos, el ADN viajó a través de la gelatina. Los fragmentos pequeños viajaron más rápido; los grandes, más despacio. Se separaron por tamaño. El Dr. Jeffrey transfirió los fragmentos a una membrana plástica. Para verlos, sumergió la membrana en una solución que contenía pedacitos de ADN radioactivo. El ADN radioactivo se unió al ADN de las muestras, pero no a la membrana. Por último, colocó la membrana sobre una placa fotográfica. La radioactividad dejó su huella en la placa. Cada una de las muestras produjo un patrón de bandas, como los códigos de barras que indican los precios de las mercaderías. Las bandas en la placa fotográfica representaban fragmentos de ADN de distintos tamaños.

El Dr. Jeffrey comparó las bandas del ADN del mozo de cocina con las del ADN del asesino. Llamó a la policía y dijo que tenía una mala y una buena noticia. La mala noticia era que habían detenido al hombre equivocado. La buena noticia era que sólo tenían que buscar un criminal, porque las bandas de las dos muestras de semen eran idénticas. Ambos asesinatos habían sido cometidos por la misma persona.

Saliva delatora

¿Era confiable la prueba de la Huella Digital Genética? ¿No podían presentar dos personas el mismo patrón de bandas? “Habría que buscar en un millón de millones de millones de millones de millones de personas antes de encontrar dos con la misma huella digital genética -explicó el Dr. Jeffrey a la prensa-. Y con una población mundial de solamente 5 milmillones, se puede decir categóricamente que una huella digital genética es individualmente específica, y que una huella cualquiera no pertenece a ninguna otra persona que exista o haya existido sobre la faz de este planeta, a menos que se trate de gemelos idénticos.” La policía decidió tomar una medida desesperada y sin precedentes. Todos los varones de 17 a 34 años de Narborough y los dos pueblitos vecinos fueron citados por carta. Se les pedía la donación voluntaria de sangre y saliva.

Cuando el asesino recibió la carta citatoria, comprendió que si se presentaba estaba perdido. Con mentiras y dinero logró convencer a un compañero de trabajo para que se presentara en su lugar. Con mucho cuidado, cambió la foto del documento de su compañero. Unos meses más tarde, el compañero de trabajo del asesino se jactó de haber dado sangre y saliva en lugar de otra persona. Estaba en un bar, y una mujer que lo escuchó llamó a la policía. Fue detenido e interrogado. Reconoció su culpa y reveló el nombre de su compañero. El asesino se entregó pacíficamente, en su propia casa, después de despedirse de su esposa.

En los años siguientes la prueba de la Huella Digital Genética fue usada para identificar criminales, liberar sospechosos inocentes y establecer relaciones de maternidad y paternidad (las bandas de ADN de una persona son una combinación de las bandas de sus padres). Hoy existen diversas variantes de la prueba y métodos auxiliares que permiten trabajar con cantidades minúsculas de ADN.

También se siguen realizando muestreos masivos para atrapar criminales. Una de las razzias genéticas más grandes se realizó en Alemania durante los primeros meses de este año. Luego de analizar el ADN de la saliva de 16.400 voluntarios se identificó y arrestó al asesino de una nena de 11 años.

Huellas de ADN

En octubre pasado, el FBI inauguró en Estados Unidos una base de datos con las huellas digitales del ADN de un millón de criminales convictos. El objetivo es facilitar la resolución de crímenes pasados y futuros. “Un criminal puede cambiar su residencia, pero no puede cambiar su ADN”, sentenció Dawn Herkenham, director de la Unidad de Ciencias Forenses del FBI, según informó el diario USA Today. La base de datos, asegurna, estará limitada al ADN de criminales convictos, sólo podrán consultarla representantes de las fuerzas del orden y se necesitará un permiso de la Corte para acceder a la información.

Las instituciones de libertades civiles y algunos abogados enseguida protestaron. Dicen que es la versión de la Era de las Computadoras del “arresten a los sospechosos de siempre”, en referencia a la famosa frase del jefe de policía en la película Casablanca.

Comparar las huellas digitales de los dedos de las manos es rápido y barato. Pero este tipo de evidencia no siempre está disponible. El análisis del ADN es un camino alternativo. Quizás en el futuro, además de enchastrarnos los dedos con tinta, tendremos que dejar una muestra de saliva cuando vayamos al Departamento de Policía a sacar la cédula de identidad.