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Pentium III

Sonría, lo estamos vigilando

por Paul Hadis

Usted se encuentra navegando por Internet. Al ingresar por primera vez a un sitio web es sorprendido por un mensaje de bienvenida con su nombre y apellido. Al poco tiempo su dirección de correo electrónico comienza a saturarse de mensajes enviados por cierto sitio web reclamándole que no ha pasado a visitar sus páginas por más de cinco días, además de ofertas de libros y CDs y, cosa extraña, jamás ha comprado uno u otro a través de la web.
Es probable que usted tenga un Pentium III en su computadora.

Huellas informáticas

Si bien el escenario planteado es todavía lejano, no deja de ser posible. Intel ha lanzado al mercado el nuevo chip Pentium III, incorporándole al mismo un número de serie que permitirá identificar unívocamente a cada computadora. Pero eso no es todo: la intención de Intel es que este número sea transmitido a través de Internet a cada página que lo solicite. De esta forma, bastará con que usted realice una compra en un solo sitio web para que su número de serie y apellido queden relacionados para siempre en una base de datos. A partir de aquí, su identidad en Internet habrá sido establecida: las listas de personas contenidas en esas bases de datos son vendidas a cualquier empresa interesada en adquirirlas. Pronto su número comenzará a ser analizado con rigurosidad al pasar por ciertas páginas web y bastará con que se detenga algunos minutos más allá de la media en analizar la compra de un libro para que esto sea tomado como un indicio de su interés y usted ingrese a la lista de potenciales clientes.

La empresa, por su parte, se defiende diciendo que los nuevos números de serie darán mayor seguridad a las transacciones de comercio electrónico ya que proveerán un nivel adicional de seguridad. Además podrán ser utilizados para evitar el ingreso de elementos indeseables a lugares de discusión comunes como los chats o para proveer un servicio personalizado a las personas que ingresen a un website.

La delgada línea roja

La respuesta de los críticos de esta iniciativa ha sido contundente. Distintas organizaciones se han hecho eco del problema (entre ellas Electronic Privacy Information Center y Center for Democracy and Technology) y han iniciado un boicot solicitando a la gente que envíe cartas a organismos oficiales de EE.UU. y que no adquiera computadoras que funcionen con el nuevo chip.

Gracias a éstos y otros reclamos (incluyendo uno realizado por un senador norteamericano), Intel ha agregado un pequeño programa (una solución por software) que permite activar/desactivar el número de serie al usuario de cada computadora.

El debate no termina aquí ya que Intel no es responsable del software instalado en cada computadora que contiene sus chips. Y más aún, al ser ésta una solución de software, es pasible de ser modificada por otro programa, ya sea uno nuevo instalado en su computadora, uno traído sin saber a través de Internet, etc. Ya han aparecido reportes de hackers que han logrado obtener un número de serie de un Pentium III que se encontraba desactivado. Intel mismo ha reconocido que su solución por software no es 100 % segura.

Bajo sospecha

El tema del nuevo número de serie ha enfurecido a gran parte de los potenciales compradores del Pentium III y ha arrastrado a Intel a un problema en lo que se refiere al manejo de la mala prensa recibida y sus relaciones públicas, uno de los pocos sistemas de control sobre la industria. Para contrarrestar los efectos negativos Intel ha decidido gastar más de 300 millones de dólares en publicidad. Si, como todo lo indica, a pesar de estos avatares Intel decide seguir adelante con sus planes, resulta inevitable formularse la siguiente pregunta: ¿qué necesidad tiene una compañía fabricante de chips de computadoras con más del 75 % del mercado en sus manos y enormes ganancias de imprimir un número de serie en sus productos que permita identificar a cada computadora en cada rincón del planeta? La respuesta no es para nada sencilla. Se puede, sin embargo, ensayar algunos argumentos: Internet es un nuevo fenómeno que ha descolocado a todos aquellos individuos u organismos que se han integrado a la red de una u otra forma. Salvo métodos poco confiables (la dirección fija de IP de un cablemódem, etc.) no hay manera de identificar a aquellas personas que participan cada día y dan vida a Internet.

A las empresas que buscan aumentar sus ganancias a través del comercio electrónico no les basta con esperar pasivamente a que los clientes lleguen a sus páginas para realizar una compra. Es sabido que la publicidad a un “target” específico como la realizada en distintos buscadores da buenos resultados. Pero mucho más efectivo sería tener la posibilidad de acceder a potenciales clientes, personas que ni siquiera se han enterado de su condición de posibles compradores, conociendo sus gustos, cantidad de dinero gastado en distintos bienes de consumo, etc. Esto abre un mundo de posibilidades.

Por otro lado la característica anárquica y anónima de Internet probablemente cause incomodidad y una entendible irritación a más de una organización capaz de influir sobre Intel. La piratería, los millones perdidos por la industria discográfica a manos de los archivos de sonido MP3 (formato de compresión y codificación de archivos de sonido) y los repetidos ataques informáticos a distintas organizaciones gubernamentales hacen comprensible y hasta necesario, de parte de los afectados, encontrar alguna forma de reglamentar el “espacio virtual”. La identificación y rastreo de las personas que lo componen es una de las formas de implementar ese orden.

La historia sin fin

Lo cierto es que en esta batalla Intel es más un intermediario que un protagonista resuelto -papel que representa con evidente incomodidad- y esta historia parece encontrarse más en sus comienzos que ser un accidente aislado. Es de esperar que la situación no empeore y que sea defendido el derecho a la privacidad de los usuarios de Internet. La decisión de IBM (entre otros) de desactivar el número desde el inicio de la máquina implica un gran paso adelante en este sentido, pero afecta la sensación de que esta historia pronto volverá a repetirse.