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Lluvia de polen en Atlanta

Naturaleza rencorosa

Por Esteban Magnani

Algunas veces es difícil evitar la sensación de que la naturaleza esconde, detrás de una cortina de natural inocencia, una personalidad obcecada y, por momentos, rencorosa.

Por mucha contaminación, pérdidas radiactivas y antibióticos que se utilicen, ella parece encontrar la manera de continuar su camino, modificando las formas de vida cada vez que sea necesario. Huracanes, calentamiento global, volcanes en actividad y demás variedades parecen ser manifestaciones de fuerza para intimidar de una vez por todas a los humanos. Sin embargo hay otras formas más sutiles de dar batalla que se parecen más a una forma de guerra psicológica que de lucha cuerpo a cuerpo. Uno de los mejores ejemplos es cuando llega la primavera y los alérgicos sienten que la vida no humana de esta tierra quiere arruinarles cada día transformándolos en goteantes desechos humanos. La lucha velada parece haber llegado a su paroxismo en la ciudad de Atlanta en EE.UU., donde el polen ha formado una gran sábana que abriga calles y casas con un fino polvo amarillo por encima de cualquier nivel conocido.

Polen concentrado

Los niveles de polen altos, es decir que comienzan a ser peligrosos para la salud, según la escala de EE.UU., oscilan en alrededor de los 120 granos por metro cúbico. El lunes último la medición realizada en Atlanta indicaba que podían encontrarse 6013 granos en el mismo espacio, o sea cincuenta veces la cantidad normal. Aunque algunos científicos desconfiaron de los datos recogidos, hace pocos días quedó claro que no era necesario contar con una gran tecnología para comprender que la cantidad de polen no era normal: la semana anterior la resbaladiza mezcla de polen y llovizna fue considerada la culpable de un choque en cadena en el que se destruyeron 18 autos, al noroeste de la ciudad.

Así las cosas, la región, entre estornudo y estornudo, está en situación de emergencia: los alérgicos no deben salir de su casa sin un barbijo y antiparras, los distintos antialérgicos están agotados en farmacias, y los hospitales ya no tienen camas libres. Las autoridades recomiendan mantener las puertas cerradas, controlar el ingreso de las mascotas, tomar duchas con frecuencia y no secar las ropas en el exterior. Por otro lado los filtros de aire nunca tuvieron tanta demanda en la historia. Es que las proteínas del polen generan en los alérgicos una reacción desmedida en el sistema inmunológico que termina siendo peor que el problema inicial.

Según el doctor Eduardo Bacigaluppi, especialista en inmunología y miembro de numerosas asociaciones médicas internacionales, “en realidad lo mismo sucede en Buenos Aires cada año cuando llega la primavera. Desde Río Negro hasta el Chaco hay índices de polinización altísimos. Lo que pasa es que acá hacer prevención es como intentar que la gente respete los semáforos: nadie va a usar barbijo para evitar el polen o a dejar de fumar porque le produce alergia a otro”.

Mientras la alergia produce pérdidas a los pobladores y ganancias a los laboratorios, los niveles de irritabilidad seguramente están llevando cualquier comentario a una rápida escalada de violencia. Sólo aquellos que hayan sufrido de un ataque de alergia, alrededor del 20 por ciento de la población, o que hayan convivido con una persona así, son conscientes de lo molesto que resulta no poder respirar y, por momentos, ni siquiera pensar por dos minutos sin la interrupción de un estornudo. “En EE.UU. se pierden alrededor de 500 millones de dólares por año a causa de gente que no puede trabajar por la alergia, el asma bronquial y otras enfermedades relacionadas”, explica Bacigaluppi. Mejor no imaginar la energía desperdiciada en cada estornudo, en el que interactúan más músculos que al patear una pelota.

La culpa es de la Niña

En tren de buscar culpables los científicos encontraron a la Niña, que persigue al Niño unos meses por detrás, como una enamorada persistente. El fenómeno meteorológico se caracteriza por tiempo cálido y seco, una primavera adelantada que se sumó a la confluencia poco habitual de los ciclos de germinación de distintas especies. Así la libido del reino vegetal de la zona se ha desencadenado como nunca, llegando incluso hasta los pulmones de los seres humanos, donde el polen difícilmente pueda engendrar con mínimas perspectivas de éxito -a menos que logren terminar con la vida del anfitrión, por supuesto-.

A miles de kilómetros de distancia sólo queda agradecer que el invierno no deje rastros de polen en el aire sudamericano, que la globalización tenga sus límites y sonarse la nariz, una vez más, después de otra brisa helada.


Cooperación internacional

El nacimiento del Atlántico

Hace unos 130 millones de años Sudamérica y Africa estaban unidas en un sólido abrazo. En la separación de ambos continentes se engendró un nuevo océano, el Atlántico. Una expedición organizada por el Instituto Federal de Geociencias y Recursos Naturales (BGR) de la República de Alemania, acompañada de observadores del Servicio de Hidrografía Naval Argentino, realizó mediciones geofísicas, durante tres meses, que permitieron desentrañar los procesos geológicos de ese origen. Por medio de ondas artificiales de presión, que llegaban a 20 km de profundidad desde el fondo del mar, y generadas por cañones de aire comprimido, se logró recopilar datos sobre las estructuras sísmicas de la zona. La información recogida es muy amplia y todavía falta que se realice un procesamiento exhaustivo. Sin embargo, la primera lectura de los estudios geofísicos demuestra que la lejana abertura del Atlántico, hace 130 millones de años, estuvo acompañada de un cinturón de fuego de volcanes de 200 km de ancho y de más de 5 km de altura que se extendía a lo largo de 1500 km. Estos volcanes, se pudo calcular, estuvieron activos por unos pocos millones de años, se hundieron “flameantes” en el mar y luego fueron cubiertos por miles de metros de espeso sedimento. Se calcula que las erupciones fueron de tal envergadura que pudieron haber tenido incluso consecuencias climáticas.