Cuando falta el trabajo, aumentan la miseria y la impotencia, los ojos buscan a alguien en quien cargar las culpas. En los últimos tiempos las miradas se posaron sobre los que más llaman la atención por su acento, costumbres o aspecto: los inmigrantes. Sin embargo, apenas se encara el tema desde una perspectiva científica, resulta que buena parte de los mitos no son ciertos: la incidencia de la inmigración sobre la tasa de desempleo es insignificante, y su participación en la comisión de delitos es más baja que el promedio general. Obviamente, la suerte y el papel social de cada individuo no pasan por el lado de la frontera en la que le haya tocado nacer, sino más bien en causas mucho más estructurales, una de las cuales es, precisamente, el prejuicio. 

La costumbre de los balances a fin de año no es simpática, pero es una costumbre. Quizás por eso, Futuro el dos de enero, ya en 1999, ofrece un menú con algunos de los principales anuncios científicos de 1998. Desde el universo, cuya expansión parece que se acelera, hasta Viagra, sin olvidar el secuenciamiento completo del genoma de un gusano, la masa de los neutrinos, los relojes biológicos y los restos fósiles de un homínido de más de tres millones de años de antigüedad. Por supuesto, son necesarias las habituales excusas por las omisiones, errores de apreciación, y haciendo la salvedad de que algunos de estos resultados dentro de cinco o diez años se demostrarán más inseguros de lo que aparecen aquí. 

El cerebro humano y la investigación sobre el estado consciente es una de las fronteras duras de la ciencia de hoy. Uno de los caminos de abordaje incluye la simulación del funcionamiento cerebral mediante programas de computadora. Dentro de este campo un grupo de argentinos, desde hace nueve años, intenta reproducir cuestiones que tienen que ver con factores motivacionales. Aun cuando este tipo de investigaciones son más que polémicas, los resultados no dejan de ser interesantes y tal vez puedan, si alguna vez se logra la conjunción con otras disciplinas científicas como la neurología y el psicoanálisis, contribuir a avanzar en la comprensión de un terreno donde, por ahora, casi todo es oscuro. 

La pobreza es tan peligrosa como el virus del sida pues entra en el huésped, trabaja en silencio durante años y, cuando muestra su poder y efectos, la víctima sufre serias enfermedades y muere. La gente de clase media también padece la epidemia; en cambio, los ricos nacen con una vacuna propia: el dinero y la sensación de seguridad apuntalan las defensas orgánicas. Por cada rico que muere, fallecen entre dos y cuatro personas de clase media o baja. 

La tecnología avanza, sin mirar a los costados. Son muchos los que quedan en el camino, despedazados o desocupados. No es sólo culpa del miedo y la ignorancia, sino también de la necesidad de preservar el poder propio frente a lo desconocido, ya que decidir con qué armas se realiza una pelea es tener la mitad de la batalla ganada. Dos investigaciones realizadas en el marco de la Universidad de Buenos Aires, sin agotar el tema, analizan qué sucede con las clases bajas y los políticos, como ejemplos de la relación entre tecnología y sociedad. Mientras la máquina se aleja, es importante subir a todos los que se pueda al tren, ya que no queda ningún maquinista capaz de bajarle la velocidad. 

La teoría de la evolución es uno de los pilares maestros de la ciencia, pero dentro de ella hay lugar para la polémica. El genetista inglés Richard Dawkins y su teoría del "Gen egoísta" representa una de las posturas más radicales. Sostiene, básicamente, que es imposible diferenciar un elefante de un helecho. Más allá de lo que indican engañosamente los sentidos, asegura, ellos son meros medios de supervivencia de los únicos reyes de la evolución: los genes. Otros científicos, como Stephen Jay Gould, lo acusan de reduccionista. Los genes no se inmutan: al fin y al cabo ganarán por cansancio; mientras haya un ser vivo ellos seguirán existiendo. 

En la novela "El Invencible", de Stanislav Lem, un grupo de exploradores en un planeta lejano y extrasolar encuentra que la chatarra de una expedición anterior ha evolucionado hasta producir pequeños avioncitos que se desplazan en grandes bandadas. El tema de las máquinas que evolucionan y el de las máquinas inteligentes ha sido abordado por la ciencia ficción repetidamente (basta recordar la saga &ldquoYo, Robot&rdquo de Isaac Asimov). Pero hay científicos que se toman estas cuestiones muy seriamente, que diseñan circuitos capaces de evolucionar y que pronostican que las máquinas inteligentes no sólo son posibles, sino que alguna vez estarán entre nosotros. 

Los astrónomos están impacientes: es probable que dentro de unos días se produzca el triunfal regreso de las Leónidas, una gran lluvia de meteoros que se da una vez cada 33 años. Si así ocurre, los cielos de la Tierra se llenarán de estrellas fugaces durante las primeras horas del martes y el miércoles próximos. En los papeles, la Argentina no cuenta con las mejores chances para ver la parte principal de la lluvia pero, de todos modos, si no está nublado, es posible que durante esas dos madrugadas puedan verse cientos de estrellas fugaces. Y todo a simple vista. Más allá de sus distintas estimaciones, hay algo en lo que todos los expertos coinciden: valdrá la pena salir a mirar. 

La ciencia suele ser considerada como el ámbito donde el racionalismo y la asepsia construyen una objetividad de hierro. Sin embargo, la mirada de un sociólogo puede mostrar que no es así. Según Pablo Kreimer, sociólogo de la ciencia, como ocurre en todos los lugares donde los hombres intervienen, en los laboratorios existen luchas de poder, historias personales e incompatibilidades. Como todo producto humano, la investigación científica acarrea el proceso de su construcción. La sociología de la ciencia estudia cómo se produce conocimiento y cómo éste se articula con la sociedad y los actores sociales. 

Releer cartas antiguas es un ejercicio muy agradable. Mucho más aún cuando el lector puede sentirse protagonista de esos relatos del pasado. La ciencia ficción se empeñó durante su historia en describir lo que sería, pero todavía no era. La mayoría de los escritores nunca pudo saber si sus vaticinios se harían realidad. Pero los lectores de su futuro, es decir del presente actual, pueden lograr lo que a ellos les fue vedado y ver cuánto de aquellas construcciones se hizo realidad. El recorrido es un excelente ejercicio para construir los futuros del presente y, aún, imaginar los del futuro, que seguramente serán comentados a su debido tiempo. 

A pesar de la potencia de la biología, de la química, y de la teoría de la evolución, el origen de la vida sobre la Tierra sigue siendo un problema sin resolver. Hoy se piensa en un lento proceso de reacciones químicas y la selección natural metiendo mano en el asunto. Pero a pesar de 55 años de experimentos, la aparición de los primeros seres vivos sigue siendo un misterio laberíntico y no faltan quienes patean la pelota hacia afuera sosteniendo que la vida vino del espacio exterior. 

En una cultura aparentemente cada vez más sometida a la imagen, la letra vuelve a hacerse camino. En Internet, los e-mail y los lugares de chateo (conversación a través de la computadora) son el lugar, en medio de la ficción electrónica, donde se recupera la pura fuerza de la escritura. Aunque estandarizada y con una subjetividad diluida, la palabra escrita se transforma en el último recurso para satisfacer la ilusión del contacto. ¿Un cambio en la cultura? 

Todos los seres vivos de la Tierra podrían tener antepasados marcianos. No es una novela de Asimov, ni tampoco el delirio de algún seudocientífico trasnochado. Todo lo contrario: se trata, ni más ni menos, de una muy respetable hipótesis que actualmente está siendo seriamente considerada por astrónomos y biólogos. La idea no sólo es espectacular e inquietante, sino que también se apoya en buenas evidencias, buenos argumentos y en las más modernas teorías sobre el origen y desarrollo del Sistema Solar. Y, según parece, habría que reconsiderar nuestra chapa de terrícolas. 

El progreso, que durante dos siglos fue una idea que ocupó el centro del esquema cultural y científico de Occidente, hoy tiene mala prensa: no sólo por los abusos que se cometieron en su nombre, sino también porque la idea en sí misma es muy problemática, tanto en lo social como en lo biológico. Sin embargo, sigue siendo una intuición poderosa, a la que algunos científicos tratan de formalizar y dar sentido. El español Jorge Wagensberg, físico, escritor y director del Museo de las Ciencias de Barcelona, cree que la idea de progreso se puede recuperar -e in-cluso medir- desde la teoría de la compleji- dad y las ciencias de la Información. 

De cara a las ya próximas Sociedades del Conocimiento, el fracaso en la enseñanza científica contribuye a ampliar los modelos de exclusión y a ensanchar las brechas socioculturales, en un mundo cada vez más dependiente, y cada vez basado más en los productos y resultados de la ciencia y la tecnología. En una entrevista al Dr. en Física Teórica, Licenciado en Filosofía y Matemáticas, Gérard Fourez, uno de los especialistas en el tema, se explaya y describe su versión del problema dentro de la corriente socio-constructivista que él mismos contribuyó a crear. Consecuente con sus ideas, utiliza el reportaje para estimular la reflexión sobre temáticas ya cosificadas . 

El cáncer ya no es lo que fuera. A medida que se perfeccionan las terapias disponibles y se suman otras nuevas, cada vez es mayor el número de casos que pueden curarse. Aquí va entonces un estado de situación de las distintas terapias en experimentación . 

Todo termina. Un dolor de estómago, una película, una pareja estable, la vida humana, la naturaleza, la Tierra, el Sol, la galaxia y hasta el cosmos mismo tendrán un final. Sólo es cuestión de tiempo. Basta con comprender que aun el final del universo llegará algún día para hacer carne este axioma en toda su dimensión. Incluso todo el conocimiento acumulado hasta el momento y el que falta acumular no serán siquiera un chispazo en la oscuridad del todo. 

A doscientos años del famoso ensayo de Thomas Malthus, el problema de cómo alimentar a toda la humanidad sigue vigente, más allá de la creciente injusticia en la distrubución de la riqueza mundial. Así como Malthus no previó el aumento de productividad mediante la tecnología, tampoco imaginó el deterioro ambiental. Si no se pone un freno a sí misma, la humanidad puede agotar las reservas.