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En el primer año de la famosa pastilla azul

De japoneses y Viagra

Por Esteban Magnani

Los hábitos sexuales de los japoneses, a pesar de ser un gran tabú en esta sociedad milenaria, suelen llamar la atención de los habitantes del “lejano occidente”. En los últimos siglos el marfil molido, los testículos de animales varios, plantas, inyecciones, pescados e incluso venenos, han sido utilizados como afrodisíacos por los japoneses, en muchos casos con precios exorbitantes. El mercado del sexo en el pequeño y poderoso país oriental es una fuente inagotable de recursos. Y, dentro de este marco nacional, el Viagra en su primer año de vida en el mundo está levantando varias polémicas.

Occidentalización sexual

En los últimos años, dentro del proceso de occidentalización de su país, los japoneses han incluido nuevos productos en sus viejos hábitos de seducción y goce: por ejemplo, la industria cosmética ha sufrido un gran empuje; no por un “revival” del estilo geisha hipermaquillada, sino por los miles de adolescentes de sexo masculino que cubren sus rostros con sensuales colores. En este contexto de alto consumo de afrodisíacos, no es de extrañar que, a un año de su aparición en el mercado, las potencialidades del Viagra establecieran a la nueva droga como una necesidad casi básica en Japón, el país con mayores expectativas de vida del mundo para los hombres.

Pero no es un problema cronológico: la relación entre impotencia y edad no es tan simple como podría suponerse: “Si bien la edad es un factor que va junto a la impotencia, por sí sola no es suficiente. En realidad la causa principal es la hipertensión arterial. Como la dieta japonesa no favorece a la hipertensión, tampoco es eso”, explica el urólogo Amado Bechara, uno de los siete investigadores encargados de probar el Silderafil en la Argentina (nombre del Viagra en el país), que trabaja en el sector de disfunciones sexuales del Hospital Durán, es director médico del Instituto Médico Especializado y Docente de la Facultad de Medicina (UBA). El consumo de afrodisíacos parece responder a cuestiones culturales más difusas y profundas -sin olvidar la enorme capacidad de consumo del Japón- y empuja al crecimiento de esta industria, Viagra incluido.

La velocidad del Viagra

El sistema de control farmacéutico de Japón es uno de los más exhaustivos del mundo. Por ejemplo, la píldora anticonceptiva de uso femenino que se utiliza comúnmente en la mayoría de los países, aún no ha sido aprobada en la tierra de los relojes digitales, a pesar de diez años de pruebas y contrapruebas. El Viagra, en cambio, fue aprobado en sólo 6 meses. Al parecer los 204 burócratas encargados de su aprobación (entre los que se contaban sólo cuatro mujeres) no estaban dispuestos a esperar. Y no es que antes no se consiguieran las pastillitas azules en la isla. Eso sí, se llegaron a pagar a precio de oro azul -que, si existiera, sería carísimo-: hasta 400 dólares en el mercado negro.

Las diferencias de velocidad de aprobación entre ambas levantaron algunas voces de queja en la tradicional sociedad japonesa que criticaron la actitud del Ministerio de Salud y Bienestar: Hiroko Hara, una antropóloga líder de la Red Japonesa por la Mujer y la Salud, aseguró que se haya aprobado una pastilla sí y la otra no “es sólo una cuestión de géneros”.

En realidad hay otras causas que podrían explicar la política farmacéutica japonesa, por lo menos en lo que a Viagra y las pastillas anticonceptivas se refiere. El gobierno está preocupado por el alicaído promedio de nacimientos por mujer de los últimos años: 1,39 bebés, es decir bastante por debajo de la cantidad (tasa de reposición) necesaria para poder mantener, por lo menos, un número estable de japoneses, aunque el problema está contrarrestado, de alguna manera, por su gran expectativa de vida. Es posible pensar que ante esta situación de potencial vaciamiento demográfico cualquier elemento que incentive la reproducción de sus coterráneos será bienvenida por el gobierno, mientras que aquella que atente contra la concepción tenderá a ser dejada de lado.

La asimetría japonesa

Pero no todo es demografía en esta vida y las consecuencias del ingreso de la tecnología a cualquier sociedad genera problemas: la nueva fogosidad de los hombres parece estar generando discusiones en los lechos japoneses. Según declaró Tomoko Adachi, un ginecólogo de la Universidad Médica de Mujeres en Tokio, nada menos que al New York Times, “es claro que muchas japonesas no quieren el Viagra en sus vidas. Un número considerable de posmenopáusicas viene a quejarse de que a ellas no les gusta el sexo porque es incómodo o, incluso, doloroso.” Por lo cual, la opción queda fuera de casa.

Según el doctor Bechara, “hay una confusión muy común con respecto al Viagra. Este actúa nada más que favoreciendo la erección, pero no tiene nada que ver con el deseo. En todo caso si la mujer no le gustaba a su marido, o al revés, va a seguir siendo así. Lo que permitiría el Viagra es que esa falta de atracción se haga evidente cuando el hombre pueda satisfacer su deseo y elija a otra persona. Es decir que sólo se intensifica un problema que ya estaba. Lo que yo creo percibir en algunos casos en mi profesión, acá en el país, es que hay una cuestión de poder que tenía la mujer frente al hombre con disfunciones, que cambia de signo a causa del tratamiento. Esto sucede en muchos lugares del mundo”.

Para colmo, además de las caras largas y las desavenencias que genera en Japón, no son pocos los que temen que la combinación de las pastillas anticonceptivas (que serían aprobadas en breve) con un aumento de las relaciones extramaritales, estimuladas por el Viagra, den por resultado un deterioro de las tradiciones morales y el aumento de las enfermedades venéreas. La mejor solución, para algunos médicos, sería una especie de dos por uno: un tratamiento hormonal a las japonesas -similar al que reciben habitualmente las occidentales de países desarrollados- que estimule su deseo paralelo al tratamiento con Viagra de los hombres. Obviamente, el tratamiento con hormonas no es por cuestiones de libido, sino por algunos síntomas posmenopáusicos (como por ejemplo la osteoporosis). Según Bechara, “el campo todavía no está muy investigado: recién hace un año en EE.UU. y en la Argentina se está viendo qué pasa con la sexualidad femenina. Por otro lado, si bien es cierto que hay una comprobada relación entre tratamientos hormonales en mujeres que los necesitan por otras razones y aumento del deseo, esto no significa que todas las mujeres posmenopáusicas lo necesiten. Este puede mantenerse intacto.”

El Viagra ha demostrado ser mucho más que un producto químico más y está produciendo desequilibrios nuevos en las relaciones sociales. Por el bien de los hogares japoneses es deseable que se encuentre una solución pacífica al conflicto que devuelva la armonía a los hogares y evite que el agua de arroz llegue al río.