Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
secciones

En busca del equilibrio perdido

La ciencia y la respuesta a la superpoblación

Por Andrés Ripoll *
El País

Afirmar que la Tierra está afectada por problemas a escala global posiblemente no es muy original, y, sin embargo, éstos existen y son muy difíciles de solucionar por su complejidad y por las fuertes dependencias de unas actividades con otras. Por ejemplo, la población mundial se ha doblado en los últimos 50 años y, según la ONU, en el 2050 el mundo albergará unos 10.000 millones de personas. Alguien puede preguntarse por qué no se reduce este crecimiento y en realidad, sí se está reduciendo ya que actualmente la población mundial aumenta en 80 millones de personas por año cuando hace cinco años eran 85 millones y en el año 2050 se espera que sólo crezca en unos 40 millones de personas por año. Pero sigue siendo un crecimiento; la población global no disminuye, sino que aumenta.

¿Es esto realmente un problema de interdependencia? Sin duda. Veamos algunos ejemplos. A esta población hay que alimentarla, así la producción mundial de pescado capturado en los océanos pasó de 20 millones de toneladas a 100 millones de toneladas en los últimos 50 años, se multiplicó por seis cuando la población mundial, como hemos visto antes, sólo se dobló. En realidad, los seres humanos hemos comido más pescado -120 millones de toneladas- que el capturado. Cien millones de toneladas es el máximo que puede pescarse sin destruir los caladeros. El resto, unos 20 millones de toneladas, lo hemos tenido que producir por acuicultura -granjas de peces-, con todos los problemas asociados de generación de alimentos, consumo de energía, etcétera, que estas técnicas llevan aparejadas.

Otro ejemplo es el consumo de agua. En los últimos 50 años hemos pasado de consumir unos 1.500 kilómetros cúbicos de agua dulce a unos 5.000 kilómetros cúbicos, es decir, hemos multiplicado por 3,3 el consumo cuando sólo hemos doblado la población. El mayor incremento corresponde a la agricultura, necesaria para alimentar a la población, que ha triplicado el consumo. Lo más grave es que a este ritmo de crecimiento se alcanza el límite de agua disponible al año en el año 2025. Claro está que hay mucha más agua en la Tierra, todos los océanos, pero no es potable y potabilizarla requiere el consumo de grandes cantidades de energía, con la consiguiente producción de contaminación, calentamiento de la Tierra y demás.

Con este telón de fondo, el Foro de Megaciencia de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) organizó el año pasado, bajo el título Asuntos a escala global, unas jornadas de trabajo a propuesta de Japón. Por rigurosa invitación acudimos a Estocolmo noventa personas entre científicos de diversas ramas, políticos, lideres sociales y periodistas. El objetivo era un examen crítico del papel que la ciencia debe jugar proporcionando juicios integrados y consejos en asuntos importantes a escala global a los agentes oficiales de los gobiernos y a los que tengan que tomar decisiones. El primer día se dedicó a repasar las experiencias pasadas. Se invitó a expertos de renombre a presentar temas tales como el cambio climático, polución del aire y lluvia ácida, biodiversidad, deforestación, etc. y el aspecto de la transferencia de información entre los científicos y la comunidad política. En el segundo día se llevaron a cabo tres sesiones paralelas sobre océanos, uso de la tierra y producción de alimentos, y biodiversidad. El tercer día se enfocó hacia las recomendaciones, posibles acciones futuras y conclusiones. El eje fundamental de los tres días fue la definición del nuevo concepto de integrated assesment que podría traducirse por “juicios integrados”. Un concepto que permitirá una relación interactiva entre los científicos y los políticos y que se realimentará para que, de alguna forma, se tomen decisiones racionales que permitan una vida de calidad en el sistema global de la Tierra.

La Tierra como habitáculo de la especie humana es un sistema muy complejo. Nosotros somos quienes la disfrutamos, pero también quienes creamos la mayor parte de los problemas, quienes los sufrimos y quienes tienen que poner remedio. Antes de que apareciera el Homo sapiens seguro que nacieron y se extinguieron otras muchas especies, el aire estuvo exento de oxígeno o con anhídrido carbónico, la temperatura ambiente fue muy baja o muy alta, sin que nada de ello representara un problema para el sistema global de la Tierra. Los problemas nacen con la dimensión humana porque es la única especie con inteligencia reflexiva.

Además de alguno de los problemas globales mencionados antes podríamos añadir el de la energía, la desertificación, la capa del ozono, la resistencia del ecosistema, la pobreza (decía Indira Gandhi que la pobreza es la peor contaminación), la igualdad, la entidad étnica y un largo etcétera. Cuando se intenta resolver alguno de estos problemas, invariablemente se incide, muchas veces desfavorablemente, en los otros. La pregunta fundamental es si hay alguna solución global. Somos muchos los que estamos convencidos que debe haberla, hay que creer en la inteligencia humana, y de la misma forma que hemos sido capaces de hacer modelos matemáticos del caos tendremos que lograr modelos que reproduzcan con gran fidelidad el sistema global de la Tierra incluyendo la dimensión humana.

* Andrés Ripoll es delegado español en el Foro de Megaciencia de la OCDE.