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Astronomía: hoy una nave se estrellará contra la Luna

El kamikaze lunar en busca de agua

Hoy, mientras usted lee esto, la pequeña nave de 160 kilos Lunar Prospector se está estrellando en la Luna a la modesta velocidad de 5000 km/h para comprobar algo que se estuvo barajando durante mucho tiempo: la existencia de agua en la luna. El resultado de este experimento triste para el Lunar Prospector, quien morirá en el intento, puede tener alegres consecuencias en el desarrollo venidero de la ciencia y la aventura interplanetaria.

Por Mariano Ribas


Hay finales y finales. Y el que le espera al pobre Lunar Prospector no es de los mejores: hoy, la pequeña nave de 160 kilos terminará sus días estrellándose contra un oscuro cráter, cercano al polo sur de la Luna. Lo que a primera vista parecería un alocado acto suicida, no es tal cosa. En realidad, todo está perfectamente programado por los científicos de la NASA, que esperan que la última –y más espectacular– misión de la sonda, confirme de una vez por todas lo que muchos sospechan: la existencia de millones y millones de toneladas de hielo (agua) en las regiones polares del satélite donde, hace treinta años, el hombre hizo su primera experiencia extraplanetaria.
Un inspector lunar
La vida del Lunar Prospector (“Inspector Lunar”) ha sido corta, pero muy intensa. El 6 de enero de 1998, la nave fue lanzada al espacio por un cohete de la NASA, y cinco días más tarde comenzó su tarea. Dando una vuelta alrededor de la Luna cada dos horas, y siempre pasando por encima de los polos (órbita polar), la sonda comenzó un completo relevamiento geológico de la superficie lunar, desde una altura de apenas 100 kilómetros.
Y al poco tiempo, el pequeño inspector –un poco más grande que un lavarropas– dio que hablar: a principios de marzo del año pasado, uno de sus instrumentos (el espectrómetro de neutrones) detectó posibles señales de agua congelada en ambas regiones polares. Inmediatamente, la noticia dio la vuelta al mundo. Pero no sorprendió tanto a los astrónomos, porque cuatro años antes, la sonda espacial Clementine había detectado algo parecido, aunque de modo bastante confuso. El Lunar Prospector, que recién comenzaba su misión, estaba mucho mejor equipado que su predecesora. Y encima, volaba cuatro veces más cerca de la superficie selenita.


¿Cuánta agua?
Sin embargo, la navecita no había detectado el hielo lunar en forma directa: en realidad, su espectrómetro registró la presencia de grandes cantidades de hidrógeno en ambas regiones polares. De todos modos, la mejor explicación para todo ese hidrógeno era la presencia de agua vivita y coleando, aunque congelada. Pero... ¿cuánta agua congelada? Las primeras estimaciones de los científicos eran bastante imprecisas: desde 10 millones de toneladas de hielo, hasta 300 millones, sumando ambas zonas. Pocos meses más tarde, cuando el Lunar Prospector “bajó” su órbita a unas pocas decenas de kilómetros por sobre la superficie, los datos comenzaron a afinarse. Incluso, pudo medirse con cierta precisión la extensión de los territorios helados: en el Polo Sur, el hielo se encontraría en un área de 5 a 20 mil kilómetros cuadrados. Y en el Polo Norte, estaría desparramado en un área de entre 10 y 50 mil kilómetros cuadrados. Todo ese hielo, que estaría apenas enterrado en el suelo lunar, sumaría no cientos, sino miles de millones de toneladas. Y su origen y permanencia en la Luna son un capítulo aparte.


Cráteres oscuros y cometas
Efectivamente, la existencia de agua congelada en ciertas regiones lunares dispara algunas preguntas fundamentales: ¿de dónde salió, y cómo sigue allí? La Luna no sólo es un lugar seco, inhóspito y carente de atmósfera. También es infernalmente cálida de día (mas de 100 grados de temperatura), e insoportablemente fría de noche (100 grados bajo cero). Sin presión atmosférica y con temperaturas tan altas, el agua líquida es directamente imposible. Lo mismo vale para el hielo, pero con algunas raras excepciones: hay lugares de la Luna donde la oscuridad es eterna, donde nunca llega el más tímido rayo de luz, y donde el frío es pavorosamente constante. Esos lugares son ciertos cráteres ubicados cerca de los polos. Y es precisamente en esos sitios, donde la nave que hoy pasará a mejor vida, ha detectado las posibles huellas digitales del agua congelada.
Queda pendiente la pregunta del origen. Y bien, es casi seguro que la fuente de todo ese hielo lunar, todavía hipotético, hayan sido los cometas. Hace miles de millones de años, en la infancia del Sistema Solar, estos frágiles cuerpos de roca y hielo deambulaban descontroladamente por la vecindad planetaria, estrellándose continuamente contra planetas y lunas, aportándoles generosas cantidades de agua. La Luna no habría sido la excepción. Y los reservorios ocultos de hielo que hoy quedan en sus polos serían, ni más ni menos, que los restos de aquellos cometas.


El corazón de la Luna
Es hora de volver al Lunar Prospector. El asunto del posible hielo lunar hizo tanto ruido, que eclipsó otros valiosos logros de la nave. Entre ellos, sus detalladas mediciones gravitacionales que, hace unos meses, condujeron a una precisa estimación del tamaño del núcleo de la Luna. Los datos del Prospector sugieren que se trataría de una esfera de hierro de alrededor de 700 kilómetros de diámetro (el diámetro de la Luna es de 3476 km). Y que su masa sería de apenas el 2 por ciento de la masa lunar total. Muy poco teniendo en cuenta que el núcleo de la Tierra contiene nada menos que el 30 por ciento de su masa. Todo esto no hace más que reforzar la hipótesis que dice que hace 4500 millones de años, un cuerpo tan grande como Marte (o aún mas), chocó contra la Tierra, provocando una nube de escombros que salieron disparados hacia el espacio. Esos escombros, que por provenir del manto terrestre eran muy pobres en hierro, habrían formado a nuestro satélite. De ahí, la relativa pequeñez de su núcleo de hierro. Pero hay más: el legado del Prospector incluye detallados mapeados topográficos, la detección de una amplia variedad de elementos químicos (como el torio, el potasio, el aluminio y el silicio), y la medición del campo magnético de la Luna. De todos modos, lo más probable es que esta sonda espacial pase a la historia por lo que suceda justamente hoy.


Un impacto calculado
Y si, hoy, después de 18 meses de tareas, el pequeño Prospector terminará sus días como un verdadero kamikaze: realizará un espectacular clavado de despedida contra la superficie de la Luna. Pero no en cualquier parte: los controladores de la misión dirigirán su trayectoria para que la nave se estrelle contra un oscuro y anónimo cráter de 50 kilómetros de diámetro, ubicado cerca del polo sur lunar. No se trata de una simple prueba de puntería. En realidad, los científicos de la NASA han elegido cuidadosamente ese blanco por una razón muy sencilla: este cráter es una de las zonas de la Luna donde el Prospector detectó los posibles indicios del agua congelada. ¿Y con eso qué?, uno podría preguntarse. Hay que tener en cuenta que hoy el Prospector se convertirá en un bólido que chocarácontra la Luna a una velocidad de casi 5000 km/hora. Y si en el lugar elegido hay hielo, la colisión generará una considerable nube de vapor de agua. La cuestión es que esa nube de vapor, si realmente se produce, podrá ser observada: los atentos ojos del Telescopio Espacial Hubble estarán clavados en la zona de impacto para detectar cualquier signo de agua en el momento crucial. Entonces, ya no se trataría de evidencias indirectas, sino de pruebas pesadas, bien concretas. Así, el último acto del Prospector daría lugar a una sensacional demostración de la existencia de agua en la Luna.


Implicancias
Más allá de develar la apasionante incógnita científica, lo que hoy suceda podría tener importantes implicancias futuras. La existencia de hielo en las regiones polares de la Luna allanaría el camino de futuras misiones tripuladas e, incluso, facilitaría enormemente la instalación de bases lunares permanentes. No es lo mismo tener que llevar el agua a la Luna, que sacarla de allí. Desde el punto de vista económico y práctico, la diferencia entre una y otra posibilidad es abismal. Incluso, los astronautas podrían separar el oxígeno del agua no sólo para respirarlo, sino también para utilizarlo como combustible de naves y cohetes. Sin embargo, todo este escenario es bastante lejano, y permanece en el terreno de la ciencia ficción. Ahora, en lo inmediato, sólo resta esperar los resultados de la heroica zambullida final del kamikaze lunar.