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Vacunas de ADN

¡Arriba las manos, o te disparo este gen!

por Raúl A. Alzogaray

La idea de vacunar con genes surgió de la intersección entre la biología molecular y la inmunología. Las vacunas de ADN (la sustancia de la que están hechos los genes) están siendo probadas en animales de laboratorio y seres humanos. Las grandes empresas dedicadas al desarrollo de vacunas consideran prometedores los resultados obtenidos hasta el momento. Sumamente prometedores, a juzgar por los cientos de millones de dólares invertidos en el tema.
Pero el contenido de las vacunas no es lo único que ha cambiado últimamente. Para aplicarlas, las agujas y jeringas tradicionales han sido reemplazadas por pistolas que disparan genes.
Sistema inmune, el memorioso
El objetivo de la vacunación es prevenir las enfermedades infecciosas de origen microbiano (virus, bacterias, organismos unicelulares). Las vacunas convencionales contienen los mismos microbios que producen esas enfermedades, pero muertos o modificados para que no puedan producirlas. Cuando estos microbios ingresan al organismo a través de la vacunación, el sistema inmune empieza a trabajar sobre ellos.
Lo primero que hace es detectar la presencia de moléculas ajenas. Estas moléculas se llaman antígenos. Muchos antígenos son proteínas presentes en la superficie de los microbios. Reconocidos los antígenos ajenos, se activan varios mecanismos destinados a eliminar a los invasores (fabricación de anticuerpos, movilización de células asesinas).
La posesión de memoria es uno de los atributos del sistema inmune. Los microbios introducidos mediante la vacunación son sacados del medio, pero su paso por el organismo será minuciosamente recordado. La próxima vez que a microbios similares se les ocurra meterse en ese mismo organismo (una infección real), el sistema inmune estará preparado y contraatacará a los invasores en forma más rápida y eficiente que la primera vez. En la buena memoria del sistema inmune descansa el éxito de la vacunación.
Eliminar al intermediario
Dentro de las células, los genes sirven de moldes para fabricar otra molécula, llamada ARN, que a su vez sirve de molde para fabricar proteínas. Ya que muchos antígenos de microbios son proteínas, el razonamiento para fabricar vacunas de ADN fue eliminar el intermediario. En vez de vacunar con el microbio entero, vacunar solamente con alguno o algunos de sus genes. Los genes elegidos para formar parte de las vacunas son precisamente aquellos que sirven de molde para fabricar antígenos.
Para que esto funcione, el ADN microbiano tiene que meterse dentro de las células del individuo vacunado. Una vez adentro, la maquinaria celular del huésped lo usará para fabricar antígenos que luego serán reconocidos como tales por el sistema inmune.
Pero dentro de las células, los fragmentos lineales de ADN tienden a degradarse rápidamente. Para salvar esta situación, se construyen moléculas circulares de ADN, que son mucho más estables. Cada círculo, llamado plásmido, contiene uno o varios genes microbianos. Los plásmidos, además, pueden replicarse dentro de la célula que los hospeda. Esto asegura que, cuando la célula se divida, cada una de las células hijas recibirá el plásmido.
A mí no me pinchan la cola
Una forma de vacunar con ADN es disolverlo en agua con sal e inyectarlo con una jeringa en forma intramuscular, intravenosa o intradérmica. Existe otra forma que no implica pinchazo: usar una pistola de genes.
Las pistolas de genes disparan partículas microscópicas de oro recubiertas con ADN. Las pistolas contienen helio (gas inerte) presurizado. En el momento del disparo, el helio acelera las partículas hasta una velocidad superior a la del sonido. Las partículas impactan las capas superficiales de la piel de los animales de laboratorio y liberan el ADN dentro de las células epidérmicas.
Aún en etapa experimental, se espera que las vacunas de ADN carecerán de las desventajas presentadas por las vacunas convencionales. Técnicas rutinarias de laboratorio relativamente simples permitirán la producción masiva de los plásmidos necesarios. Y no habrá posibilidad de que estas vacunas produzcan la infección que intentan prevenir, cosa que puede llegar a ocurrir cuando se vacuna con microbios vivos.
En humanos y otros bichos
Algunas vacunas de ADN ya fueron probadas en seres humanos. Plásmidos con genes de los microbios de la hepatitis y el sida produjeron buenas respuestas inmunes y no se observaron efectos secundarios.
También se probaron vacunas contra tumores. El cáncer no tiene un origen infeccioso, pero existe evidencia de que el sistema inmune puede contribuir a la eliminación de ciertas formaciones tumorales.
Los especialistas estiman que pasarán entre 5 y 10 años antes de que las vacunas de ADN alcancen un uso masivo. Ese será el tiempo que tomará estudiar qué tan seguras y efectivas pueden llegar a ser.
Otro campo que espera con expectativa las nuevas vacunas es el veterinario. Las actuales vacunas para el ganado contienen coadyuvantes (sustancias que contribuyen a hacerlas más efectivas). Pero los coadyuvantes suelen generar reacciones de tipo alérgico en los animales. Además, se distribuyen por todo el organismo, incluida la carne que luego irá al mercado. Las vacunas de ADN no requieren coadyuvantes y no presentarán, por lo tanto, estos efectos indeseados.
Aun así, será inevitable que se planteen preguntas como las que surgen al considerar las plantas transgénicas (esas plantas que contienen genes de bacterias): Si las vacas fueran vacunadas con ADN de microbios, ¿usted se comería uno de sus churrasquitos?