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Biología: sobre los malos olores corporales

El gen del mal aliento

por Raúl A. Alzogaray

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida...”, escribió Oliverio Girondo (y recitó Darío Grandinetti, 70 años más tarde, en la película de la cama pirañera). Ciertamente, los alientos matutinos están mucho más próximos al insecticidio que a las virtudes de Afrodita. Las más de las veces, un buen cepillado de dientes es suficiente para deshacerse del problema. Pero algunas personas tienen mal aliento permanente. Los dentífricos y enjuagues bucales les resultan inútiles. Su mal aliento es una enfermedad que, al menos en algunos casos, tiene un origen genético. Es poco conocida, incluso entre los médicos, y tiene varios nombres. Uno de ellos es Síndrome del Olor a Pescado.

Malos alientos reales e imaginarios
Las causas del mal aliento son diversas. Se conocen más de 20 especies de bacterias que viven en la boca y contribuyen a formarlo. Eliminarlas no sería una buena idea. Su presencia ayuda a mantener a raya otro microorganismo, una levadura llamada Candida. Cuando las bacterias faltan, la boca es infectada por la levadura.
La parte posterior de la lengua es una fuente potencial de aromas no gratos. En ese lugar se depositan fluidos provenientes de las fosas nasales que, bajo la acción bacteriana, liberan sustancias malolientes. Trastornos de las encías, limpieza incompleta de los dientes, infecciones en la garganta son otros generadores de mal olor bucal.
Lo que se come afecta la composición, y por lo tanto el aroma, del aliento. Quienes hacen dietas rigurosas tienen un aliento característico, porque su metabolismo está siguiendo caminos que no acostumbra transitar cuando la alimentación es completa. Por otra parte, las consecuencias de ingerir alimentos generosamente aderezados con ajo son por todos conocidas.
El mal aliento también puede ser imaginario. La bibliografía especializada describe personas atormentadas por hálitos bucales tan desagradables como inexistentes. Van de profesional en profesional durante años, se higienizan obsesivamente la boca, están todo el tiempo buscando formas de enmascarar el problema. Los casos extremos incluyen aislamiento social, extracción de dientes y suicidios.

Gen mutado, enzima defectuosa
El Síndrome del Olor a Pescado, también conocido como trimetilaminuria, se debe a una falla en el metabolismo de las proteínas. Los responsables son un gen mutado, una enzima defectuosa y un aminoácido llamado colina.
Las proteínas son largas cadenas de aminoácidos. Las bacterias que viven en el intestino las rompen en cadenas cortas o, directamente, en aminoácidos sueltos que luego pueden ser transformados en sustancias aún más simples.
El aminoácido colina es transformado, precisamente, en una sustancia más simple: la trimetilamina. Ella es la que huele a pescado. Usualmente, una enzima fabricada en el hígado convierte la trimetilamina en una sustancia inodora que es eliminada con la orina. En las personas que sufren trimetilaminuria, esa enzima está presente pero funciona mal. O no funciona en absoluto. Entonces, la maloliente trimetilamina se acumula y abandona el organismo por donde puede: el aliento, el sudor, la orina.
La incapacidad de la enzima hepática para cumplir su función se debe a mutaciones en el gen que indica cómo fabricarla. Se conocen unas 10 mutaciones en ese gen, o sea 10 versiones diferentes de enzima defectuosa. Como la intensidad del olor no es igual en todos los pacientes, los especialistas creen que distintas intensidades corresponden a la presencia de distintas mutaciones.
No existe cura para la trimetilaminuria. Una forma de disminuir el olor desagradable es dejar de comer alimentos con alto contenido de colina (huevos, legumbres) o de trimetilamina (pescado).

Una enfermedad quizá no tan rara
La primera descripción médica de un caso de trimetilaminuria fue publicada en los años ‘70. Hasta la fecha, en todo el mundo, se han informado menos de 100 casos. Sin embargo, de acuerdo con un artículo publicado por la revista Science News en mayo pasado, es probable que la enfermedad sea más frecuente de lo que parece. Los especialistas opinan que los médicos no están familiarizados con ella. A quienes la sufren puede tomarles años encontrar un profesional que la identifique, si es que lo encuentran.
El Dr. Harry McConnell, del Hospital de la Universidad del Rey (Londres), estimó que posiblemente 1 de cada 10.000 personas sufre trimetilaminuria. Esta proporción es comparable a la de otra enfermedad de nombre largo, la fenilcetonuria, que también consiste en la imposibilidad de metabolizar un aminoácido. La fenilcetonuria puede ser diagnosticada desde el nacimiento y tratada con dietas y drogas. La ausencia de tratamiento temprano puede provocar retardo mental y trastornos del sistema nervioso. Pero, a diferencia del Síndrome del Olor a Pescado, su existencia está lo suficientemente difundida como para que los envases de algunos productos alimenticios adviertan que no son aptos para ser consumidos por quienes la padecen.
En marzo pasado, se realizó el Primer Taller Internacional sobre Trimetilaminuria, en el estado norteamericano de Maryland. Lo auspiciaron la Oficina de Enfermedades Raras de ese país y otras organizaciones internacionales. Asistieron unos 30 profesionales de todo el mundo y varios pacientes. Uno de los objetivos del Taller fue elaborar una bibliografía exhaustiva del tema (más de 400 referencias que pueden ser consultadas en la siguiente página de Internet: http://www.nlm.nih.gov/pubs/cbm/trimethylaminuria.html).
Los expertos confían en desarrollar pronto un mejor método de diagnóstico (el actual implica un empeoramiento temporario de los síntomas), y disipar la aflicción de quienes sufren trimetilaminuria y desconocen que puede ser aliviada.