Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
secciones

Ciencia y moda

Aritos bajo sospecha

Por Agustín Biasotti

Qué tienen en común el cantante de ANIMAL y la modelo Débora De Corral? Aritos, en lugares en donde hasta no hace muchos años a nadie se le hubiera ocurrido ponerse. Mientras que el primero los lleva en ambas cejas, la segunda ha convertido a su ombligo en el centro de las miradas. Pero ahí no termina la cuestión, basta echarles una ojeada a las revistas especializadas para caer en la cuenta de que los cultores de esta moda llamada Body Piercing no perdonan ninguna parte de su cuerpo a la hora de colgar aritos, cadenitas, alfileres de gancho o cualquier otro objeto punzante que caiga en sus manos. Lenguas, labios, narices, pezones u órganos genitales de ambos sexos son lucidos, perforados y adornados, con orgullo.
Pero quienes son fieles devotos de esta moda se toparon a fines del año pasado con una noticia no muy grata: según la Academia de Dermatología de Estados Unidos, el número de reacciones alérgicas al níquel, uno de los metales más utilizados en la joyería corporal, se ha incrementado notoriamente. Mientras que en los ‘80 la incidencia de este tipo de alergias era de un 10 por ciento, a mediados de los ‘90 ya había trepado a un 14,3 por ciento.
La culpa es del níquel
A primera vista, uno puede sucumbir ante la tentación de cargar con todo el peso de la culpa del aumento de las alergias a esta moda. Lo que no está mal o, al menos, no del todo mal. No es que el uso de joyería corporal sea intrínsecamente insalubre, sino que la extensión de esta costumbre brinda la oportunidad (nada grata) de descubrir y experimentar la condición, hasta ese momento inadvertida, de ser alérgico al níquel.
Y es que las reacciones alérgicas a este metal, comúnmente utilizado en una amplia gama de aleaciones, no son nada nuevo. Las mujeres las han padecido desde aquel primer día en que adoptaron el uso de aritos y cadenitas como una facultad propia del género. Con el tiempo, y a medida que la costumbre fue desatando los lazos que la mantenían atada a la femineidad, la ampliación de su uso al varón sumó nuevas víctimas del níquel.
Por otra parte, la multiplicación de regiones corporales a adornar que el body piercing propone, también aporta su granito de arena. No porque alguna parte del cuerpo humano sea especialmente sensible –la condición de alérgico afecta a la piel en toda su extensión–, sino por el simple hecho de que si a una persona nunca la atrajo colocarse aritos en las orejas, puede que se vea seducida por colocarse alfileres de gancho en la nariz o en cualquier otra parte.
Elija una solución
En cuanto a las soluciones para este problema, que por lo general no reviste mayor gravedad, esquemáticamente son dos. La primera –un tanto extremista, por cierto– es la que promueven las madres y/o padres que venllegar a su hijo/a adolescente con un arito en la nariz, y que consiste en prohibir la utilización de estos adminículos en todas sus formas. La segunda, que cuenta con la reflexiva aprobación de los dermatólogos, sugiere que, en tanto las alergias cutáneas que experimentan aquellas personas que se colocan estos elementos son ocasionadas por el níquel, basta con evitar la joyería corporal que incluyan al alergénico metal.
Esta segunda opción se hace extensible a toda una amplia gama de elementos que suelen estar elaborados con níquel y que por estar en contacto con la piel son potenciales amenazas para la misma. Los más comunes: algunas mallas de relojes y ciertos botones de los jeans.