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Opinion

Hay que revertir
la marginalidad
de la ciencia

Por Mario Albornoz *


Hay una situación que revertir con urgencia: la ciencia y la tecnología ocupan hoy un lugar marginal en Argentina. Esto es el resultado de dilapidar un capital que el país acumuló en el pasado y del que todavía se conservan huellas: aún hoy, pese a la crisis del sistema educativo, Argentina dispone de una densidad de científicos y tecnólogos, en relación con su población económicamente activa, que duplica la media de los restantes países de América Latina. Sin embargo, como lo saben bien quienes trabajan en el sector, éste es el único galardón comparativo, dado que el otro record es triste: somos también el país de la región que menos invierte en ciencia y tecnología. Si duplicáramos los recursos (meta poco probable de alcanzar en el corto plazo) no nos estaríamos poniendo a la par de los países industrializados, sino que a duras penas nos aproximaríamos a la situación de Chile y de Brasil.
En el mejor de los mundos
Las voces oficiales nos dicen que estamos casi en el mejor de los mundos, porque estaríamos cerca del punto de saturación y el dinero disponible alcanzaría para los buenos proyectos. Esto es una falacia evidente: en primer lugar, porque el déficit de recursos es financiado por los propios investigadores, tecnólogos y docentes universitarios, quienes reciben salarios de miseria a cambio de su trabajo.
En segundo lugar, porque con estos niveles es imposible incorporar nuevos investigadores y dar esperanzas de realización profesional a los jóvenes que aspiran a hacer ciencia. En este punto, no hay dudas de que la política actual alienta la migración de muchos de los talentos, que buscan en el exterior las condiciones que el país no les ofrece.
Mucho para agregar
Podemos agregar la obsolescencia del equipamiento, la imposibilidad de abordar proyectos costosos (olvidémosnos de la big science). Agreguemos que la falta de financiamiento diferenciado para sostener distintos tipos y niveles de investigación estimula una suerte de darwinismo en el que sólo sobreviven los “más aptos”.
Y finalmente, miremos los presupuestos de las instituciones científicas: pese al miserable nivel de los salarios, casi todos los recursos se destinan a ese rubro. ¿Vale la pena seguir rebatiendo el argumento de la presunta abundancia?
Con todo, la baja inversión no es la causa original de los males que padecen la ciencia y la tecnología en Argentina. Este abandono es consecuencia, a su vez, de la falta de un proyecto congruente orientado a lograr el desarrollo productivo y la modernización social, con criterios de equidad, en el cual la capacidad científica y tecnológica juegue un papel semejante al que desempeña en los países más avanzados. La crisis presupuestaria expresa la marginalidad de la ciencia y la tecnología en el escenario de los intereses dominantes hoy en el país. Esta situación es la que debe ser revertida: el gobierno de la Alianza tiene por delante la tarea de apoyar la ciencia y la tecnología, estimular la vocación científica de los jóvenes y, para ello, vincular estrechamente la políticacientífica y tecnológica con el conjunto de las políticas públicas en el esfuerzo de construir una sociedad moderna y solidaria.
Insertar a la ciencia
Pero la tarea de insertar a la ciencia en un proyecto ambicioso para el país exige, además, corregir la endogamia de algunos sectores de la comunidad científica. Muchos investigadores reclaman mayor atención por parte del estado pero parecen incapaces de comprender que el éxito de la ciencia y la tecnología depende de su inserción social. No solamente hay que invertir en ciencia, sino que es prioritario fortalecer (y en algunos casos, construir) los vínculos con la sociedad y la producción. Para ello, hay que actualizar los marcos conceptuales de la política científica y tecnológica. No hacerlo constituye la paradoja de un progresismo conservador. Retomar el camino no implica volver al pasado. Implica afrontar la novedad aprovechando mejor las oportunidades y corrigiendo las debilidades de la situación actual.
En el marco de una política nueva que conduzca a que la sociedad utilice plenamente el conocimiento para el logro de sus objetivos, será posible mejorar la situación de los investigadores. En ese marco global tiene sentido desarrollar una política científica y una política tecnológica con instrumentos diferenciados, pero con íntimas vinculaciones entre ambas, fortalecer la investigación básica, realizar opciones estratégicas fortaleciendo ciertas áreas prioritarias e integrar esfuerzos con los países del Mercosur.
La “sociedad del conocimiento”
Es preciso consolidar y modernizar las instituciones científicas, impulsar la investigación universitaria, estimular la inversión privada en investigación y desarrollo, fortalecer servicios científicos y tecnológicos de primer nivel, democratizar el sistema y ampliar la participación a los investigadores y a todos los sectores involucrados en el procesamiento social del conocimiento científico y tecnológico. A esto se alude con la expresión “sociedad del conocimiento”. La tarea que está por delante nuestro es construir una sociedad capaz de producir, distribuir con equidad y permitir la realización personal de todos sus ciudadanos. Sólo en el marco de un proyecto semejante, los científicos y tecnólogos pueden recuperar el sentido de la importancia de su trabajo, obtener el reconocimiento necesario y contribuir eficazmente a la construcción de un país mejor.

* Coordinador de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Fundación Auyero (Frepaso) y Consejero del Instituto Programático de la Alianza (IPA).