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Chicos
raros
Los
nuevos libritos de la colección Mate, dirigida por Arturo Carrera,
demuestran hasta qué punto la inteligencia y el buen gusto no están
necesariamente reñidos con la edición de libros.
por
Santiago Llach
Entre
las muchas acepciones de las que goza la palabra mate, la
colección homónima que dirige Arturo Carrera y edita bellamente
Juan Lagomarsino elige sin dudarlo la más argentina. Así
lo indica, en la cubierta de estos libros un poco más chicos que
un compact, un pequeño matecito blanco incrustado en el borde de
la ilustración de tapa. Y esta segunda camada de matecitos que
acaba de salir, integrada casi en un ciento por ciento por autores de
acá, sigue armando su mapa raro de la literatura argentina. La
nueva selección forma así: Haikus de César Aira,
Morse y otros textos de Arnaldo Calveyra, las autobiografías brevísimas
de Vidas platinas, por autores varios, y El matadero de Esteban Echeverría.
La camada anterior, que apareció en 1997 incluía, entre
otras cosas, redescubrimientos brillantes (ante todo, Salvadora Medina
Onrubia, novelista violenta casada con Natalio Botana y abuela de Copi),
extranjeros reapropiados (el énfasis más bien estaba puesto
en los traductores: Yves Bonnefoy y Pasolini por Carrera, y Catulo por
el joven cordobés Silvio Mattoni), y contemporáneos míticos
en busca de, por fin, ser leídos (Zelarayán, Perlongher
y Osvaldo Lamborghini).
Este efecto de lectura que los libros atractivos y accesibles de Mate
aportan es aprovechado en esta segunda camada, sobre todo, por El matadero,
un colado entre vírgenes. Ilustrada desde la tapa, apropiadamente,
por imágenes de otra guerra (la del Paraguay por Cándido
López) y no por la guerra contra Rosas que parió al texto,
la refriega sexual y barrosa de Echeverría se puede leer aquí
con los ojos del lector convertidos en aparatitos que miran otra vez,
que releen fuera del gran aparato que rodea al relato-que-inventó-nuestra-literatura
(y que, no hace falta decirlo, vuelve a ser un relato impresionante).
Siguiendo con el afán de anomalía, el gentilicio que designa
a los que viven en estas costas es reinventado en el título de
las Vidas platinas. Acá, otra vez, hay colados. Las fronteras se
ensanchan para que unos pocos uruguayos y chilenos (Neruda, Onetti, Horacio
Quiroga) acompañen a Borges, Arlt, Mallea, Baldomero, Ricardo Rojas,
Macedonio, Scalabrini Ortiz y unos cuantos varones más. En la breve
página que en su momento les concedían las revistas Leoplán
y Don Goyo, todos ellos ejercen contra la presión espacial el gesto
preferido de los intelectuales, la incredulidad, y a partir de ahí
buscan la risa del lector de entonces con efectos dispares. El éxito
o el fracaso le importan poco al lector de hoy, que se expone a una sensación
tierna y extraña: la de estar leyendo textitos que no esperaban
mucho más que el olvido, y en los que pese a todo, o tal vez precisamente
por esa fugacidad que prometía su circulación, estas figuras
gigantes no podían evitar pensar en el bronce.
Arnaldo Calveyra es un poeta entrerriano que vive hace años en
París. Recién esta década, y con más intensidad
los últimos dos años, nos han permitido descubrir una obra
bella y original, radical en su intento de recuperar la lengua de la infancia
para no perderlo todo. Morse calza con comodidad en una característica
que comparten la obra restante de su autor y la colección en que
es publicado: la indefinición de género. O más bien,
una mirada poética que se las arregla para soportar con felicidad
inusuallas formas narrativas, e incluso las formas de la crítica
en un escrito que une Pedro Páramo con una pieza del teatro Noh
japonés.
El primer autor repetido de Mate es César Aira novelista,
traductor y genio, según el sobrio rezo de amor de la contratapa.
Haikus es el monólogo de un linyera acreedor en una Buenos Aires
con clima apocalíptico. Siguiendo el modelo del Aira menos serio,
el mejor Aira reciente, el de Taxol, Haikus sugiere que, para volverse
raro, para derribar su propio mito, Aira va a empezar a hacer otra cosa,
por ejemplo a escribir poemas.
Informes
sobre la colección MATE: lagomarsino@lacasilla.com

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