Hay
humo en tus ojos
Pernicioso
vegetal
Alejandro Rozitchner
Sudamericana
Buenos Aires, 1999
212 págs. $ 15
por
María Sonia Cristoff
En
su libro anterior, El despertar del joven que se perdió la
revolución, Alejandro Rozitchner había prendido el
grabador, había puesto a hablar a una serie de personas sobre
la juventud y la violencia, y después había llamado
novela al resultado de la desgrabación. O al menos, ésa
era la impresión que se tenía al leerla. En Pernicioso
vegetal, la novela que acaba de publicar Sudamericana, no hay estudiantes
universitarios ni intelectuales dispuestos a dar respuestas a sus
inquietudes, pero algo del método todavía subsiste.
La larga noche de un chico que ahí se relata parece ser el
resultado de lo que captó un micrófono oculto en su
bolsillo.
En el principio de esa noche, Arturo maneja el Taunus desvencijado
de su padre por Federico Lacroze; se detiene en un semáforo,
aprovecha para prender un porro, un policía joven lo descubre.
El marche preso se convierte, por un par de hechos desestructurantes,
en un deambular juntos por casas de amigos, de masajes, de chicas
y de dealers. En principio, esperanzado, el lector puede pensar
que se trata de una apuesta al realismo nocturno contemporáneo.
Nada fácil, por cierto: todo demasiado próximo, todo
demasiado dicho. Y la clave parece estar en la lengua: acceder a
ese código nocturno como manera de develar el mundo que éste
sostiene. Pero ese recurso demuestra ser acá un naturalismo
mal entendido y es el que genera el efecto de conversaciones desgrabadas.
En los párrafos y diálogos llenos de re,
porrero, y de construcciones dialectales de la noche,
no se ve el trabajo intruso de un novelista sobre la lengua sino
más bien el reporte del trabajo de campo de un lingüista
(sólo que sin hipótesis y sin teoría).
Hay, por otra parte, mucho de iniciación en esta novela.
Los innumerables párrafos de apología de la marihuana
que Arturo desperdiga con perseverancia de pastor van haciendo efecto
en la cabeza de Horacio, el policía Arturo pensó
en la cantidad de porro que Horacio tendría que fumar para
estar satisfecho de sí mismo, para hacer que su sensibilidad
pudiera desplegarse y entregarle un mundo a cambio en el cual vivir.
Sabía que era así, que muchas personas duras y contenidas,
después de un tiempo de fumar marihuana se volvían
completamente distintas, como si la experiencia de fumar las hubiera
abierto como una flor, y éste finalmente decide
abandonarlo todo, devuelve la plata que había cobrado por
custodias especiales y hasta participa en una conversación
con la hermana de un desaparecido antes de abandonar las fuerzas
del orden y escaparse al Brasil.
Arturo, por su parte, con el mismo estupor del pobre Alex de La
naranja mecánica, descubre que detrás de mucho policía
hubo antes un delincuente, y concluye entonces que no todos son
iguales.
Al final de la novela se ha hecho de día y Arturo vuelve
a su casa feliz por la revelación. La marihuana abre las
mentes y acerca los mundos: los personajes lo sostienen y no hay
ninguna voz que dé una vuelta de tuerca sobre un slogan tan
perimido. Hay también una veta didáctica en esta novela:
muchos padres alarmados, que sobrevaloran el peligro de la marihuana
sobre sus hijos adolescentes, podrán conocer acá al
detalle de qué se trata. Verán que no es nada. Y los
lectores, que en principio pensaron encontrar una indagación
en la lengua, en el mundo nocturno del Buenos Aires violento, también
habrán aprendido algo: son pocos los que logran atravesar
el viaje al fin de la noche.
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La
fiesta inolvidable
Drogas
de diseño
Rigoberto López y Antonio Cola
Lumen/Humanitas
Buenos Aires, 1999
80 págs. $ 6
por
Daniel Link
Sería
imposible sobrevalorar la importancia de la revolución química
de los años 60. Tanto en lo que se refiere a las drogas recreativas
como a las drogas terapéuticas, en los últimos treinta
años se ha dado un salto cualitativo sin precedentes en la
historia de la farmacología. Mientras los sectores más
conservadores de la sociedad siguen agitando el fantasma criminal
de las drogas, en los últimos tiempos hay nuevos
discursos que, lejos de moralizar a propósito del consumo
de las diferentes sustancias, intentan razonar sobre su uso y sus
efectos en el organismo humano y en la conciencia. No se trata de
apelar a los fervores del liberalismo cultural para propagandizar
el consumo libre e indiscriminado de drogas, sino de
situar e interpretar las causas y consecuencias de su uso.
Tal es el punto de vista elegido por Rigoberto López y Antonio
Cola para este librito de la serie Problemas sociales
de la editorial LumenHumanitas, un excelente estudio introductorio
a las características de las drogas de diseño (básicamente
éxtasis y otros clones químicos), las estrellas de
la década del noventa. La denominación drogas
de diseño remite a su proceso de producción:
son elaboradas en pequeños laboratorios, generalmente
clandestinos, mediante sencillos procesos químicos.
Pero no es sólo la diferencia respecto de los complejos procesos
productivos de la cocaína y la heroína lo que importa
destacar. En palabras de Alexander Shulgin, que sintetizó
éxtasis en la década del 60, se trata de diseñar
instrumentos de investigación que sirvan a la exploración
de la conciencia.
Los ingredientes más extendidos en las denominadas
drogas de diseño son derivados de un euforizante como la
anfetamina y de un aluciógeno como la mescalina. En la composición
de las drogas de diseño se han detectado más de 180
principios psicoactivos diferentes, pero las combinaciones más
extendidas se reconocen por las siglas MDEA, MDA y MDMA.
El MDMA, o éxtasis, fue patentado en 1914 como sustancia
supresora del apetito, pero su uso no prosperó. En los años
50, las fuerzas armadas norteamericanas intentaron capitalizar su
poder vigorizante. Pero es durante la década siguiente cuando
el éxtasis comienza a integrar el paquete de químicos
recreativos, de la mano de Shulgin. Investigaciones sociológicas
han demostrado cuáles son los grupos de población
en los cuales el éxtasis ha tenido mayor impacto: sectores
del movimiento gay, universitarios de ideología contracultural,
profesionales interesados en la renovación de las terapias
psicoanalíticas tradicionales y jóvenes del movimiento
new age. Entre los efectos más preciados por los usuarios
de éxtasis hay que destacar, además de su poder vigorizante
y su modificación de la percepción, su carácter
afrodisíaco y la ausencia de resaca. Al final
de su exposición, López y Cola suministran una serie
de consejos prácticos: durante la toma de éxtasis,
tomar mucha agua para evitar la deshidratación, procurarse
momentos de descanso durante el tiempo de la fiesta (chill out)
para evitar el agotamiento físico y psíquico, evitar
mezclas con otras drogas y no conducir bajo sus efectos. Y, por
supuesto, ante la menor duda, consultar al médico.
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