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Todo x 1.99 y algo más

10 discos

de un buen año

Manu Chao. Clandestino

Parece un disco para la historia: producto de la apertura mental que caracteriza al ex líder de Mano Negra, muestra una Latinoamerica real, sufrida y admirada desde sus caminos. Un trabajo como el que quisieron hacer, y no pudieron, los Cadillacs con su mexicaneada de Fabulosos Calavera. No es posible olvidar a Azar, de Antonio Birabent, y El diablo me anda buscando, de Liliana Herrero.

CARLOS POLIMENI
 

Divididos. Gol de mujer

Con excelente salud -lo que no es poca cosa si se tiene en cuenta el trance sufrido por Arnedo-, el trío de Hurlingham demuestra que una aplanadora puede tener sutileza. Por eso “Zombie” convive con “Vientito del Tucumán”, y “Alma de budín” con “Clavador de querubín”. Algunos lo han criticado por “parecerse” a La era de la boludez. Y ésa es, precisamente, una de sus muchas virtudes.

EDUARDO FABREGAT
 

Fugazi. End Hits

El cuarteto de Washington sigue firme en su ética de trabajo -shows y Cds a bajo costo y autogestionados-, pero demuestra no tener ataduras en lo musical. Si la banda ya había inventado el poshardcore a fuerza de melodías y silencios, la experimentación y el trabajo sonoro exhibido aquí los hace trascender cualquier encasillamiento de géneros.

ROQUE CASCIERO
 

Beastie Boys. Hello nasty.

En dosis exactas, aquí está todo lo que los Beastie Boys aportaron a la música pop (y a su legión de imitadores) durante los últimos diez años: hip hop, punk, fiesta, cocktail latino, disco, samples de toda clase, excelentes programaciones, un rapeo perfecto y hasta lindas canciones. Nada nuevo: de lo bueno, lo mejor. Un clásico de los 90 en su madurez artística. Es tan bueno que hasta ayuda a olvidar ese gesto tan tan primermundista culpógeno llamado Tibetan Freedom Concert.

FERNANDO SANCHEZ
 

Fermin Muguruza Eta Dut.
Ireki Ateak

Presentado en la Argentina en Cemento y en un local de Rosario donde una pequeña yunta de viejos punks y seudo rastafaris esperaban el número de Todos Tus Muertos, el primer disco de Muguruza post Negu fue una bocanada de aire puro en medio de tanto falso combat-rock. La prueba de que Esan Ozenki (En Voz Alta) es más que un sello y el rock más que un género.

MAXIMO ESEVERRI
 

Massive Attack. Mezzanine.

Si es necesario que Massive Attack se vuelva a tomar cuatro años para sacar un disco como éste -tercero en una década-, habría que estar dispuesto a seguir esperando. Trip-hop pero también reggae y rock industrial, poniendo las máquinas al servicio de la más profundas sensaciones humanas. Una demostración de que eso es bien posible.

PABLO PLOTKIN
 

Cienfuegos. Ns/Nc.

Digno sucesor de su contundente disco debut, Ns/Nc es un trabajo nihilista desde el título, en el que --detrás de sus hits “Querés saber lo que es estar muerto” y el discutido cover de “Once in a lifetime”-- Cienfuegos despliega todo su potencial como grupo, abrazando al rock como única patria e hiriendo/entusiasmando con sus canciones.

MARTIN PEREZ
 

Pulp. This is hardcore.

El Cocker que vale la pena en esta década descoloca a sus eventuales feligreses: no más lúcidas crónicas de héroe de la clase obrera inglesa del tipo “Common people”, ahora es tiempo de reflexionar sobre el (sin)sentido de la vida a los treinta y pico. ¿Qué tenés que hacer cuando dejás de ser “joven”? La banda responde en consecuencia y así sale un disco levemente épico y profundo, que ayudó a reincorporar la palabra “progresivo” al vocabulario rockero.

ESTEBAN PINTOS
 

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Ultimo Bondi a Finisterre.

La utilización de máquinas en algunos temas de este disco abrió el juego para un argumento falaz: “Los Redondos descubrieron por fin la modernidad”, como si una súbita pasión vanguardista dependiera del uso de la tecnología. Lo concreto es que tras aquello se esconden muy buenas canciones (lo que realmente importa), densas y opresivas, como ellos interpretan el fin de siglo. El rocanrol de los Redondos no parece estar liquidado.

FERNANDO D’ADDARIO
 

Hole. Celebrity Skin.

Cuando todos esperaban un disco oscuro -como correspondería a la viuda más famosa-, Courtney Love eligió hacer lo que quería. Canciones de triste belleza, sobre Los Angeles, de las playas de Malibú, sobre chicas que vendieron su alma. Canciones que, a pesar de su envoltura pop, esconden cierta alegría amarga. Un disco tan contradictorio, hermoso, teatral, blando y duro como la propia Courtney.

MARIANA ENRIQUEZ

LOS DISCOS OCULTOS DE 1998

En orden alfabético.

Afghan Whigs - 1965 (U.S.A.) Luego de superar gravísimos problemas personales (adicción a la heroína), Greg Dulli regresa al frente de su banda con este sexto álbum que confirma, quizá con más vehemencia que nunca, sus deseos de combinar la potencia neogrunge con la pasión del soul más desgarrado. Aquí habitan algunas de las canciones más carnosas, sentidas y sutiles de la temporada.

Aloof - Seeking Pleasure (Inglaterra) Con Sinking (1996) se ganaron su lugar de grooveros inteligentes, siempre tomando el desvío para escapar a la tiranía del dance. Regresan con una imprevisible carga post punk 80’s, ubicándose más cerca de los Cure período Pornography que de Massive Attack y su descendencia, con canciones oscuras y una performance baterística de pasión poco habitual. Deberían inaugurar el Heat Hop (Trip hop caliente).

Asian Dub Foundation - Rafi’s Revenge (Inglaterra) Inicialmente editado sólo en Francia bajo el nombre de Rafi, se trata del álbum original con nueva mezcla, más poderosa, hasta convertirlo en una de las obras clave del Skunk Rock, el nuevo sonido británico. Combinando drum’n’bass, rap, ragamuffin’, actitud y arreglos típicamente rock y fastuosidad rítmica, demuestran que puede hacerse música bailable sin apelar al denominador común más bajo.

Babybird - There’s something going on (Inglaterra) Stephen Jones encarna uno de los personajes más peculiares de la escena pop inglesa actual. Cobró notoriedad editando, en 1995, una seguidilla de cuatro maravillosos álbumes low fi. Ahora, la banda que lleva su nombre y lo cuenta como cantante lanza su segundo álbum. Pop hipnótico y vocalizaciones declamatorias. Contiene “Bald old man”, uno de los temas del año.

Black Box Recorder - England made me (Inglaterra) Luego de Baader Meinhor (‘96), el siempre elusivo Luke Haines (líder de los Auteurs) regresa al frente de Black Box Recorder, otro proyecto paralelo, esta vez junto a John Moore (ex Jesus and Mary Chain) y la vocalista Sarah Nixey. Su álbum debut es una combinación de sutileza inmaculada, melancolía eterna y letras desconsoladas, entonadas con una distancia que potencia su dramatismo. Pop para el fin del mundo.

Cornelius - Fantasma (Japón) Muy popular en su país, Cornelius es un claro exponente del Shibuya Sound, una escena que cobija a grupos como Pizzicato Five, Fantastic Plastic Machine y Kahimi Karie. La estética sonora sintetiza el demente licuado cultural que se respira en Tokio: consumidores voraces de material occidental, al que condimentan con una dosis de kitsch que ya parece inevitable en los productos japoneses, fílmicos y sonoros.

Groovedriver - Mysteries of funk (Inglaterra) Este dj y remixador, pionero de las primeras raves ocupa el lugar que Roni Size tuvo el año pasado: su álbum debut descubre nuevas sendas para el ya gastado batido drum’n’bass. La puesta sonora incorpora apuntes jazzísticos, viajes cibernéticos y escapa de la placidez habitual del género para adentrarse en parajes mucho más sinuosos, aunque sin llegar al ocaso neoindustrial de Third Eye Foundation.

Mercury Rev - Deserter’s songs (U.S.A.) No contentos con facturar uno de los discos capitales de la década (Yerself is steam, de 1991), los Mercury(ahora reducidos a dúo) esculpen otra maravilla que, a diferencia de su chirriante debut, reboza paz y plenitud. Un paso más en la senda neoprogresiva que el año pasado tuvo a Spiritualized y Radiohead como representantes ilustres. Cuerdas, vientos y voces operísticas en una obra atemporal, de esas que mejoran tu vida.

Squarepusher - Music is rotted one note (Inglaterra) Tom Jenkinson ha llegado demasiado lejos en su afán de fusionar el más despiadado drum’n’bass con el jazz más vanguardista, hasta delinear este álbum carente de loops, donde las percusiones electrónicas parecen ejecutadas por el baterista más enrevesado, y las armonías remiten al Miles Davis período Bitches Brew. Jungle para el siglo próximo o jazz ultrasensorial. Destinado a trazar una nueva senda en la electrónica actual.

Sugar Plant - Happy/Trance Mellow (Japón) Album doble, en realidad la edición conjunta de dos eps. Sin ningún contacto con el kitsch japonés pero muy cerca de la más pura belleza, se trata del último eslabón en la cadena de canciones levitantes inaugurada por My Bloody Valentine, See Feeld y Slowdive a comienzos de la década. Mantras que invitan al ensueño, melodías con licencia para encandilar. ¿Podríamos llamarlo dream pop?

MARCELO MONTOLIVO