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El mediodía del jueves 29 de octubre de 1992 Kurt Cobain llegó al aeropuerto de Ezeiza en compañía de su pareja Courtney Love-, unas quince personas como parte del equipo de gira, una ignota banda femenina de Seattle llamada Calamity Jane y sus dos compañeros Krist Novoselic y Dave Grohl. Nirvana era la banda de rock del momento en el primer mundo (Nevermind, el de “Smells like teen spirit”, ya superaba los cinco millones de copias vendidas) y, algo llamativo para la organización de espectáculos en la Argentina, llegaba a Buenos Aires a tiempo. 1992 era un año complicado en la vida de Cobain. Recién comenzaba a formalizar su relación (se había casado el 24 de febrero de ese año) y un par de meses después, la noticia del embarazo de Courtney y sus posteriores, escandalosas declaraciones a la revista Vanity Fair (aquello de que seguía consumiendo heroína, aun en ese estado) habían ocasionado un huracán en Estados Unidos. Finalmente, el 18 de agosto nació Francis Bean, una nena por la cual debieron batallar judicialmente para mantenerla en su hogar. Lo lograron. Un par de meses después de aquello, Cobain, Love, Novoselic, Grohl y el resto de la crew, llegaban a Buenos Aires y... Nadie los había ido a esperar.

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La programación de la primera fecha del Festival Rock & Pop indicaba que Nirvana haría su primera (y única) presentación en Buenos Aires a partir de las 23 de aquel viernes. Pero el trío de Seattle arrancó media hora antes, con un tema imposible de identificar, un bosquejo de lo que sería alguna nueva canción que después se quedó afuera de In Utero. Kurt Cobain estaba evidentemente enojado y el sonido de su guitarra hablaba por él.

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“Llegamos tarde, pasamos a la zona del reclamo de equipaje y ahí estaba toda la banda, esperando. Lo primero que vimos, además de reconocerlos inmediatamente por su aspecto entre la gente que esperaba por sus valijas, fue una mirada de miedo. Era Courtney Love, seguro que no le gustaba nada esperar. Nos clavó una mirada que nos hizo pensar que ella era más... algo que todos los demás”, cuenta uno de los integrantes de la producción de la empresa Rock and Pop Internacional, encargada de la organización de aquellos conciertos que formaron parte de un ecléctico festival que incluyó a Keith Richards, Joe Cocker y B’52’s. Un par de días antes, dos exactamente, un fax de rutina enviado desde la oficina de managment de la banda -con una lista más o menos previsible de pedidos para la estadía de Nirvana en Buenos Aires- había complicado un poco las cosas, más que nada por lo extraño de la solicitud: querían un cocinero con disponibilidad full time, o sea 24 horas al día. “El problema era conseguir uno, ni siquiera era un costo que debía pagar la producción, de esa cuenta se hacían cargo ellos”, recuerda quien estuvo a cargo de la atención a los artistas internacionales que llegaron en esa semana. Finalmente, apareció un cocinero.

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Iban casi seis minutos de show cuando, después de terminar “Aneurysm”, el segundo tema, Cobain hizo sonar la introducción de su más grande hit, “Smells like teen spirit”. Pero enseguida lo cortó y tocó “Breed”, otro tema de Nevermind. Cuando llegó al final de &eecute;ste, volvió a amenazar con la canción que puso a Nirvana en boca de todo el mundo. Segunda falsa alarma.

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“Otras veces ya me había llamado pero esta vez fue diferente, porque querían saber si me podía ocupar todo el día. Se acordaron de mí y me llamaron. Me dijeron: ‘Tu laburo va a ser así: te vamos a dar un cuarto en el hotel, llevate un asistente si querés, y tenés que esperar que el tipo te llame’. Dije que sí”, relata Paul Azema, durante varios años chef del Morocco, actualmente parte del staff de un conocido restaurante en su sede de Puerto Madero. La explicación de la exigencia era más bien simple: aCobain le dolía el estómago continuamente, producto de alguna descompensación en su aparato digestivo, afectado por el alcohol y también por su adicción a la heroína. Eso, lo del dolor, fue lo primero que notaron los miembros de la producción del festival cuando vieron al tipo rubio, con barba de un par de días, que vestía normalmente y miraba hacia la nada. “Tenía cara de triste... Pero también parecía completamente desconectado de la realidad, al revés de Novoselic y Grohl, que se mostraban simpáticos y dispuestos a hablar. Parecía un ente con cara de dolor de panza”. Sin saber mucho de la larga carrera de excesos que por entonces ya ostentaba la hoy viuda estrella de Hollywood, otra cosa impresionó de aquel grupo. “En un momento, cuando subimos a la combi que nos llevaba al Sheraton, le pude ver bien los brazos a Courtney Love y... Tenía un montón de cortes chiquitos, como si fueran raspones”.

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El trío continúa con “Drain you”, luego con una extraña versión de “Beeswax” y “Spank through”, el primer tema grabado por Nirvana (para el compilado Sub Pop 2000). El final de “School” (de Bleach, debut discográfico) recibe los primeros aplausos ostensibles de la noche. Cobain larga con una versión sucia de “Come as you are” (otro hit de Nevermind). Como el público grita “Ey, ey” siguiendo el ritmo, él cambia la letra y en buena parte emite sólo onomatopeyas.

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La primera noche, previa al show, fue bastante normal para una banda de rock en gira. Para todos menos para Kurt. Novoselic, Grohl, Love, las Calamity Jane y el resto, que salieron a comer y terminaron zapando en un pequeño local de Constitución, llamado por entonces La Cueva. Tocaron hasta la madrugada. El, mientras tanto, se quedó en su habitación tal como lo haría en los cuatro días que pasó en la ciudad. Con Paul, el chef, esperando su llamado en otra habitación del mismo piso. “Yo ya conocía las cocinas del hotel, conocía alguna gente de ahí y me habían dado libertad para moverme y trabajar, sólo tenía que anotar qué usaba. Estuve bastante tiempo sin hacer nada hasta que un día llamó a las cinco de la mañana. Me pidió pizza con peperoni. Después, otra vez pidió pescado al vapor con una salsa holandesa, otra vez sandwiches de carne fría. Me acuerdo de Courtney Love recibiéndome en camisón y de ver al tipo ahí, callado, apenas hablando. Era distante pero muy amable”, sigue Azema. Cada vez que esto sucedía, Cobain se encargaba de llamar después para decir que le había gustado la comida. Ni más ni menos que eso. “Me habían dicho que él no podía comer cualquier cosa, que tuviera cuidado. Así pedía desayunos típicos americanos: papilla de Quaker con leche y esas cosas. Siempre me pareció que él tenía una expresión de me importa tres carajos todo...”

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Después de afinar, Nirvana hace “Lithium”, “Lounge Act”, “Sliver” y “About a girl”. Entonces, Cobain le pregunta al bajista: “Ey, Chris, ¿querés bailar el tango?”. El público empieza a corear el nombre de la banda y el cantante arranca con “Polly”, acompañada por Grohl haciendo repiques sobre un platillo y por Novoselic en... ¡palmas! Después, Cobain se pone a jugar con una canción country. “Somos una de las bandas más excitantes del mundo, como ustedes pueden ver”, ¿bromea? Novoselic. En un momento, el cantante manifiesta haber recordado cómo es el tema que sigue a continuación y lo presenta: “Esta canción se llama ‘In Bloom’. La versión es mucho más pesada que la que figura en Nevermind.

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La distancia de Cobain con todo ese entorno no quitó, sin embargo, un gesto de cortesía. “La chica que trabajaba conmigo quería ir al show, yo se lo estaba diciendo al manager y él, que andaba por ahí antes de la prueba de sonido, le preguntó qué le estaba diciendo. Cuando le contaron, les dijo que nos llevaran al show en la combi de ellos”. La prueba desonido se desarrolló sin inconvenientes en la tarde del viernes 30 de octubre. Una imagen se quedó grabada entre los que acompañaron al trío hasta Vélez. “Ya había terminado la prueba de sonido y todos íbamos para las camionetas. Esperamos un rato mientras se terminaba de juntar todo y ahí lo vimos, sentado en el piso del estacionamiento de Vélez, siempre mirando hacia la nada y sin hablar”. Por la noche, camino al estadio, tampoco dijo nada. Paul, que viajó en la combi por la autopista rumbo a Liniers da fe de aquel mutismo. “De ida y de vuelta, no dijo una palabra. Mientras los demás hablaban, él miraba por la ventanilla.”

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“Territorial pissing” suena acelerada, pero el público la canta entera. Luego, Grohl encara un ritmo dance y, en castellano precario, grita: “Io me gusta tecnoooouuu”. Tocan “Been a son” y repiten el truco. Después hacen “On a plain”, “Negative creep” y “Blew”, dicen “gracias” y el escenario queda desierto.

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Kurt estaba muy molesto por la reacción de la gente con sus amigas de Calamity Jane, que subieron al escenario después de la actuación del soporte local, Los Brujos. Cuenta Lee Chi, bajista de la banda por entonces: “Les tiraron de todo. Yo vi cómo caían pilas grandes, que no sé de dónde las habían sacado. Las pibas se querían ir y Courtney Love, que estaba a un costado, las puteaba para que volvieran a la escena”. Cobain también estaba mirando y así había estado también mientras se desarrollaba el set de Los Brujos. “Estuvieron ahí y nos invitaron a ir al camarín después de su concierto”. El show de Nirvana fue, podría decirse, desconcertante. Para el público al menos. “El manager, todo colgado, nos preguntó si nos había gustado...”, recuerdan hoy quienes estaba trabajando esa noche en la producción del show. Martín Rea, por entonces jefe de prensa de la compañía discográfica BMG -que editaba a Nirvana en Argentina por esos años-, dice que los hombres del entorno de la banda preguntaban impresionados por las reacciones del público. “Estaban preocupados, se creyeron que la gente estaba enojada ‘¿Va a haber alguno problema?’, me preguntaban. Se habían quedado medio asustados por la reacción de la gente con las soportes”, recuerda hoy. Después de aquel extraño show, dos de Los Brujos pasaron al camarín del trío. Dice Lee Chi: “Fuimos uno de los cantantes y yo. El camarín era muy lujoso, tenía una alfombra re alta. Cuando llegamos, adentro estaban Cobain, Grohl, Novoselic, Courtney Love, las Calamity Jane. Y estaban en medio de una batalla de carne. Se tiraban unos a otro con los pedazos de asado que había en una mesa. Era impresionante. Me acuerdo de cómo chorreaba la sangre en las paredes blancas. Nos acercamos a Cobain y un fotógrafo de Gente nos sacó una foto que nunca pude conseguir. Cobain nos dijo que le había gustado la banda. Al menos, eso dijo la traductora. Se lo notaba mal, bastante gastado por las drogas. Tenía la piel escamada y se lo veía muy rojo”.

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Al rato, el trío vuelve al escenario decorado sólo con una sábana blanca a manera de telón de fondo. Nirvana adelanta “All apologies”, un tema que luego saldría en In Utero, y Cobain berrea el final. Todo el estadio espera “Smell like teen spirit”, pero el grupo se embarca con una suerte de improvisación sobre el tema “Nameless, endless” (que significa, literalmente, “Sin nombre, sin final”). Cuando termina, Cobain, Grohl y Novoselic se retiran nuevamente. El público empieza a cantar que “Nirvana no se va”. Pero, después de 1.24 de concierto y sin tocar su canción más famosa, Nirvana terminó.

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Al día siguiente, sábado 31, Cobain concedió una entrevista, la única a su paso por la ciudad. Dice Rea: “Ya le habían sugerido al manager unanota con el diario Clarín. Pero, de entrada, me dijeron que no quería nada. Insistimos y finalmente él dijo que sí”. Ahí estaba, en un salón del piso 22 del hotel Sheraton, con “la mirada perdida”, más o menos a las cinco de la tarde. El periodista era Sergio Marchi. Que dice hoy: “Llegué, me saludó muy serio y lo que más me llamó la atención era su mirada. Te miraba pero como si no fuera a vos, como que miraba detrás tuyo. A las preguntas simples, contestaba bien, sin ningún desagrado pero serio. Después de un rato se fue aflojando, hablamos de música y de su hija. Fumaba Marlboro light. Me dijo que no había tocado “Smells like teen spirit” porque él entendía que la gente no se merecía esa canción por haber tratado mal a las Calamity Jane. Me dijo que cuando vieron la actitud del público, dejó de importarles el show”. Se quedaron hablando un buen rato, incluso más de lo pactado. Entraron dos veces los asistentes de la banda y gente de la compañía discográfica para pedir que terminaran, pero él quiso seguir hablando. “Me dijo que le encantaban las Breeders y que admiraba a Michael Stipe por cómo se movía con su fama”, comenta Marchi. No hay mucho más por contar, sólo que el lunes 2 de noviembre, cuando se iban del hotel, se vivió un pequeño incidente. Las Calamity Jane habían dado cuenta de todo lo que había en el frigobar de sus habitaciones y no querían hacerse cargo de los gastos. Desde la productora local, tampoco. Había que salir del hotel, llegar al aeropuerto y volver a los Estados Unidos, en donde esperaba Francis Bean con apenas dos meses. Entonces, Kurt Cobain pagó la cuenta de su bolsillo. Y se fue.


Trivia grunge

Primer disco de punk rock que compró Cobain: Sandinista, The Clash.
Contenido del bolsillo de Kurt Cobain la primera vez que fue arrestado por la policía de Aberdeen: una púa para tocar la guitarra, una llave, una lata de cerveza, un anillo y un cassette de una banda llamada Millions of Dead Cops (Millones de Policías Muertos).
Influencias de la banda, de acuerdo con una biografía que elaboró el sello SubPop: El Correcaminos, divorcios, drogas, efectos de sonido, Los Beatles, poleras, hard rock, punk rock, Leadbelly, Slayer, y por supuesto los Stooges.
Sellos que trataron de contratar a Nirvana antes de que firmaran para Geffen: Capitol, Charisma, Columbia, Island, MCA y Slash.
Primera banda para la que Cobain audicionó: The Melvins. Lo rechazaron porque estaba tan nervioso que se olvidó las letras.
Primeros nombres de lo que sería Nirvana: Skid Row, The Ed Fred, Bliss, Throat Oyster, Pen Cap Chew and Windowpane.
Dato del primer disco: Bleach fue grabado en seis días, con un costo total de 606 dólares, entre diciembre de 1988 y enero de 1989.

Extraído del libro Rolling Stone’s Alt-Rock-A-Rama,
de Scott Schinder y los editores de la revista Rolling Stone.