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Jueves 21 de Octubre de 1999

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Gustavo Cerati, en el día de su debut pos Soda

“Está claro que no voy a tocar ‘(De) Música ligera’”

Tarda en llegar, y al final... El músico que asume su condición de estrella (“es así”, acepta) inicia esta noche una serie de presentaciones como solista, en el final de una década en la que el “pop” perdió el partido de la masividad frente al “rock”. Diagnósticos al margen, Cerati reflexiona sobre su nueva condición, su rol de padrino virtual de la modernidad musical porteña y de cómo Kapanga versionó su canción más famosa, la misma que, afirma, no está en sus planes.

 

ESTEBAN PINTOS
FOTOS: NORA LEZANO
ROPA: PRISL.
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¿Esperás un griterío de esos que recibían a Soda Stereo? La noche que volvieron a tocar, con Sueño estereo, después de tanto tiempo, fue tremendo. Y es el mismo escenario, el del Gran Rex...
–Algo así, sí. Porque ya lo vengo experimentando. Sinceramente, no sabía qué esperaba antes del primer concierto, estaba demasiado ocupado pensando en todas las cosas que se estrenaban. Pero se produjo un fervor muy notable, yo pensé que iban a sentarse en algún momento y no pasó. Es que este show no propone distancia, ni tampoco el disco, a pesar de que algunos lo han visto como un disco frío, no creo que sea así, es un disco que transmite una cierta intensidad y es ondulante a la vez. El show transita por ese lugar, pero estamos unos puntos más arriba, naturalmente, porque tocamos en vivo... Y la gente no se sentó más hasta el final. Desde ese show en México he mantenido el esquema de las canciones porque funcionó bien de entrada. Entre otras cosas, porque el nivel de expectativa de la gente es grande y así está dispuesta a escuchar, incluso en un nivel más up de lo que puede esperarse.
–De lo que se desprende que, por ahora, preferís sólo teatros como ámbito ideal para tú música. ¿Te cansaste de los estadios, del tipo de histeria colectiva que abunda en esos ámbitos?
–No, es cierto que a mí me gusta hoy, mucho más, una idea contenida. Pero no descarto que este show pueda acomodarse a distintas circunstancias. Por ejemplo, estoy seguro de que para tocar en Europa o en algunos lugares de Latinoamérica, deba tocar en algunos festivales. Ya me lo han propuesto, pero por ahora no quiero hacerlo porque para mí es todo primera vez: está mi nombre ahí, al frente, bien grande, y siento que ahora quiero tener el reducto ideal. Y después me acomodaré a las diversas circunstancias.
–Se sabe que hay un par de canciones de Soda en este set. ¿Cuál fue tu criterio para elegirlas? Ya te lo habrán preguntado antes de cada uno de estos recitales...
–Son tres, de los cuales dos nunca fueron tocados con Soda Stereo, que son “Zona de promesas” –un out take de Dynamo– y “Sweet sahumerio”. Y además hacemos “Hombre al agua”, que surgió de un jam en los ensayos. Me dije “no está mal que exista un tema representativo”. Productores y luego periodistas, en México y también en Chile, me preguntaban si iba a tocar algún tema de Soda. Y yo contestaba brutalmente que no, que el que quería venir a ver a Soda Stereo, que no venga... Es que para mí hay una continuidad, no veo una ruptura. Claro que ahora hay momentos que ocurren durante el set que en Soda Stereo hubiera sido imposible que sucedieran, digo como idea de banda –hay momentos solistas, ya lo verán–. Y aunque sea mía, está claro que no voy a tocar “De música ligera”...
–A propósito: ¿Escuchaste la parte de “Música ligera” dentro de una canción de Kapanga? Y en el video, también hay una cita visual...
–Sí, es que se trata de una canción que nos trasciende a nosotros. Es como el “gracias totales” ¿no? Y lo de Kapanga me pareció divertido porque me imagino que ellos, en realidad, llegaron a eso zapando. Recuerdo a Los Brujos, que zapaban mucho “Música ligera”... Es un tema divertido para tocar por una banda. Y no tuve conflicto con eso, aunque inmediatamente desde mi editorial dijeron “¡Eh, ¿qué hay ahí?” Pero además la sugerencia con el porro, “ahí viene Ramón...” Me pareció que lo estaba tocando una banda de plomos, me imaginaba cuando tocan así mis asistentes. Siempre tocan antes del concierto y hacen temas, es divertido escucharlos, yo llego y me quedo como en las sombras. Y hacen cosas de ese tipo.
–¿Y el tributo bizarro a Soda? ¿Supiste de eso?
–Sí, por supuesto. Me lo hicieron llegar pronto. Ya la tapa... Me noqueó. Me gustó. Seguramente en algún momento va a existir un disco homenaje a Soda Stereo de una forma más institucional, con una compañía multinacional detrás y todo eso, pero éste es un emprendimiento súper valorable. Está hecho desde un lugar muy interesante también, son bandas de garaje y algunas son de un nivel de amateurismo tremendo, que recién empiezan y capaz que es lo primero que hicieron... Pero aun así hay versiones muy interesantes, desde varios lugares, desde lugares melódicos la de “Imágenes retro” y “Sueles dejarme solo”, desde un lugar hard, muy imponente. Es desparejo, como todos estos discos, pero al margen de eso está muy bien. Otra cosa interesante: el concurso de los remixes sobre las canciones de Bocanada que hicimos. Cuando vi la respuesta de la gente que envió sus trabajos, hay un nivel de calidad... Me impresiona que haya movilizado a mucha gente para hacer ese laburo, más de cien remixes, con este resultado sorprendente. A mí me costó mucho elegir diez, los diez principales o algo así, desde el gusto nomás. Por ahora están ambientando el antes y después del show, y esto se engancha con la presencia de dj’s pasando música también. Supongo que esto derivará en hacer un disco de remixes, me gustaría que estén Kid Loco y Gus Gus por ejemplo y espero que se pueda hacer antes de fin de año. No descarto incluir algunos de esos otros, también.
Este año se habló bastante en los medios sobre tu ingreso al “Olimpo de los solistas” y sobre esa cuestión, particularmente, se ha tomado en cuenta mucho el estado de ánimo o el momento personal del artista y cómo se refleja en su disco. El ejemplo más claro al respecto es Calamaro y de cómo su situación sentimental...
–Bueno, alguien que le pone “Honestidad Brutal”... Está todo claro, ¿no?
Por supuesto, pero a eso iba. ¿Tu disco también está condicionado por algún momento personal en especial o se trata de interpretación de personajes, de ficción, de mentira?
–Nunca fui tan consciente como en este disco, porque todo el proceso de grabación fue acompañado por una sensación euforica en mí a partir de que iban saliendo las canciones como nunca... Llegué al final a un dominio del estado y en ese aspecto jugué con la mentira. No con la mentira total, porque eso es imposible en mí, creo. Me parece que una lectura psicoanalítica de las letras podría revelar los estados, y sin duda yo he percibido eso a través de toda mi vida. Pero también tiene que ver con cómo está hecho el disco, la idea del collage, partimos de bases instrumentales extractadas de otros discos, mezcladas con situaciones... Fue como un descubrimiento, a trozos musicales que a lo mejor ya tienen una identidad, adjudicarles después una nueva visión, tocar encima, rearmarlos, transformarlos en una nueva canción. Pero es que hay tantas emociones pujando en una canción a veces, porque no son necesariamente tan certeras. Puedo mezclar ideas y después sobre eso monto otra idea lírica, que va con la música. Y eso necesariamente me lleva hacia la mentira, a generar algo no tan real. Si se hace algo con cierto nivel artístico, no tiene que interpretarse psicológicamente a la perfección lo que uno es.
–Tal vez el personalismo con que debe entenderse al “solista”, dada su entidad, lleve a esa conclusión.
–Es que al final de todos los estados, es así... Pero también sé que con este disco pasé a ser observado como protagonista excluyente, y es cierto que hay momentos de intimidad y simpleza que tal vez tengan que ver conmigo realmente, a que reduzco más de lo que complico y abarco. Pero el tema interpretativo pasó a ser más importante, el juego, retomé una idea de vocalista más notable que en otras épocas... Estoy más cerca de Sandro que del tipo que siempre ha estado detrás de la guitarra. Ahora me divierte más eso, no sé qué haré en el futuro.
–Hablabas del concurso de los remixes y eso parece otro gesto más en tu carrera de artista que abre puertas para otros no tan conocidos. ¿Te cabe el mote de “padrino alternativo” o algo así?
–No sé si lo de padrino no le cabría más a Daniel Melero, que sí produce. Si yo hago un guiño por ese lado, no es por snobismo o porque piense que lo nuevo siempre es mejor. Es que, en realidad, tengo más amigos, músicos que me parecen tremendos y que admiro, que no tienen la trayectoria ni la luz popular de otros. Los casos de Flavio Etcheto y elde Leo García, por ejemplo. Tiene que ver con la admiración pura que siento por ellos. Nunca me sentí muy cómodo en ese lugar iluminado, pero disfruto también de eso y no puedo prescindir. Es así, soy una estrella. Pero me alimento de música como siempre, encuentro un montón de talento en gente que es más nueva también.
–¿Esto desembocará en tu propio sello, en producir bandas nuevas, en accionar así?
–Sí, creo que sí. No creo tener el tiempo para desarrollarlo, pero estoy seguro de que va para ese lado, no sé si para el lado de la producción porque me falta el tiempo ya para lo que hago yo... Pero me pasa de ver todo el tiempo algo nuevo y pensar “esto va a cambiar el panorama”, que me da esperanzas musicales en este país y en otros lados. Café Tacuba, por ejemplo, para mí es muy importante que hagan discos así. Que Latinoamérica muestre la pata que le falta, no solamente la caderuda. También que se vea la que es pensante, que es sensible, la moderna. Yo veo ese lugar, creciendo...
–¿Y vos, cómo encajás en todo esto?
–Estoy empezando a desarrollar una cosa, estoy satisfecho con lo que hice, pero desde el primer momento supe que era una primera entrega, que era una carta de presentación. Y ahora arranca otra cosa, no sé qué. Pero si sé que para mí ha cambiado la idea de futuro, hablo de aquí y ahora es verdad, pero estoy pensando en el futuro. Ojo, no es vanguardia porque no estoy tan seguro que lo que yo vea, vaya a funcionar. Alguna vez cuando escuché Massive Attack, dije “ésta es la música del futuro” Creo que Bocanada tiene eso, recoge muchas cosas del pasado, es balancista, un disco de fin de siglo y por eso lo quise hacer en el ‘99 y no en el 2000, pero creo que es un primer disco de esta nueva era.
–Se insiste en la idea de una década perdida para el pop, que después de Soda no hubo nada. ¿Estás de acuerdo?
–Para nada, hay discos re fundamentales. El primer disco de Estupendo es fundamental, aunque no lo vea la gente...


Bueno, ésa es la cuestión ¿no?
–Los tiempos están cambiando mucho, y ya no puede hablarse de alguien que capitalice toda la atención. Habría que hablar de un fenómeno inexplicable, no voy a hablar de Ricky Martin, pero debería tratarse de una situación así. Pero sí, la verdad es que desde lo masivo no hay propuestas así, pero quizás tampoco las haya a nivel mundial. Mucha gente tiene el prejuicio, y en especial en la Argentina con tanta tradición de rocanrol más cuadrado por decirlo así, sobre que la música electrónica la puede hacer cualquiera... Sabemos que no es así, una cosa es artesanía y otra es arte. Una cosa es algo que sea pop y otra que sea algo elitista, todo eso depende de la calidad con que se haga, del condimento emocional que tenga y eso no depende del instrumento que estás tocando. Pero hay tantas propuestas, más gente, y se enriquece la variedad, y puede cambiar de polos. De golpe, a lo mejor, aparece algo desde algún lugar ignoto del mundo y el acceso que tenés es mucho mejor que antes. A mí me resulta muy excitante, la forma en que eso se transforme en un negocio... Las compañías discográficas no pueden esperar algo que se lleve todas las cartas. Lo que sí más me molesta, menos me gusta digamos, es la excesiva tribalización de las cosas. Cuando ya naturalmente hay una actitud adolescente de enrolarse, esto y nada más es, no me parece bueno. Capaz que se entronca un poco con este resurgir de una idea nacionalista, de defensa frente a lo global, eso de “mi quintita la cuido y no salgo de ahí”, una cosa medio feudal. Es una idea retro, funciona con mucha energía pero tiene patas cortas, pero la realidad no es tribal. Es mundial, está claro.
Y en este cuadro de situación, ¿estás dentro, todavía, de lo que podría denominarse “rock argentino”?
–Habrá gente que quizá pueda sentir que yo no soy parte del rock, pero... Entiendo a Fito Páez por ejemplo, eso de salir de las barreras yademás justificar sus caminos cuando no están necesariamente ligados con la idea generalizada de lo que significa el rock argentino. ¿Cuál es el rock argentino? El de los setenta, el de los ochenta... Es evidente que formo parte de él, aunque cuando se habla una cosa así se habla de representatividad, que no es total por supuesto, entonces hay gente que puede pensar que no. Y yo digo ok, también he dicho que estoy más cerca del pop que del rock y tal vez lo que suceda es que escapo del estereotipo del rock. Pero cuando estoy arriba del escenario, el rock está ahí. No es que lo desprecio ni le temo, lo utilizo. Veo el pop como una corona del rock, la posibilidad de ser plástico, de absorber lo que sea, de buscar formas de composición diferentes. No me imagino haciendo discos con la misma forma, no soy artista para eso. Entonces me corro, nunca pertenecí a ninguna corriente específica porque hasta incluso absorbiendo un montón de cosas que me gustaban, qué sé yo... Uno podía ver a Cure, podía ver a Police, podía ver muchas cosas a través de Soda Stereo, cosas que escuchábamos –a veces con una transparencia peligrosa, en un punto– y que tomábamos como modelos y las veíamos desde nuestra propia confusión argenta. Eso para mí, ya pasó. Fue todo un aprendizaje y hoy en día es muy difícil hacer una banda. Para la Argentina es particularmente notable esto, por el individualismo reinante. Hacer una banda y mantenerla... Yo, en ese aspecto, casi no puedo creer que hayamos durado lo que duramos. Pero no volvería a repetir esa experiencia. Es imposible.