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Jueves 16 de Diciembre de 1999
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Vidas /// paralelas

El origen
La Renga empezó a tocar en las fiestas barriales de Mataderos a fines de los ochenta. En 1991 editaron el casete independiente Esquivando charcos, con un Chizzo con la garganta mucho menos cavernosa que la de hoy. Mientras llenaban Stadium cada vez que tocaban, Polygram vislumbró el negocio y se hizo cargo de la fabricación y distribución de A donde me lleva la vida, su primer CD (cuya tapa, un parto en primer plano, fue censurada por una cadena de supermercados). La banda impuso algunas condiciones: la difusión y el manejo de la imagen correrían por cuenta propia. En diálogo con este suplemento, Tanque, el baterista, explicó así aquella decisión: “Y... nos pintó la onda del sello y firmamos. Para el tema de la guita pusimos un boga, ¿viste? Porque nosotros somos medio piedra para esas cosas de los números”.

En las bonitas calles de Ciudad Jardín, en el oeste del Gran Buenos Aires, un grupo de amigos (casi todos de la misma escuela) fundaron una banda para tocar covers de los Rolling Stones. Eso fue, también, al final de la década pasada, y la llamaron Los Piojos. En 1993 accedieron a un contrato discográfico y editaron Chac tu Chac, que incluía una versión rocker de “Yira yira”. Fue una de las primeras manifestaciones tangueras del rock de los noventa, y un homenaje a uno de los referentes líricos de Andrés Ciro Martínez, cantante y escriba: Enrique Santos Discépolo.

Los laburantes
lHasta Despedazado por mil partes (producido por Ricardo Mollo) y la consagración de La Renga como la banda más popular del rock barrial surgido en esta década, Chizzo era plomero, Teté (el bajista) operario en una fábrica de cables de bujía y Tanque manejaba un taxi. Ninguno de los tres tiene el secundario completo.

Un vendedor de seguros, un cajero de Segba, un plomo y dos fumigadores le dieron vida a Los Piojos. Andrés Ciro además estudió teatro durante la adolescencia (protagonizó a fines de los ‘80 Romeo y Julieta expulsados del paraíso y todavía se prende, cuando tiene tiempo, en alguna puesta). Micki fue cadete, quiosquero, fumigador y remisero. Justo cuando terminaban de grabar Ay ay ay –que contenía “Pistolas”– recibió un balazo en un intento de asalto. Daniel Buira, el baterista, fue plomo de Fabiana Cantilo.

El sonido
El ideario musical de La Renga, que fue mutando tenuemente a través de los discos, puede rastrearse en la tradición del blues y el rock & roll, con Creedence y Pappo como referentes inmediatos. Pero más allá de las influencias genéricas y específicas (el saxo de los de Mataderos se parece bastante al de los Redondos, por cierto), lo importante son las canciones: muchas –sobre todo las de Despedazado por mil partes– son hits indiscutiblemente certeros.

La fórmula puede repetirla cualquier lector de prensa rockera: rock stone, rythm & blues y ritmos rioplatenses (candombe y tango, esencialmente). El primer álbum de Los Piojos es el más rockero y urbano, en Ay ay ay sacan a la vereda de El Palomar los discos de Jaime Roos, y en Tercer Arco resumen su historia y sus gustos con precisión de pop barrial. Azul probablemente sea recordado como un disco de transición.

Las lenguas
Pueden encontrarse algunos puntos de contacto en los discursos de las dos bandas, confirmados en los hechos con su participación de diferentes recitales y festivales con algún motivo "social". Basta con revisar algunas notas publicadas en el No durante estos años En 1993, Chizzo dijo: “La cuestión es no quedarse en el barrio, ¿no? No quedarse siempre en la misma”. En el ‘96, Andrés Ciro dijo: “Si te quedás en la esquina, no crecés nunca”.

“El rock sirve de descarga contra las injusticias cotidianas”, dijo Andrés Ciro. “Lo que define a la banda son las letras, porque creo que reflejan lo que les pasa a los pibes, a la gente, y todo lo que puede llegar a pasar acá, en este país”, dijo el Chizzo. Más que una simple coincidencia.

Recuerdos Piojos
Recuerdos Rengos

“El trato y la relación es de igual a igual todo el tiempo, no está la diferencia del laburante al músico. Todos vamos al mismo hotel, todos comemos en el mismo lugar, la misma comida, viajamos en el mismo medio. Si hay cinco camas y somos diez, nos turnamos y dormimos cinco y cinco. No hay prioridades para nadie. Si hay cinco pesos para comer, compramos comida con eso y todos comemos de ahí. Esas diferencias, que con muchas de las bandas que trabajé sí se notan, con Los Piojos no existen”
Oscar Sofio, sonidista de la banda desde 1992,
testigo directo de las mentadas trasnoches de Arpegios, casi el hogar de la banda por varios años.

“Creo que jugar al fútbol es lo que más les gusta hacer, aparte de tocar. Las salidas son parecidas a las de antes. Por ahí ya es más complicado ir a un lugar como el Condon Clú, que antes íbamos siempre, pero ahora no pueden estar muy tranquilos. Pero todos seguimos siendo los mismos. Desde que los conozco eran un grupo de amigos, y ahora seguimos siéndolo, cada vez más”.
Esteban Mazzoni, antes amigo todoterreno para lo que sea, actual stage manager, habitante de la casa que cobija la sala de ensayo de la banda.

“Ahora alquilamos los micros con camas para ir al interior, pero me acuerdo una vez que fuimos con micro de línea a Córdoba, y se inundó todo el micro: flotaban los bolsos, las guitarras. Si no, viajábamos en tren y llevábamos los equipos ahí. Era viajar a pulmón. Con Tercer Arco cambió mucho el laburo. Pasamos de vender mil entradas a vender 25 mil”
Maru, asistente de producción, maestra jardinera y suerte
de enciclopedia sobre la vida y obra de Los Piojos.

“Estuve en el primer recital de La Renga, que fue en un club ubicado en Alberdi y Larrazábal, un lugar muy chiquito que queda al lado de una estación de servicio. Después iba a los ensayos y me ponía a tocar, hasta que un día se armó el ‘Blues de Bolivia’. Me acuerdo que se cagaban de risa con ese tema: el Tanque decía ‘este tema de mierda, esa cumbia roñosa vamos a tocar...’ Claro, si el Tanque es re-heavy (tocaba en Nepal): en el barrio siempre lo veía con tachas, aros y una cara a la mañana que ni te cuento.”
Claudio Calderón, amigo del barrio. Músico.
Grabó percusión en el “Blues de Bolivia”.

“Chizzo es un tipo distinto, con una estrella muy especial y una gran capacidad para expresar la música. También tiene facilidad para decir cosas que le lleguen a la gente común, a la gente como ellos. Y todo esto sin descartar a la poesía.”
Mario Breuer,ingeniero y productor. Masterizó el primer disco de La Renga “Esquivando charcos”. Grabó y produjo “Bailando en una pata”.

“A principios de la década manejábamos el Galpón del Sur con Lito Cruz. Un día me llamó un amigo preguntando si tenía espacio para hacer una fiesta con La Renga, porque se les había pinchado un lugar y yo accedí. Así los conocí. Se armó una buena onda con ellos y así empezamos con los muñecos en el escenario, hasta lograr una escenografía particular que formó parte del arte de La Renga. Mi tarea es juntarme con Chizzo y Tete para armar una historia, desarrollarla y convocar a los actores que hagan falta para hacer los videos. La idea es que estemos todos juntos para estar de acuerdo.”
Víctor Poleri, actor de La Renga.
Dirige y actúa en sus videos.

 

Fútbol, asado y vino

La palabra “rivalidad” aparece en la tapa de este suplemento y está claro que es lo que no existe entra ambas bandas. De haberla, sería perfecto para el contrapunto mediático (nobleza obliga...). Pero no. Se conocieron un tiempo antes del festival en homenaje a los veinte años de lucha de las Madres de Plaza de Mayo y desde ahí, la onda creció hasta convertirse en intercambio de participaciones especiales (muy festejadas por cierto, por ambas hinchadas), comidas conjuntas y los inevitables desafíos futbolísticos. De La Renga partió la invitación para un primer asado en su sala de ensayo de la calle H. Yrigoyen, que derivó en las apariciones recíprocas en Atlanta, All Boys y Huracán, en los grandes shows de las dos bandas. En la cuestión futbolística, la devolución de atenciones parece inclusive concordante con la paridad de fuerzas. Los Piojos, que se jactan de su buen nivel para los desafíos (aún con la baja de su talentoso volante izquierdo Miki Rodríguez, bajista), se vieron sorprendidos por la destreza de sus colegas: Tete llevó adelante un equipo en donde también se destacó su hermano Tanque –aún con su voluminosa anatomía a cuestas– y los de Mataderos se llevaron el primer chico: 3 a 0. La revancha estaba cantada y los de El Palomar salvaron el honor. También vencieron 3 a 0. Hasta en eso están iguales. El bueno, para el siglo que viene.