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EL DISCURSO DEL PODER Y “LA HERIDA SIEMPRE ABIERTA”
“Ni vivos ni muertos, desaparecidos ”

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A partir del análisis del significante “desaparecidos”, las autoras examinan los efectos del aparato jurídico sobre la
subjetividad que inscribe los dramas personales y familiares.

Por Fabiana Rousseaux y Lía Santa Cruz *

El significante “desaparecidos” retorna una y otra vez en el discurso social. Es indiscutible que, en tanto construcción social, ha permitido sostener la pregunta por la verdad y mantener viva la memoria y la demanda de justicia por los crímenes cometidos durante la última dictadura militar. Pero también es evidente que este retorno habla de que hay algo que no halló aún una representación que permita dar mejor cuenta de lo sucedido. El significante “desaparecidos” insiste sin encontrar una significación que alcance a recubrir la profunda herida que abre en el corpus social.
Nos proponemos abordar este tema desde una lectura que intersecte la dimensión jurídico-social con la dimensión subjetiva, que es la que posibilita la emergencia de lo propio, la inscripción particular de la historia. Intentaremos reflexionar aquí sobre los efectos que el aparato jurídico, en tanto letra de la Ley, ejerce sobre el espacio subjetivo donde se inscribe cada uno de los dramas personales y familiares, y sobre la necesidad de una sanción en la cual se funda toda posibilidad de inscripción que permita cierta tramitación de lo que fue fuera de la ley, para posibilitar así el duelo que alivie en parte el sufrimiento de los vivos.
Hablamos de una sanción de un orden distinto a la dimensión de la denuncia o la proclama; una sanción como acto de escritura, como inscripción sujeta a una ley, que produzca alguna diferencia en el discurso. Sin el acto confirmativo de la escritura, la denuncia no tiene inscripción salvo en el cuerpo del reclamante; es una forma de sanción que se vuelve sobre sí misma. La ley más terrible es aquella que no tiene letra.
Durante la última dictadura militar se implementó la “desaparición” de personas como metodología impuesta por el terrorismo de Estado para intentar asegurarse impunidad por los delitos cometidos. Y con el significante “desaparecidos” se nombró a quienes eran secuestrados, torturados y asesinados, con ocultamiento de los cuerpos de las víctimas y sustracción de pruebas y rastros de lo sucedido que agregan un plus al valor siniestro del genocidio: la metodología de la “desaparición” abolió también el derecho al duelo, y el significante “desaparecidos” deja el duelo en suspenso, perpetuando así efectos no visibles de la represión.
Nos planteamos aquí un problema ético que revela en los sujetos una atadura a los significantes impuestos por el discurso del poder. “Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”, advirtió en su momento Jorge Rafael Videla frente al interrogatorio periodístico; y esas mismas palabras reproducían con insistencia los torturadores en los campos clandestinos de concentración: “Vos aquí no sos nadie”, “no tenés nombre”, “no estás ni vivo ni muerto”, “no existís”. Las víctimas de la represión ilegal quedaban ubicadas, así, en un escenario impreciso entre la vida y la muerte. Evocamos, en este sentido, lo que puntualizó J. Baudrillard: “En los campos de concentración, más aún que la vida, lo que se exterminaba era la muerte. Los prisioneros eran desposeídos de su muerte, más muertos que muertos, desaparecidos”.
Cuando, con el retorno a la democracia, se hicieron públicos los crímenes cometidos, se comenzó a nombrar a las víctimas de la represión ilegal como “detenidos-desaparecidos”, pero este nuevo significante pronto derivó otra vez en “desaparecidos”. Lo que quedó “detenido” en el discurso social fue el significante “desaparecidos”, que adquirió un efecto totalizador que obtura, vela la verdad de lo ocurrido.
“Desaparecido” es participio pasado (no está oficialmente incorporado como sustantivo) de “desaparecer” (“ocultar, quitar de delante con presteza una cosa”), pero también de “desaparecerse” (“ocultarse, quitarsede la vista una persona o cosa”); derivado de “aparecer” y éste, a su vez, de “parecer”.
El significante “desaparecidos”, producto de la metodología del terror, en su sentido y en su etimología misma niega el acto criminal que le subyace: en tanto “desaparecidos”, las víctimas del terrorismo de Estado siguen sin estar ni vivos ni muertos; están “ocultos”, “fuera de la vista”, sin que se pueda determinar siquiera si por voluntad propia o ajena.
Este significante halló su co-relato jurídico con la Ley 22.062 (modificatoria de la Ley de Familia 14.394), sancionada en 1979 con las firmas de Videla, Fraga y Rodríguez Varela, donde, en los casos de presunción de fallecimiento, se establece como requisito para los trámites de pensión una “denuncia de desaparición”, mientras que la ley anterior (de 1954) reclamaba una “declaración de ausencia”.
Por otra parte, un reciente fallo de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba ordenó el pago de una indemnización por daño moral a favor de la familia de Ana María Chiapeta, secuestrada por personas armadas en febrero de 1976, en la convicción de que la mujer “desaparecida” está “muerta”, un criterio que, además, el tribunal cordobés propuso aplicar a todas las víctimas del terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Pero esto resulta inadmisible para los familiares de las víctimas, que consideran que no se puede dictaminar la muerte de los “desaparecidos” sin establecer de qué manera murieron y quiénes son los responsables. En efecto, el significante “muerto” es equívoco, pues también encubre la condición de víctimas del terrorismo de Estado y, además, clausura toda posibilidad de búsqueda de la verdad.
A su vez, la Ley 24.321, promulgada en democracia, crea la figura de “desaparición forzada”, que permite no dar por muertos a los “desaparecidos” antes de saber qué sucedió con ellos. Y aunque constituye, sin dudas, un antecedente importante, también implica cierto riesgo de quedar entrampados en el dispositivo montado por lo jurídico, que reconoce pero no reponsabiliza: en ningún párrafo de la ley se introduce la contrapartida de esa figura jurídica, “el que hizo desaparecer”.
Es en este sentido que debe entenderse la importancia de la sentencia en el caso de Miguel Bru, el primer juicio por un “desaparecido” en democracia: por primera vez, un tribunal argentino consideró probada la muerte por tormentos sobre la base de pruebas y testimonios recogidos, aun cuando nunca fue encontrado el cuerpo de la víctima. La Cámara de Apelaciones y Garantías de La Plata, además, condenó por homicidio a los dos policías acusados de torturarlo y asesinarlo, sin perjuicio de continuar con las diligencias tendientes a hallar el cuerpo del joven. Este fallo, inédito e histórico, abre una nueva perspectiva jurídica.
En el caso de los “desaparecidos”, corresponde al Estado reubicar los términos del planteo en el sentido de la verdad de lo ocurrido, mediante un dispositivo jurídico que apueste a la responsabilidad -.en tanto responsable es aquel que responde por sus actos-., que haga posible el restablecimiento del eje ético-moral en el laberinto de discursos. Es el Estado quien debe garantizar el derecho a la verdad, a partir de la cual cada sujeto pueda construir una verdad propia, ni universal ni absoluta, que rescate lo más íntimo de cada uno, la certeza más privada que lo habita, que tiene que ver con la ética, el sentido de la existencia y la dignidad de la muerte. “La verdad –puntualiza Fernando Ulloa– rompe el efecto de lo siniestro.”


* Psicoanalistas. Miembros del Instituto de Investigación del Campo PsiJurídico.

 


 

ACERCA DE LA ETICA EN EL EJERCICIO DEL PSICODRAMA PUBLICO
Aprendiendo a convocar a los demonios más temidos

Por Dalmiro Bustos *

El psicodrama valoriza la acción y libre expresión de la emoción. Nació, no en los pequeños grupos, sino en grupos grandes y mutantes. Normatiza y legitima el movimiento y la expresión saludable de los sentimientos mediante los conceptos de espontaneidad y adecuación. Es este último concepto el que contiene las reglas de juego que protegen y limitan la práctica, sin los cuales el desborde de un grupo humano puede ocurrir. Y Moreno, siendo médico, se atenía al precepto básico de la medicina primum non nocere, primero no dañar.
Freud nos alerta en Psicología de las masas, citando a Le Bon, acerca del peligro de la horda primitiva que subyace a los grandes grupos. Todo grupo contiene la experiencia primitiva salvaje y canibalística, como parte del concepto jungiano de inconsciente colectivo. Líderes como Hitler usaron la frustración de pueblos que estaban en crisis para generar actitudes que costaron la vida a millones de personas. La táctica era inventar un enemigo al que responsabilizar por los sufrimientos y canalizar el odio. En la Argentina tenemos el ejemplo del pueblo que llenó la Plaza de Mayo convocado por Galtieri, inventando un enemigo inglés. Así como es necesario el lavado de dinero proveniente de la droga, los militares argentinos quisieron lavar la llamada “guerra sucia”, como una “guerra limpia”, donde el enemigo estaba afuera, convocando al pueblo, que estaba frustrado y reprimido, a un triunfalismo asesino.
Nuestros congresos contienen gran cantidad de propuestas de acción, especialmente los psicodramas públicos y sociodramas. Durante los congresos circula enorme cantidad de tensiones. Expectativas de estrellato, aplausos que alimentan el ego y, algunas veces, el alma. Aprendemos juntos mediante una gran exposición. No sólo decimos lo que hacemos, lo mostramos. Muchas veces salimos victoriosos de la contienda; otras, salimos heridos. No hubo gente, o estaba tenso y no supe transmitir lo que me proponía. O, lo que es peor, no me animé a presentar o a expresar mis sentimientos. Resultado: frustración y sensación de fracaso. Delante de nuestra comunidad. Es un gran dolor, vergüenza, culpa, resentimiento.
El narcisismo ha sido convocado y cuidado con la furia desencadenada, si no se le da un canal adecuado de expresión. Buscará chivos expiatorios para destruir, culpándolos por la frustración. Todos hemos participado en “sociodramas” que han terminado en la masacre de los organizadores. Que son colegas que han trabajado arduamente para organizar un encuentro, sin ser especialistas en el tema.
Las técnicas de movilización que manejamos tienen un gran poder de convocar al más temido demonio de nuestra sociedad: la agresión. Un coordinador que no tenga claro cómo canalizar la misma, puede generar la actuación. Los demonios convocados salen sueltos buscando dónde descargarse, a quién o quiénes responsabilizar por su sufrimiento. Confrontaciones dolorosas en nombre de la sinceridad son tan dañinas como la represión en sí misma: son su contracara y terminan validándola. Es preferible contener los sentimientos de frustración antes de dañar y exponerse a ser dañado. Felizmente, ésta es tan sólo una falsa opción.
Lo mismo ocurre en un proceso terapéutico: sólo es dable abrir el espacio para la agresión si se está dispuesto a elaborar sus motivaciones y encontrar un camino de reparación. Dentro de las reglas del juego de un trabajo abierto, es necesario incluir la creación de una contención clara de los contenidos que emerjan. Aun los demonios nacieron de la expulsión del Paraíso por haber desobedecido las reglas del juego. Pero lo importante es recordar que fueron ángeles, cuya maldad no fue primaria, sino que devino de su expulsión luego de haber transgredido la ley divina. Si convocamos a los demonios como tales nos van a destruir sin piedad. Si les preguntamos por qué están enojados, encontrarán un espacio para la contención de la herida que está sangrando. Quedan siempre heridas abiertas después de congresos con las características que hemos elegido, donde se busca el compromiso participativo de todos los que intervienen. Es nuestra responsabilidad darles un lugar de expresión sin convertir los espacios sociodramáticos en tribunales que juzgan y castigan.
Hay ciertas condiciones que es necesario tener en cuenta al encarar la tarea de coordinar un psico o sociodrama público. Es esencial la cualidad dramática, es decir, la capacidad de expresar las emociones y dar veracidad a lo dramático. Un coordinador tenso y con miedo transmitirá necesariamente su estado de ánimo al grupo grande y lo predispondrá a la actuación. Claro que todos tenemos un temor anticipatorio, que precede a la espontaneidad, es como las “mariposas en la barriga” de los actores antes de salir a escena. La clave para no atascarse en la tensión es poder compartirla. Si el coordinador comparte con su grupo su estado de ánimo, lo desmitifica y, además, predispone al grupo al compartir sincero y a la solidaridad.
La segunda condición esencial que necesita tener un coordinador es la claridad de los límites del dispositivo que maneja. Yo he cometido el error de pensar que hay temas que no pueden ser ventilados en público. Me han sorprendido comentarios de protagonistas en ese contexto que me dicen, después de mucho tiempo, que el haber trabajado en un grupo grande y abierto situaciones muy penosas de su vida les permitió un margen de elaboración inédita aun después de años de terapia. La rúbrica del gran grupo, testigo empático de su drama, operó en forma altamente reparatoria. Es decir, no es que determinados temas no deban ser ventilados, sino que todos deben ser adecuadamente manejados.

 

POSDATA

Humo. “Tabaquismo: qué hay detrás de la cortina de humo”, mesa coordinada por María Lelia Ivancovich en el Círculo Médico de Lomas de Zamora, Colombres 420, mañana de 18 a 20.30. Gratuito. 4931-0896.
Arquitectura. Presentación de la Comisión de Arquitectura y Psicoanálisis del Instituto Interdisciplinario para Profesionales, Interpro; con Gerardo Ruiz Moreno y Jesús Napoli, el 27 a las 20 en Santa Fe 1145.
Final. “El final del análisis y el pase”, con Viviana Sonnenschein en el Ameghino, Córdoba 3120, desde el 20 a las 18.30.
Mito. “El saber hacer del mito. Vibraciones en diversas prácticas discursivas” por María Méndez y Nora Trosman, Fundación Extramuros. 48061416.
Género. “Trabajando el género en la clínica” por Norberto Inda en CIAP, mañana de 13.30 a 15. Charcas 4729, 4773-8336. Gratuito.
Musicoterapia. “Investigación experimental en musicoterapia”, por Clifford Madsen, de Estados Unidos. Carrera de Musicoterapia, Facu de Psico. Hoy a las 14.30. 4932-6001.
Horney. “Karen Horney versus Freud”, por Elsa Apostoli y José Treszezamsky. Asociación Latinoamericana de Historia del Psicoanálisis. Hoy a las 20, Vicente López 2220. Gratuito.
Píndaro. “El Otro pensar: de Píndaro a Lacan”, por Graciela Camjayi y Gabriela Santiago en Centro Psicoanalítico Argentino, desde el 18 a las 20. Gratuito. 4822-4690.
Agentes. Curso de formación de agentes promotores y derivadores en salud mental, para estudiantes de todas las carreras; desde el 21 a las 9 en el Borda. Gratuito. 4305-3915.
Antígona. “La decisión y el destino en Antígona”, con Arturo Frydman e Ignacio Ledwcowicz, el 17 a las 21 en la EOL, Callao 1033.

Etnica. “Identidad étnica como fenómeno transicional”, con Kadri-Ann Laar (Canadá) el 18 de 9 a 11 en Asociación de Psicoterapia de Grupo. 47746465.
Etica. “Puntuaciones y desarrollos de la ética del psicoanálisis”, con Liliana Cohen, jueves a las 14.30 en la EFBA, 4802-1803.
Noroeste. Jornadas de Salud Mental del Noroeste Argentino, preparatorias del XVI Congreso Argentino de Psiquiatría y Salud Mental. 1 y 2 de octubre en Salta. 0387-4310101, [email protected]
Judaísmo.”Qué es el judaísmo en Freud y en Lacan” por Marga Besimsky en Centro Psicoanalítico Argentino desde el 17 a las 18. 4822-4690.
Institucional. “La escena institucional” por Monika Arredondo y Daniel Tarnovsky en APBA, desde el 18 de 20.30 a 22.30. 4334-0750.
Persona. “La persona del terapeuta”, por Alberto González y Oscar Galfré en Universidad de Belgrano desde el 19 a las 15. 4576-3934.
Odio.”El odio y los tiempos del duelo”, por Adriana Dreizzen el 17 a las 18.30 en Centro Dos, Pueyrredón 524 7º. Gratuito.
Posmo. “Cómo afecta la posmodernidad a la psicoterapia”, para psicoterapeutas, el 18 a las 13 en Sociedad de Terapia Familiar. Gratuito. 4962-4306.


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