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La novela-rock de Salman Rushdie

La música del demonio

La relación entre literatura y rock, se sabe, siempre ha sido difícil. O, por lo menos, ambigua: rockeros con ganas de jugar al escritor y escritores con ganas de jugar al rockero, sobredosis de vergüenza ajena tanto en uno como en otro bando. Con su esperada nueva novela �titulada The Ground Beneath Her Feet�, el siempre polémico Salman Rushdie pretende acabar de una vez por todas con el tema recorriendo a toda velocidad la peligrosa distancia que separa los versos satánicos de la música del diablo. Y vive para contarlo.

Por RODRIGO FRESAN, desde Barcelona

¿Qué es rubio, tiene tetas y habla alemán? La respuesta –en el momento de máxima peligrosidad de la fatwa lanzada por el Ayatollah K– era... Salman Rushdie (risas). Recuerden: imágenes dispersas y concentradas de escritor en fuga, perseguido y oculto gracias al dinero de los contribuyentes porque se le ocurrió un chiste -otro chiste– donde insultaba al Poderoso y Misericordioso en las páginas muy malvadas de un libro muy bueno, titulado Los versos satánicos. Desde entonces –finales de los 80–, el mejor escritor nacido en la India que escribía en el mejor inglés de Gran Bretaña fue condenado a la fuga y al ocultamiento máxima seguridad, a escribir en la más luminosa de las sombras y salir de vez en cuando, muy de vez en cuando. Para ir a un recital, por ejemplo.

¡ROCK! El rock y los escritores: tema complejo y preocupante desde que varios escritores fueron incluidos en la tapa-museo de Sargento Pepper y Bob Dylan demostró que la membrana que separa a la literatura de la electricidad es más bien frágil y decididamente permeable. Así, Pete Townshend trabajando en la prestigiosa editorial londinense Faber & Faber y publicando un interesante librito titulado Horse’s Neck. Así, Ray Davies y sus interesantes experimentos en autobiografía y canción narrada en vivo o en libro (X-Ray, Waterloo Sunset). Y, desde el otro lado, quién se acuerda hoy de que Leonard Cohen era, antes que trovador dark y bonvivant, un muy buen novelista y mejor poeta. Hoy no hay problema alguno en señalar los alcances y las virtudes de un rock literario o culto. Pero quedaba pendiente la amplificación de una Gran Novela Rock. El porqué es dolorosamente obvio. Si la gente –el gran público– va a ver y no a oír un recital, quién en su sano juicio podría arriesgarse a la empresa de una novela-rock en serio, cuando la gente –el gran público– ha perdido hace años, cortesía del incesante bombardeo visual, la facultad de ver libros, de traducir a imágenes sonoras dentro de su cabeza esos signos negros sobre la hoja en blanco. La respuesta a semejante interrogante hasta hace poco irresoluble es un nombre. Uno que, si se lo piensa un poco, sería un excelente nombre para banda de rock: Salman Rushdie.

¡RETRO! Como bien puede suponerse, Bombay en los 50 no era lo que se dice una ciudad muy rockera. Pero el joven Salman Rushdie –por entonces un anónimo estudiante de piano y cítara–, sí. El joven Salman Rushdie escucha por primera vez a Elvis en Radio Ceilán, en la casa de una amiga de su hermana: “la primera chica que besé, pero ésa es otra historia”, recuerda ahora. El joven Salman Rushdie visita asiduamente una disquería llamada Rhythm House (que aparece como Rhythm Centre en las páginas de su flamante novela-rock The Ground Beneath Her Feet) donde podían conseguirse discos importados de Bill Halley, The Drifters, Jerry Lee Lewis... Para 1961, el menos joven Salman vivía en Londres, iba a una escuela pública y allí conoció a los Beatles, los Rolling Stones y a Bob Dylan: “Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché a Dylan, nunca había oído ruido semejante”. De ahí a la Universidad de Cambridge, donde las cosas se pusieron más psicodélicas y extremas: Jefferson Airplane, Grateful Dead, Pink Floyd, Velvet Underground, Frank Zappa, David Bowie, esas cosas. Cocaína sí, ácido no, asegura hoy Salman Rushdie: “Y una mezcla de opio con hash que no estaba nada mal”. Tal vez ahí empezó todo. El germen de la Gran Novela Rock. La música, por un lado. Y, por el otro, la chica de la tienda de ropa pop en King’s Road, que le dijo desde sus pestañas largas y postizas que “la conversación ha muerto, man”.

¡GLAM! O tal vez no fue allí que empezó todo. Tal vez empezó mucho más tarde. En ese preciso instante en que la foto dio la vuelta al mundo (y la foto bien podría haber sido capturada por el fotógrafo Rai, quien narraesa saga llamada The Ground Beneath Her Feet: “Una foto es una decisión moral captada en un octavo de segundo”, dice Rai allí). Veamos, revelemos: Salman Rushdie en una tibia tarde de agosto de 1993. Sobre el escenario del Wembley Stadium. Abrazando a Bono en una de las fechas del Zooropa Tour. Frente a ochenta y cinco mil fans de U2 automáticamente convertidos en fans de ese Salman Rushdie que desafía la furia de Irán y la fatwa lanzada por el ayatollah K con actitud decididamente punk. Una cosa es cierta: casi seis años más tarde y a los cincuenta y un años, Salman Rushdie vuelve a patear el tablero y sonreír esa sonrisa de gato de Chesire, provocada por el solo y perfecto placer de que –cuando todas las fichas apostaban a alguien como el invisible por opción y norteamericano por nacimiento Thomas Pynchon– haya sido un indio invisible por obligación quien finalmente haya escrito la Gran Novela Rock.

¡PUNK! Salman Rushdie como el escritor punk por excelencia. Olvidarse de farsantes como Irvine “Trainspotting” Welsh. Salman Rushdie quejándose en la ceremonia del prestigioso Premio Booker porque no se lo dan por segunda vez por El último suspiro del moro (su novela Sargento Pepper) después de haberlo obtenido por Hijos de la medianoche (su novela Revólver, merecedora también del Booker of Bookers, concedido a la mejor novela otorgada en los veinticinco años del galardón). Salman Rushdie aceptando todo lo que se le adjudica a la hora del capricho a regañadientes y el grito primal pero no, no es cierto que haga una perfecta imitación de Mick Jagger. Salman Rushdie diciendo soy el más grande y, si se observa el currículum de sus contemporáneos –la camada conformada por Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan y Kazuo Ishiguro, entre otros–, bueno, todo parece indicar que el hombre está en lo cierto y que The Ground Beneath Her Feet es su largamente esperado Album Blanco. Una novela doble o triple. Una caja donde está encerrado un bendito escritor demoníaco, contando la historia universal de la santa música del demonio.

¡PSICODELIA! En la contratapa de la edición inglesa de la última novela de Salman Rushdie pueden leerse –sobre una lira de neón azul– las siguientes palabras del escritor norteamericano Don DeLillo, autor de una buena, pero pequeña, novela rock titulada Great Jones Street, nunca traducida al castellano: “The Ground Beneath Her Feet es una maravillosa bestia narrativa que se alimenta de la cultura pop, de la historia subterránea y de la persistencia de los mitos. La amplitud del registro de Rushdie jamás ha sido tan impresionante. He aquí a un gran novelista operando como maestro de la metamorfosis, transformando la vida, el arte y el lenguaje en el laberinto de su imaginación”. Correcto. Pero DeLillo se queda corto. Lo que Rushdie metamorfosea y transforma en casi seiscientas páginas magistrales es el mito de Orfeo y Eurídice en los cuerpos y los versos de Vina Aspara (cantante india-norteamericana, la voz más amada del planeta) y de Ormus Cama (músico bonzo de Bombay). Los roles se cambian: es Vina quien va a buscar a Ormus entre los muertos luego de un accidente automovilístico. Pero eso no es lo importante. Lo que importa –lo que importa en toda novela de Salman Rushdie– es la creación exitosa de una realidad paralela. Uno entra en los libros de Salman Rushdie como si se subiera a una avión cuyo destino desconoce. Y está bien que así sea, porque toda descripción y resumen es inútil. Un mapa del recorrido de The Ground Beneath Her Feet –que empieza con un terremoto en Guadalajara, México, y termina en Delhi, India, durante el holocausto definitivo y sinfónico del Underworld Tour– incluye el napalm de la guerra de Vietnam, la estática de las radios piratas, el ascenso y caída de las corporaciones, la conversación entre gemelos de una tumba a otra y el asesinato telepático. Para no mencionar los múltiples cameos alternativos, donde Van Morrison es Zoo Morrison, John Lennon canta “Satisfaction”, Madonna es una afamada crítica de arte y la música hipnótica de la banda VTO (el grupo de Ormus y Vina) marca el ritmo al que se mueve el mundo, con una mezcla imprecisa de bronces cubanos, qawwals pakistaníes, flautas chilenas y el sonido de dos guitarristas argentinos siempre dispuestos a matarse entre ellos al final del concierto. Imposible imaginar cómo suenan (no importa que el próximo álbum de U2 incluya una canción de amor que se les atribuye). Salman Rushdie piensa en Ormus y en Vina y en VTO como “una suerte de monstruo de Frankenstein construido con todas esas bandas que tocaron y siguen tocando dentro de mi cabeza”. A la hora de pretender ponerle una etiqueta a The Ground Beneath Her Feet, la única concebible sería la de Novela Sísmica. Tal como indica su título (“El piso bajo sus pies”) no hay nada sujeto a la superficie en todo el libro y la ley de gravedad se ríe de sí misma. Todo tiembla, asciende, cae. Y se levanta. “El libro se preocupa de conseguir el efecto de una realidad ligeramente irreal. Y se llama como se llama porque el piso se está moviendo todo el tiempo. Es algo incierto y poco confiable. Eso es lo que les hice a mis personajes: ¿por qué no hacérselo también al lector? Tirar de la alfombra de a poco.” Una computadora es tan eléctrica como una guitarra, después de todo.

¡ALTERNATIVO! Al principio –durante los primeros tiempos de su escritura- The Ground Beneath Her Feet sonaba decididamente alternativo. Es decir, la idea de una forma asiática del rock. Ahora no. Basta pensar en Cornershop y Talvin Singh, del lado de lo auténtico y oriental, o en los rubios de Kula Shaker y la neosufi Madonna de rodillas y rindiendo tributo desde una Flor de Loto occidental. El efecto distorsionante de la ficción de Rushdie sobre el mundo real recibe el efecto distorsionante de la realidad sobre lo ficticio. A Rushdie le gusta, le divierte que la música de las esferas descienda sobre su música privada. Rushdie escucha mucho pero escribe en silencio. Es amigo de Mark Knopfler, David Byrne, Lou Reed, los inglesitos de Blur. Le gustan REM y Sheryl Crow y le gustaría que le gustaran los Smashing Pumpkins pero no hay caso. Su Top Five de todos los tiempos está conformado por “Honky Tonk Women” de los Rolling Stones; “Good Vibrations” de los Beach Boys; “Hey Jude” de los Beatles; “Mr. Tambourine Man” de Bob Dylan y “River Deep, Mountain High” de Ike y Tina Turner. Salman Rushdie dice que sus canciones favoritas son “esas que cuentan historias”. Salman Rushdie tiene muchos compacts clásicos, pero no se niega a lo nuevo. Exactamente igual que sus libros que, si fueran discos, deberían ser producidos por George Martin y Phil Spector y Brian Eno. Todos juntos ahora.

¡CRACK-ROCK-DUM-DUM! Como género, el crack-rock-dum-dum todavía no existe. Pero quién sino Salman Rushdie podría inventarlo. Ahí está: en las páginas y los surcos de esa bestial compact-novel titulada The Ground Beneath Her Feet. Rock de terremotos y grito primal. El equivalente escrito a “Helter Skelter” apareándose con “Tomorrow Never Knows” hasta probar de una vez por todas que la felicidad es una novela caliente que se fragmenta al entrar en la cabeza del lector y no deja parte de su cerebro sin arrasar. The Ground Beneath Her Feet debería venderse bajo receta: por adictiva y por peligrosa. Pero, claro, Salman Rushdie ya está en otra parte, lejos y escondido. En otra parte y en otro libro. “No hay nada que odie más que no tener un libro para escribir. Ya tengo algunas notas para el próximo. Pero no estoy del todo seguro hacia dónde va. Sí sé que va a ser algo completamente diferente. ¿Debo contarlo un poco? No, no lo creo. Hasta ahora, lo único que puedo decir es que suena un poco a thriller futurista. Eso es todo lo que voy a decir. Pero, por supuesto, para cuando lo termine ya va a ser una novela histórica. Las cosas cambian.” Mientras tanto y hasta entonces, cualquier día de éstos, en su prisión de máxima seguridad, el ayatollah Charles Manson lee nervioso un ejemplar de The Ground Beneath Her Feet. Y no le gusta. Y se siente ofendido. Y lo arroja furioso contra una pared. Y se comunica telepáticamente, primero con Mark David Chapman, y luego con sus aliados en el mundo externo. Y da una orden: ¡Fatwa otra vez! ¡Corre, Salman, corre!