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Vale decir



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Hace diez años grababa el Himno y arengaba contra Menem. Hoy, diez años después, Charly García habla de la poca voluntad que tuvo el rock para evitar la tentación en la fiesta menemista, de cómo es cantar �Los dinosaurios� en la Era Duhalde y de por qué juntó 250 mil personas para grabar Demasiado ego. Y como si fuera poco, explica todo lo que hizo durante la década en la que pareció volverse loco.

Por JUAN IGNACIO BOIDO

Hace casi veinte años Charly García estaba encerrado en su casa yendo y viniendo de la cama al living y rogando que no bombardearan Buenos Aires cuando se dio cuenta de que no quería volverse tan loco. Casi diez años después, hace diez años, Charly García se volvió loco. O went mad. En inglés. Como le gusta a él. Como si la locura fuera un lugar al que se va y del que, en el mejor de los casos, se vuelve. Ahora Charly García volvió. Ahora –diez o veinte años después– Charly García termina de ensayar, aparece en el living de la sala de ensayo cantando Dónde va la luz cuando se apaga / dónde va el amor cuando se va y dice “Ya está, ya llegué”. Escucha el racconto ajeno de sus últimos veinte años y dice: “Sí, puede ser que haya ido hasta algún lugar. Aunque para mí siempre tuvo más que ver con una cuestión espiritual. Para mí, yo estaba resolviendo un misterio. Sentía que me estaban testeando. Para qué, no sé. Estaba metido en el asunto de La hija de la lágrima y de Say No More y todo ese rollo intraterreno. Yo estoy convencido de que algunos seres de mi familia viven bajo tierra, y ojo, estoy hablando en serio y no de muertos ni de platos voladores. Hablo de gente sensible o inteligente que sufre mucho porque no puede ser comprendida o escuchada, y que a lo mejor ni siquiera puede trabajar. Esa gente que a veces arma sociedades autoabastecidas dentro de la sociedad. Esa es la idea de Say No More. ¿O de qué pensaban que hablaba cuando decía que iba a alambrar mi barrio?”.

I Una idea: si García se fue y ahora volvió, no estaría mal que García cuente cómo vio desde allá lo que pasaba acá. Que hable de los diez años de la Argentina menemista, de los diez años de luto rockero sin Luca Prodan, Federico Moura y Miguel Abuelo, de la incursión alguna vez antropológica y después tilinga del rock en las fiestas de Punta del Este, de los diez años durante los que auguró el avance tan imparable como devastador de la nada. Y, además, que García hable de los diez años en los que más se habló de García. García escucha. Y después dice: “Está bien. Pero soy un poco escéptico con este tema de las décadas. Ultimamente son muy mencionadas, ¿no? Pareciera que es muy importante si sos 60, 70, 80 o 90. Se le da una importancia tremenda, como si fueran demarcadoras de lugares, cuando en realidad los límites de las décadas son, como mínimo, grises. Alguien dijo que los 60 empezaron cuando los Beatles sacaron I want to hold your hand. Otros dicen que en el ‘65. Los 70 pueden haber durado, qué sé yo, hasta el ‘75, cuando se separó Sui Generis. Los 80 pueden ser solamente una canción de Virus. Y llegamos a esta época en la que no se pueden fumar cigarrillos, algunos cierran boliches a las tres de la mañana, hay forros por todos lados, y la misma gente que decía que no le gustaba McDonald’s está todo el día en McDonald’s. Se habla de los 90 porque ya llega el 2000. ¿Y qué va a pasar en el 2000? Con un poco de sentido común, cualquiera se da cuenta que no va a pasar nada. Pero, ojo, no por eso son diez años de nada. No es lo mismo, no me cierra. Yo estaba. Es cierto que yo dije que la nada avanzaba. Pero cuando decís eso, pareciera que uno no quiere hablar de algunas cosas, y te perdés y te pierden. Toda esa lucha que me agarró contra la nada estuvo influenciada directamente por una película: La historia sin fin. Pero esa nada no empezó entonces ni terminó ahora. Ojalá se hubiera terminado, pero creo que continúa. La nada sin fin, ¿no? Ahora sí, si querés hablemos de estos diez años”.

II Hace diez años, antes de irse o de volverse loco, García grababa y reformulaba el Himno y, a la vez que el país se sumergía en un debate nacionalista tan furioso como ridículo, García se subía al escenario y se montaba a la campaña de Angeloz al grito y al ritmo de “Menem never”. El García proselitista había debutado en realidad en el ‘73, tocando en la cancha de Argentinos Juniors, aunque más por la vuelta a la democracia que por la llegada de Cámpora al gobierno o de Perón al poder. Así como en el ‘89 tocó más por Menem –por “No Menem”– que por Angeloz. Hoy García no toca por nadie. Ni en broma. Ni por García ‘99. “En el ‘89 me pagaron. Pero la verdad es que ahora no creo en la democracia así nomás. Es cierto que es lo menos malo de lo peor, porque ¿quién quiere nazis encima de uno? Pero tampoco creo que diez personas piensen más o mejor que una. Y no creo que el Estado deba mantener al individuo. No puedo creer en eso porque, en definitiva, creo que el Estado no debería existir. En este país, el Estado es todos los días problemas. No tengo una solución mejor, pero es obvio que el Estado es una payasada. Digamos que creo en la aristocracia del mérito. Y lo digo en serio.”
Diez años después, García mira al menemismo y mira al rock en la fiesta menemista y dice en serio: “El rock no pudo dejar de estar. Porque estar y mirar es lo que el rock hace: entrar a la fiesta, patearle el culo a uno, darle un beso a otro, ir y venir con alguna chica. Y acá hay un detalle importante: no es que el rock haya decaído, sino que decayó la calidad de la fiesta. Pero el rock siguió yendo, seducido por las mujeres. Y no está mal que haya seguido yendo, porque podría haberse quedado mirando a un costado. Pero me parece que le gustó un poquito demasiado. Ojo, yo no soy el rock. Vivo de él, soy un pariente, pero nadie en sí mismo es el rock. El rock es como el Espíritu Santo. Y sí, fueron diez años de poco baile. Pero lo que pasó fue que tampoco hubo mucho ritmo”.
García en la fiesta. Una parte de García volviéndose loco y bailando poco, otra parte de García mirando desde el costado. Hasta que, después de diez años, las dos partes de García se encuentran y, de la nada –de esa nada que nace, crece y se reproduce en la fiesta–, aparece una canción. Lo que podría ser el principio de una arenga antimenemista. Una suerte de comienzo virósico y a la vez una muestra del mejor antídoto que García sabe conseguir. BCG pura cepa: Bailar Con García. El tema “News Café”: “Donde están todos cuando nadie los ve / están todos careteando en el News Café / Qué es lo que hacen cuando nadie los ve / en el News Café / Yo los miro cuando nadie los ve / en el News Café”. García toca, para y escucha. Dice: “¿En serio parece antimenemista? Puede ser”. Y sigue ensayando.

III García ensaya canciones que no tocaba desde hacía años. En Buenos Aires Vivo revivió a Sui Generis con Nito Mestre incluido para “El show de los muertos” y “Música de fondo para cualquier fiesta animada”. Hace un par de semanas, García y Mestre batieron el record del mismo García en continuado, tocando en un bar de la costa durante tres horas cuarenta el repertorio completo de Sui Generis. Ahora, unas semanas después, ensaya y toca “Eiti Leda”, de Seru Giran. De ahí pasa a “Sus ojos se cerraron”, que se convierte en una variación de “Fanky”: “No voy a parar, soy un caradura”; y de ahí a “Necesito”. Los músicos lo siguen. García cambia y vuelve a cambiar para apurarlos o para perderlos. Termina, los mira, se ríe y dice: “Son mis niños. Ustedes se criaron con esto”. Una hora después del ensayo retoma la idea: “El otro día me puse a pensar si no me estaba cogiendo a un familiar mío. ¿Cuántas parejas habrán cogido con Sui Generis? Puf. ¿Y cuántos, ya desde la placenta, escuchaban Yendo de la cama al living? Qué sé yo. Lo que sé es que yo formé parte del desarrollo de esos niños y niñas. Lo que desata otro conflicto, entre la niña adolescente y la madre de treinta y pico. Y la abuela, que te la encargo, porque a veces no llega a los cincuenta. Yo le doy alegría a todas, porque tengo una capacidad de amor cada vez más grande”.

IV Esa capacidad podría medirse así: 250 mil personas. Buenos Aires Vivo fue un show por el que nadie ponía –literalmente– un peso. Por ese mismo show, el martes pasado, muchos se morían por poner muchos pesos: para la versión televisiva y televisada de las dieciocho canciones y los 250 mil en Demasiado ego. Puro García. Häendel y los Beatles. Versiones nuevas de canciones viejas y una ecuación tan rara como comprobable: cuanto más vieja la canción, más demoledora. Y entre las más viejas y las más demoledoras resucita “El show de los muertos” (Tengo los muertos todos aquí / ¿quién quiere que se los muestre?). García elabora una breve teoría sobre el asunto: “Las últimas cosas que estoy tocando tienen mucho que ver con la época en que todavía no había grabado. Alguien dijo que uno hace todo cuando es adolescente. Bueno, muchas de las canciones que hice durante años y que hago ahora son pedazos de canciones que en realidad vienen de esa época. Y el show... El show fue para mandársela a guardar a ésos. A los que estaban esperando que se las mandara a guardar. El tema de los helicópteros no creo que haya sido un problema para la gente. Si para vos fue un problema, es porque leés muchos diarios. Andrea, mi empleada doméstica, le explicó la idea a Hebe de Bonafini y Hebe la entendió perfecto. Fin del tema. Ahora, si querés saber qué se sintió, hay que buscar una palabra que termine con ante: reconfortante o humectante. Es como preguntarle a una novia qué siente cuando se casa: hay gente que te mira, están tus padres, pero por más que expliques no sé si otro que no seas vos lo puede entender. Cuando decís “No estoy tranquilo, mi amor / hoy es sábado a la noche / un amigo está en cana” y por ahí ahora, veinte años después, pasa lo mismo... guau, es denso”.

V “Ya que tanto quieren hablar de mis caídas, de mis traspiés, hay picos de glamour para oponer a estos diez años. La época apenas anterior a Adiós Sui Generis: mientras todos se mataban yo andaba con Lebón y Nito vestidos de mujer. Después, Seru en Buzios. El Ferro que hice con Yendo de la cama al living. El otro Ferro, entrando con Los Enfermeros en una ambulancia, cuando me escapé de la clínica. Y esto de Buenos Aires Vivo. Pero en el medio, ¿cuánto tiempo pasó? ¿Diez años? Esto me pasa por no dormir. Me enteré el otro día de que se cumplieron casi treinta años desde que Sui Generis sacó un disco. Bueno, para mí pasaron cinco. Y creo que eso le pasa a muchos. No fueron diez, ni una década, ni los 90 ni fin de siglo. Fueron La hija de la lágrima, Say No More, El aguante: discos. Puedo no acordarme de lo que hice en cada momento de todos estos años. Pero lo que hice en cada disco, sí. Y no es que antes no había plan. Lo había hecho siempre, sólo que en ese momento me di cuenta y le puse nombre: Say No More”.
García habla de Say No More, de la posibilidad de traducirlo como “Decí basta”, pero también de las otras seis formas tan posibles como válidas que aparecen en ese oráculo lisérgico y beatle que es la película Help. Habla de la escena del restaurante indio, donde una chica que baila con McCartney dice: “Say No More, I can’t say No More”. Y habla de estos diez años como si fueran una película que se llama, sí, Say No More: “Realmente estoy muy orgulloso de haber llevado a cabo este plan, porque era algo muy idealista y ya van cuatro discos. ¿Cuál era el plan? Cercar el barrio. El plan original era hacer discos de plástico, de un tamaño ni chico ni grande, de música experimental tipo Brian Eno, y tener un estudio debajo de la tierra. ¿Con quién? Con los que ya tienen el pasaporte para entrar al barrio. Con los que no miran televisión sino que la usan como un velador. Y La entrada es gratis, la salida... vemos tenía que ver con un chiste que hacíamos: como el estudio iba a tener una ventana que diera al mar, la idea era que entrara cualquiera y, si nos gustaba, bien. Y, si no, una patada y al mar. Esa fue un poco la idea que tuvieron los Beatles con Apple. Y les fue bastante mal. O muy bien. Yo, por mi parte, puedo decir que Demasiado ego es el cuarto disco de Say No More”.

VI Billinghurst y Arenales. García en tránsito y mirando por la ventanilla: “Los travestis laburan. Ese que está ahí, está laburando. Así que: respeto. Porque acá no queda respeto por nadie. Por eso se meten con las prostitutas. ¿O me van a decir que no es hipócrita tener el poder y agarrársela con los estratos más marginados por ser diferentes, siendo ellos mismos diferentes y olvidándose de eso? Porque yo sé que, en un punto, Méndez es un freak. Cuando fui a La Rioja hace unos cuantos años, el quía tenía un grupo de poetisas que lo seguían completamente chifladas. Ahora, si me preguntan por qué me abracé con él en la tapa de una revista, yo puedo decir que ahí también estaban los demás, sus oponentes, en la misma foto, y eran una desgracia. No tenían ni el poder ni el carisma ni nada. Con los militares era peor, pero no me parece que esto sea mucho mejor, y tampoco me parece que de acá en adelante... me parece que puede ir peor”.

VII “Y soluciones no tengo. Para los que puedan, traten de trabajar en lo que les guste, o algo parecido. Yo creo que el argentino está loco porque divide el trabajo y la vida: odia su trabajo y se siente frustradísimo, y después cierra la puerta y entra a la vida. Pero como es una vida de mierda, tira mierda para todos lados. Yo trabajo todo el tiempo: hacer una entrevista, tocar, ir a la disco, componer, ensayar... Todo es trabajo”.

VIII García trabajando: ensaya con una remera que tiene estampado un dibujo de la cara de Lennon. Una especie de Lennon marciano. Lennon extraterrestre o intraterreno. García ensaya un día con una remera de Lennon y, al otro día, con una gorra y unos anteojos muy parecidos a los del Lennon de aquel fin de semana perdido que duró un año entero. García hoy es mayor que Lennon cuando lo mataron y el hijo de García es mayor que García cuando decidió terminar los 70 en 1975 separando a Sui Generis. García tiene 47 años y 31 discos. Y un largo y sinuoso camino en el que bien podría haberse desbarrancado. Pero no. “¡Qué me van a haber sacado energía estos diez años! Me la dieron. En serio. Nunca pienso si voy a poder componer otra canción como Los dinosaurios o Raros peinados. Las hice, y sigo componiendo. Yo estoy en la misma película desde Sui Generis, y nunca tuve tanto público, sobre todo de pendejos y pendejas. A lo mejor me estoy poniendo viejo. Pero lo que sé es que los pibes no ven a nadie en el medio. Será que no hay jóvenes. O que los jóvenes no tienen onda. O será que soy joven. Las chicas muertas por uno, levantar la mano y ¡¡¡aaaahhhh!!! Nunca tuve tanto poder. Si estuviera gordo, bueno, me preocuparía, pero estoy bárbaro. Y la verdad es que no sé cómo. Pero me veo llegando a los 64”.

IX Cada tanto, cuando alguien se va de la sala de ensayo, García saluda: “Chau. Pensá”. “Pensá”, o “piensen”, o –cuando le preguntan qué le diría a Menem– “que piense bien”, son las frases que más repitió García en los últimos diez años. Ahora, diez años después, García explica esa forma de plegaria desatendida como una arenga para que el silencio haga ruido: “No me acuerdo qué fue lo que disparó esa frase, pero creo que yo asocio mucho el pensamiento con la memoria. La memoria es el pensamiento casi en sí mismo, y si se puede pensar que el pasado está ahora acá, pensar es una manera de no negar lo que pasó. Lo que pasó está. Se puede morir alguien de tu familia, pero esa ausencia está: con las presencias, las traiciones y los besos antes de las traiciones. La gente no se acuerda de lo que pasó el mes pasado, y eso, para los que tenemos memoria, es alarmante. Porque, por otro lado, hay como una nostalgia hinchapelotas con eso de las décadas. Por todo eso me parece que hay que pensar. Ahora, ¿para qué sirve pensar? Qué sé yo. ¿Para qué sirve la electricidad? Pero ya que está, se usa. Y la gente que no piensa es porque no escucha. O porque sólo se acuerda de lo que le conviene. Y flor de hijos de puta son. Porque no pensar trivializa todo: no es que ayer alguien era asesino y hoy es vestuarista. Hoy es vestuarista y asesino. Es así. O será que tengo muy buena memoria”.