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Janeane Garofalo se quiere casar


¿Ustedes
quieren
que actúe?



El estreno en video de �El casamentero� sirve como excusa para descubrir o redescubrir a una de las comediantes más extrañas de Hollywood, experta en hacer reír a carcajadas con el odio que siente por sí misma. Un vistazo al mundo de Janeane Garofalo, donde cada película es un nuevo y vano intento de demostrar a quienes la contratan que no puede hacer el papel que le piden.

Por DOLORES GRAÑA

Lo que mueve a Janeane Garofalo es bastante obvio: un profundo, productivo y exquisito odio a sí misma. El mismo que la hace aceptar papeles por debajo de su intelecto, aspecto físico y lengua viperina, feliz de sabotearse una y otra vez. Detrás de cada una de sus actuaciones imposibles y amargadas hasta despertar la carcajada perfecta yace una motivación invencible: Garofalo sabe que no puede escapar de su propio papel. Ni siquiera en películas independientes. De manera que combina, masoquista, una y una, borrando los límites entre cine de estudio y cine de autor, de la misma manera en que hace volar por los aires los límites entre el papel de turno y el personaje perenne. Cada una de las actuaciones de Garofalo es como una entrega más de una comedia dramática interminable que podría perfectamente llamarse Santa Janeane: las tribulaciones de una joven actriz que intenta en vano demostrar a quienes la contratan que están equivocados al pedirle el papel que le piden. El papel Janeane Garofalo.

CON LA VIGA EN EL OJO En un principio, Janeane Garofalo comenzó haciendo stand-up comedy en bares de Nueva Jersey con el típico material que podía acumular una chica furiosa consigo misma: ganas de trompear al tipo con el que salía porque éste le comentaba como al pasar que si engordaba un centímetro más ya no iban a ser una “linda pareja”. La rutina autobiográfica, si se quiere: la gordita petisa que no es fea como Roseanne, por ejemplo, y que tiene la afilada inteligencia como para darse cuenta de que eso la convierte en un bicho muy raro. De ahí saltó a la TV, dentro del elenco estable de “El show de Ben Stiller”, el primer fracaso de entre los muchos y preciados que le seguirían. Ya inaugurada una tendencia, el paso inmediatamente posterior también fue gentileza de su jefe: Generación X, ese culebrón de celuloide en donde Winona Ryder sacó chapa de Winona Ryder y en donde (fenómeno ampliamente menos percibido) Janeane hizo algo mucho más difícil: conseguir el mejor papel de la película. Mientras el personaje de Winona coqueteaba con un ejecutivo tipo MTV y entraba en éxtasis cada vez que su amigovio Ethan Hawke atendía el teléfono al grito de “Aquí el invierno de nuestro descontento, ¿en qué puedo servirlo?”, Garofalo era la única que trabajaba (a disgusto, por supuesto, como encargada de un local de Gap), la única que se hacía una test de hiv y la única que ostentaba alguno de los síntomas enunciados por Douglas Coupland en su novela Generación X (que no tenía nada que ver con la película, a pesar de la trampita en la traducción del título que se les ocurrió a los distribuidores locales). Lo más notable era que, en una película que supuestamente narraba la vida de prototípicos jóvenes del ‘90, el personaje de Janeane era el único que desentonaba con la melaza generalizada. A tal punto que cuando todo terminaba y sonaban violines, Janeane desaparecía misteriosamente de escena. No era difícil imaginarla a un costado, doblándose al medio de risa y preguntando a nadie en especial: ¿Así que esto eran los ‘90? Nada nuevo bajo el sol: Winona y Ethan se convirtieron en estrellas y a ella ni siquiera le ofrecieron un trabajo en Gap.

YO, LA PEOR DE TODAS Lo que sí le ofrecieron y aceptó (y ahí quedó durante casi cinco años, hasta 1997) fue el papel de Paula, la encargada de contratar lo que se llama en televisión “el talento” (léase, arreglar la participación de estrellas) en el talk-show de Larry Sanders, o sea, la sit-com The Larry Sanders Show (que se emitía hasta el año pasado en Sony). Paula era un ejemplar de esos que pululan cual peste en cualquier ambiente laboral: lenta, necia y malhumorada. Algo así como Janeane Garofalo vista por Janeane Garofalo. Cuando casi ganó un Emmy por el papel, su lógica esquizofrénica consideró que no era otra cosa que la comprobación de su teoría: “Nunca voy a ganar porque nadie premia a alguien que se odia. Y me odio porque no trabajo lo suficiente, no escribo lo suficiente y no leo lo suficiente. Pero no tengo baja autoestima: sóloaprieto mucho los dientes. Tengo un aparato de ortodoncia para remediarlo, pero desafortunadamente cubre la mitad de mi cara y no me deja dormir. Así que gasté una pequeña fortuna en algo inservible, lo que provoca que apriete los dientes aún más. El odio a mí misma es lo único que me mantiene viva, por lo que es saludable. De todas maneras, es mejor que felicitarse por ser una idiota”.
Ese mismo año, alguien descubrió que esa obsesión a la inversa por la imagen –caballito de batalla de Garofalo– calzaba al dedillo con el Cyrano de Bergerac al revés que fue La verdad sobre perros y gatos, en donde el director Michael Lehmann se proponía lo aparentemente imposible: que Ben Chaplin descartara a Uma Thurman y eligiera a Garofalo como el objeto final de su afecto. Lo único que explica el éxito de la película es lo descabellado de la premisa: la señorita Garofalo como una chica muy prolija, amante del violín y los animales (conduce un programa radial sobre los encantos de las mascotas), y vecina de la descerebrada Uma. Era todo tan encantador que terminaba reblandeciendo hasta a la propia Garofalo: su escena final incluía beso con fondo de atardecer y perro sonriente. Luego de concluir la película, Garofalo anunció al mundo que se había traicionado: al escuchar a uno de los productores comentar que fotografiaba igualita a Gérard Depardieu, había adelgazado diez kilos. Así que apretó mucho más los dientes, decidida a vengarse.

EL PLACER DE LOS DIOSES En Romy & Michelle volvió a su clásico gran papel dentro de mala película: una loser más loser que Mira Sorvino y Lisa Kudrow juntas, convertida en millonaria antisocial gracias a la invención de un cigarrillo de consumo ultrarrápido. Sus cinco minutos en escena bastaban para hacer perder el interés por el resto de la película. Pero la auténtica venganza estaba en hacer exactamente lo que le pedían y demostrar que podía hacerlo a su antojo. Cualquier seguidor de su carrera puede llegar a sufrir bastante con su papel en El casamentero: Garofalo parodia a Julia Roberts y Meg Ryan al mismo tiempo y se ríe a carcajadas de lo bien que le sale. La historia es muy simple: Janeane es enviada por su jefe, un senador bastante inescrupuloso, a encontrar parientes en un pueblito perdido en medio de Irlanda, con la esperanza de que “el espíritu Kennedy” lo salve en las próximas elecciones. Ella no quiere ir, pero va. Aterriza de pésimo humor pero se le va. Piensa que en Irlanda todo es ridículo, pero también se le va. La combinación de aire puro y abundantes vueltas de whiskey logra lo que parecía imposible: Janeane se enamora de un ex periodista que abandonó el oficio por no traicionar sus ideales bla, bla, bla. Pero no bien se da cuenta, se va.
Después del éxito de la película (en la que besaba al galán dos veces) le llovieron propuestas para películas románticas, que desechó para fundar su propia compañía (I Hate Myself: “Me odio”) y producir una película que contaría la vida rutinaria de una cuarentona cuáquera y granjera, proyecto que, por razones obvias, sigue sin concretarse. Mientras tanto, Janeane se puso a escribir un manual de autoayuda con las lecciones de superación personal que nunca consiguió aprender. “Lo único que quiero, a esta altura de mi vida, es irme a casa con Elvis Costello”, dijo en MTV el año pasado, poco antes de aceptar a regañadientes otro papel en otra película independiente. La película se llamó 200 cigarrettes, cuenta una accidentada noche de Año Nuevo que rebalsa de cameos ilustres (desde Courtney Love y Christina Ricci hasta Robert Carlyle) y se convirtió en objeto de culto inmediato en Estados Unidos y Europa. ¿Y adivinen quién hace un cameo en 200 cigarrettes y se va de esa fiesta de Año Nuevo con una chica más bien gordita y de mandíbula apretada?