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Pavement cumple con su quinto disco

 

La quinta
es la vencida

Cuando recién empezaban prometieron que su
quinto disco sería “técnicamente perfecto”. Y con Terror Twilight cumplieron. De la mano del productor Nigel Godrich (también responsable de OK Computer, de Radiohead y Mutations de Beck) los Pavement han llevado su esplendor low fi y la ironía de las letras de Stephen Malkmus a la cima de eso que sigue llamándose “rock alternativo”.

Por ESTEBAN PINTOS

Pavement es la banda que cientos de bandas en todo el mundo quisieran ser. Reyes del rock desconcertante y sinuoso, del sonido low-fi bien entendido y de las letras ultrairónicas, son el modelo ideal para esos jóvenes (y no tanto) que han resuelto cambiar sus vidas al enchufar una guitarra. Si el rock en general ha redimido la vida de perdedores por naturaleza –las chicas no me miran, los pibes me desprecian, no tengo habilidades deportivas, el mundo está contra mí–, Pavement es el ejemplo perfecto de la banda de perdedores que se convierte en modelo: estrellas a su manera del rock indie norteamericano, pasión de los críticos musicales del Primer Mundo, referencia inevitable de un sonido y una estética desganada. El pop-rock de raíces folk y arranques levemente noise de Pavement es desganado, a veces pagado de sí mismo, ácido (en todos los sentidos) y cadencioso. Las canciones fluyen desde la electricidad, un leve y por momentos mecánico golpeteo de batería, una línea de bajo apenas ondulante y, sobre todo, una voz que, de tan monótona, se convierte en expresiva. Las letras de Stephen Malkmus, suerte de gurú “alternativo” (todavía con esa palabra...), escarban en la cotidianeidad y extraen material para sus canciones, sádicos juicios de valor sobre otros o sobre sí mismo, que casi siempre terminan en comentario lapidario. Un ejemplo de su último disco: “Los estudiantes de arquitectura son como vírgenes con una picazón que nunca se pueden rascar. Nunca construyen un edificio hasta que tienen cincuenta, ¿qué clase de vida es ésa?”. Malkmus es licenciado en Historia de la Universidad de Virginia, poco afecto a las declaraciones sobre música, se sabe poco y nada de su vida personal, salvo que admira todo lo que sea británico: hasta le puso el nombre a su banda: pavement es, en inglés británico, acera.
Los méritos de Terror Twilight, el quinto disco de Pavement, arrancan con su productor, el hombre del momento del rock-rock (o sea, bajo, guitarra, batería y voz de proyección cósmica). Nigel Godrich, responsable de los celebrados OK Computer de Radiohead y Mutations de Beck, tomó este trabajo casi como un capricho: sus honorarios para producir a Pavement no alcanzan ni el diez por ciento de lo que percibió con las superestrellas antes mencionadas. Lo hizo porque siempre quiso trabajar con esta banda, ha declarado. ¿Qué ofrece el estilo Godrich? Con Radiohead parió un sonido retrofuturista como atmósfera adecuada para los lamentos eléctricos del conflictuado Thom Yorke, suerte de visiones floydianas de fin de siglo. Con Beck fue un “folk-rock de la era espacial”, en donde cabían incluso los entusiastas arranques bosa nova del rubio de California. El rasgo común era esa proyección hacia el más allá, una especie de boleto para viajar a partir de las canciones. Piloto de transbordador espacial del rock de la década, Godrich asumió con Pavement un desafío mayor, paradójicamente con los artistas de menor cartel con que ha trabajado en los últimos dos años. ¿Qué hizo con Pavement? Encauzó un patrón sonoro para las diez canciones y pico que redondean 45 minutos del trabajo más redondo que haya realizado el quinteto californiano. Porque Terror Twilight es el disco prometido por Malkmus hace más de cinco años, en las épocas del “comercial” Crooked rain, crooked rain (el único disco de Pavement editado en Argentina, conseguible desde hace un par de años en disquerías no-del-palo a cinco pesitos). El bueno de Stephen se atrevió a anticipar, aquella vez, que harían un disco técnicamente perfecto, sin errores ni sobresaltos sonoros, recién “cuando lleguemos al quinto disco”. Y ahora el quinto disco llegó, de la mano de Nigel Goodrich.
La historia de Pavement se inició de los delirios lisérgicos de un ex hippie baterista llamado Gary Young (un acid fried, según la graciosa definición de sus biografías más o menos oficiales). Young pagó de su bolsillo –800 dólares según el recibo– las primeras sesiones de grabación de los Pavement en el verano boreal de 1989. Slay tracks (19331969), grabado en los estudios Louder Than You Think (“Con más volumen de lo que pensás”, lindo nombre), propiedad de... el propio Young. No está claro si lo hizo porque esos dos chicos (Malkmus y su amigo de la infancia Scott Kannberg, apodado “La Escalera Espiral”) le caían simpáticos o porque algo vio. Lo cierto es que tocó la batería en aquellas sesiones, en donde los dos pibes se hicieron cargo de las voces alternativamente. Aquel EP, firmado enigmáticamente por “SM” y “Spiral Stairs”, empezó todo. Algunas copias empezaron a llegar a personajes influyentes del rock en la costa oeste y algunas oficinas de pequeñas discográficas, tal el caso de la incipiente casa Drag city –sello de prestigio en el rock under norteamericano hasta hoy–, con la que grabaron otros dos EP, titulados Demolition plot J-7 y Perfect sound forever. Eso fue en 1991, cuando tuvieron la oportunidad de audicionar para Matador Records. Fue amor a primera vista y, para 1992, estaba en preparación Slanted and Enchanted, uno de los “100 lanzamientos alternativos más influyentes de todos los tiempos” según escribió el crítico y periodista Neil Strauss para el libro Alt-Rock-A-Rama, editado por la revista Rolling Stone en 1996. Pero no sólo de títulos o menciones en libros de historia se nutre el valor de Slanted.... Fue un disco seminal de todo un estilo que, a partir de ahí, tendría “continuadores” aquí y allá. Ahí cobra sentido aquello de “la banda que cientos de bandas en todo el mundo quisieran ser”. Aquel primer ensayo de rock low-fi lo tenía todo: el sonido, las canciones, las letras, hasta las declaraciones que acompañaron su lanzamiento. Es, a su manera, un disco histórico. Ahí está, todavía y gracias al cielo, a disposición de los que quieran animarse. La carrera del quinteto (ya sin el acid fried de Young, y con las incorporaciones de Bob Nastanovich y Mark Ibold en batería y bajo respectivamente) se disparó al cielo alternativo. No olvidar que Slanted... salió el mismo año de la explosión de Nevermind de Nirvana y de la entronización de los conceptos “indy” y “alternativo” dentro de los cánones de esa maquinaria de artistas y variedades llamada rock norteamericano. En ese sentido, el sucesor Crooked rain, crooked rain potenció las posibilidades de la banda (un meritorio puesto 121 en el ranking Billboard 1994, por ejemplo): hasta tuvo un hit, “Cut Your Hair”, con ese contagiante uh, uh, uh... (imposible transcribirlo por escrito, perdón). Fueron acto central de Lollapalooza, se burlaron de los mucho más serios Smashing Pumpkins y, así como subieron a la cúpula, se bajaron: Wowee Zowee (1995), con su deliberado desorden sonoro, y el más pulcro pero igualmente desconcertante Brighten The Corners (1997) marcaron ese camino voluntario.
Con Terror Twilight ha llegado el tiempo del sonido perfecto, las canciones que no desbarrancan y la misma ironía de siempre (recordar verso dedicado a los estudiantes de arquitectura). Pavement sigue siendo apenas un pequeño culto para seguidores locales y una referencia para reseñadores de rock alternativo de los 90. Pero en Terror Twilight entregan lo mejor de su carrera: las canciones remolonean hasta despertarse –y en algunos casos, nunca se levantan de la cama–, pocas veces estallan –aunque estallan a veces– y todo parece sumergido en una suave marea eléctrica que hace pensar en un humilde aeroplano antes que en un transbordador espacial. Para eso, para viajar en primera hacia el espacio, hay otros pasajeros VIP, un poco más pretenciosos.