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“Bulworth” o la verdad acerca de la política

Todo el poder a Warren


La nueva película de Warren Beatty cuenta la historia de un senador que sufre un colapso nervioso y decide dejar de mentir en medio de una campaña electoral. Buen momento para su estreno en video en Argentina. Casi perfecto, si a eso se le suma el flamante anuncio que hizo la prensa: Beatty piensa postularse a la presidencia de los Estados Unidos, con el apoyo del Partido Comunista norteamericano.


Por Dolores Graña

Hay un momento revelador en A la cama con Madonna: las cámaras siguen a la diva por su suite cuando se oye un hilo de voz detrás de cámara. Madonna frunce el ceño, se ríe y pide a la voz que repita lo que dijo. La cámara gira y muestra a Warren Beatty repitiendo, con la cara de paciencia infinita de un maestro del estado mental de Hollywood: “¿Cómo es ella en la vida real? Todos sabemos que la vida fuera de cámara no existe”. Y no hay nadie que lo ponga en práctica de una manera más productiva: desde su debut en Esplendor en la hierba de Elia Kazan, en 1961, Beatty viene construyendo lo que seguramente será su mejor película. Warren Beatty: The Movie. Se podría argumentar que Warren Beatty no es un gran actor y él lo sabe. Pero, también, que es demasiado ambicioso para conformarse con ser sólo eso.
“Bonnie & Clyde fue la primera película que produje. Y debo decir que fue un momento muy importante de mi vida, porque fue el momento en que me di cuenta de que no tenía que esperar a que me contrataran para poder trabajar. No hice todas las películas que me ofrecieron en mi vida. No me interesaba hacerlo, porque podía hacer lo que tenía que hacer. He sido famoso durante más tiempo que cualquier persona de mi generación. Esplendor se estrenó diez años antes que Jack Nicholson, Robert Redford, Dustin Hoffman o cualquiera de mis amigos se convirtieran en estrellas de cine. Probablemente esté demasiado convencido de la infalibilidad de mi estrellato.” Es curioso que la larguísima lista de las conquistas amorosas de Warren Beatty sea mucho más notoria que su Oscar al mejor director (Reds) y las 51 nominaciones que acumulan sus películas. Igual de notoria es su supervivencia en un lugar donde un fracaso es el pasaporte para ingresar en una de esas secciones “¿Qué fue de la vida de...?” . Y, si no, vean a Kevin Costner deambulando por la pantalla tratando de entender todavía qué salió mal con Waterworld.
La leyenda de que Warren Beatty siempre consigue lo que quiere comienza con Jack Warner diciéndole en 1965: “Nunca volverás a trabajar en esta ciudad” (dos años después el pobre Warren debió arrodillarse a los pies del mismo Warner hasta conseguir permiso para producir Bonnie & Clyde) y se solidifica con su impenitente costumbre de ubicar al amor de turno en sus películas: Julie Christie en McCabe y Mrs. Miller y Shampoo, Diane Keaton en Reds, Madonna en Dick Tracy, Isabelle Adjani en Ishtar, Annette Bening en Bugsy. Warren Beatty no sólo volvió a trabajar en esa ciudad: lo hizo únicamente cuando tuvo ganas.
Durante la década del 70, los demás integrantes de su generación recuperaron los diez años que les llevaba Beatty en eso de la fama. Y lo dejaron atrás. Si se analiza su errático recorrido por las páginas de Easy Riders, Raging Bulls (especie de fresco forense de ese momento épico en el que las películas norteamericanas no fueron Hollywood, sino todo lo contrario) se verá que durante toda esa década no volvió a lograr lo que había conseguido con Bonnie & Clyde: ofrece una metáfora fílmica del signo de los tiempos. Las dos películas que le reportaron más éxito (de taquilla y nominaciones de la Academia) durante la segunda mitad de los setenta son de lo más mediocre de su producción (Shampoo y El cielo puede esperar). Por esos años, Warren Beatty hablaba de usar la comedia para poner en escena algunas de las ideas que le habían ganado tanto el ridículo del ala conservadora como el desprecio del ala liberal: escenas de la lucha de clases, y no sólo en Beverly Hills. Sólo él podía hablar (de hacer películas) sobre esas cosas y no provocar una estampida en los pasillos de los estudios. No sólo logró reunir a Paul Simon y Art Garfunkel para un acto proselitista de George McGovern, candidato demócrata para la presidencia, sino que dos años después estaba primero en las encuestas para suceder a Reagan como gobernador de California. Se negó a presentarse (en 1976 hizo otro tanto con el puesto que había dejado vacante Jimmy Carter en Georgia). En 1981, decidió dar el golpe maestro: ubicarse como el exégeta de John Reed. Después de todo ¿quién mejor que él para recordar a Estados Unidos que un norteamericano había sido enterrado con todos los honores en el Kremlin? La compañía petrolera Gulf Western aportó insólitamente los veinticinco millones necesarios para hacerla. Beatty se llevó a su casa el Oscar al mejor director y la devoción incondicional de muchos de sus seguidores, que desde ese momento no habrían de distinguir dónde terminaba John Reed y empezaba Warren Beatty. Había hecho lo que había que hacer. Y en cámara. El único lugar en donde valía la pena vivir.
Los ‘80 pasaron sin pena ni gloria: todo el esfuerzo que le había dedicado a su candidato presidencial, Gary Hart, se esfumó cuando lo fotografiaron en unas vacaciones con una chica de dudosos antecedentes. Fue el fin de sus aspiraciones de convertirse en el Savonarola entre Washington y Hollywood. Antes y después del desastre de Ishtar y el de Hart, Warren Beatty no dio entrevistas. Durante los ‘90, el tipo que había inspirado a Burt Bacharach a escribir What’s New Pussycat? se dedicó a demostrar que el tiempo no había pasado para él. Que todavía podía conquistarnos fácilmente si tenía ganas. En 1996, en pleno furor de la era Clinton, a Warren Beatty se le ocurrió una idea. Una idea tan peligrosa como tentadora para corregir el error que había cometido con Hart: no “armar” un candidato entre películas sino desarmarlo dentro de una película.
El senador J. Billington Bulworth está en plena campaña. Faltan pocos días para las elecciones que, según las estadísticas, volverán a llevarlo a Washington a representar los intereses de sus votantes. Pero Bulworth sabe que no irá allí a representarlos a ellos, sino a las corporaciones y empresarios que aportan dinero a su campaña, a cambio de que él proteja sus intereses. Bulworth se pasa tres días sin comer y sin dormir, encerrado en su despacho, y se vuelve loco. Decide contratar a un asesino a sueldo para que lo mate antes de las elecciones (no sin antes conseguir un seguro de vida por diez millones de dólares para su hija). Y decide dejar de mentir durante el resto de la campaña. Ya no tiene nada que perder: entonces explica a la comunidad negra que no cumplió sus anteriores promesas porque “venimos acá, les decimos lo que quieren escuchar y creo que ustedes saben lo que pasa en realidad: nos olvidamos de ustedes hasta las próximas elecciones”. En ese mítin Bulworth conoce a una chica (Halle Berry). La chica es negra y no parece demasiado convencida de la sinceridad de sus intenciones, para con ella y para con el electorado. El senador decide probarle que está equivocada. Pero no tiene tiempo que perder: el asesino a sueldo ya ha sido contratado. Bulworth empieza a rapear su caída en desgracia de la política y su ascenso en el corazón de sus votantes. La película no tuvo demasiado éxito en Estados Unidos, aunque le dio a Beatty otra nominación al Oscar (la número 52) por el guión que escribió junto a Jeremy Piksen: un gesto merecido para una sátira astuta y furiosa, que revela lo que los personajes de Wag The Dog sí le lograron ocultar a todo el mundo con éxito.

“Bulworth fue el producto de pasar muchos, muchos años en ese ambiente y presenciar demasiados asesinatos políticos, no sólo a balazos, sino a flashazos, chismes infundados u operaciones de los medios. Uno no hace una película sobre algo que está pensando: uno hace una película sobre lo que siente. De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que ciertos cantantes de rap son muy similares a los poetas de protesta rusos de los ‘60. Hay ciertos momentos históricos en los que la única manera de atraer la atención es trabajar con un género cuya forma atraiga la atención. En estos tiempos, el rap tiene toda la atención: no sólo de los jóvenes negros, sino de toda una generación. No diría que es la única manera de hacerlo, diría que es una manera entretenida de hacerlo. Y quizá la única manera de ser escuchado en estos momentos.” Y hay algo inmensamente liberador en ver cómo Bulworth dice la verdad hasta a quien no quiere oírla. ¿Respeto a las minorías? Bulworth propone que el camino para la igualdad racial en Estados Unidos consiste en la desaparición de las razas a través del mestizaje absoluto. ¿La idea no es que seamos todos iguales?
Saboteando una a una las movidas maquiavélicas necesarias para ganar una elección, el senador parece volverse totalmente loco y a la vez peligrosamente cuerdo, cuando exige que se diga de una vez la única mala palabra que queda: socialismo. Y descubre lo que todos saben desde hace mucho tiempo: que la política es dinero y el dinero es poder. Todos quieren algo: Bulworth quiere la verdad y la chica. Ergo, Bulworth termina mal. Dijo Warren Beatty hace un año: “Mi trabajo es entretener. Si me exigieran que mi película tuviera un mensaje, probablemente me lo tomaría en serio y aburriría a todo el mundo. Cualquiera podría decir: Ahí viene otro tipo gritando como loco sobre problemas de clases, de razas, de dinero... ¿No es raro que tenga tantos millones? No creo que alguien esté interesado en escucharme hablar en serio sobre estas cosas. Pero, está bien, voy a decir la verdad: somos un club de gente rica que representa al veinte por ciento superior de la pirámide económica. La estamos pasando bárbaro. Y, ¿saben qué? Hay cincuenta millones de nosotros en el país. Eso es el poder. Para los ricos, las cosas están saliendo perfecto: mandamos a nuestros hijos a escuelas privadas, aprovechamos todas las oportunidades que se nos presentan, votamos, ponemos publicidad y contribuimos con dinero para las campañas que nos asegurarán que todo siga como ahora. Pero existen doscientos millones de personas que no pueden hacer nada de eso. Eso es obsceno. Y es un mundo muy peligroso para dejar a mis hijos”.

Existe una probabilidad de que Bulworth gane, después de todo. Una posibilidad minúscula, pero altamente reconfortante. Quizá la gente sí quiera escuchar cómo Warren Beatty habla en serio “de esas cosas”. La semana pasada comenzaron los rumores de que Beatty estaba considerando presentarse como candidato independiente para las elecciones presidenciales del año que viene. Inmediatamente, el Partido Comunista de los Estados Unidos comenzó a juntar firmas para apoyar su candidatura, utilizando la fórmula del interrogatorio McCarthy (“¿Es, o ha sido alguna vez, militante del Partido Comunista?”) pero al estilo Bulworth: ofrece a cada uno de los firmantes de la campaña de Beatty una credencial del partido. Esta semana, la revista Slate reveló que Jesse Ventura –el luchador de catch devenido gobernador del estado de Minnessota– estaba tratando de convencer a Beatty de postularse por su flamante Partido Reformista. Warren parece estar tomándoselo realmente en serio. En otra entrevista, también fechada hace un año, se descubre que la idea no es nueva: “Si tengo la oportunidad de hablar a través de las películas, ¿no sería tonto de mi parte hablar de otra manera, sólo para conseguir votos? ¿Para qué? ¿Para conseguir respaldo económico y llegar a ser un senador de los Estados Unidos? No sé si lograría hacer las cosas que son necesarias si ganara una elección. Lo único que puedo asegurar es que sólo serviría por un solo período. Y sería un viaje de aquéllos”. Quizá sea verdaderamente cierto que Beatty siempre se sale con la suya. ¿O no se preguntaron por qué una película como ésta sale directamente en video justo antes de las elecciones?

Para adherir a la postulación de Warren Beatty
a la presidencia de los Estados Unidos:
http://www.networkingtheinternet.com/ americancommunistpartyonlin.htm