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Freedy Johnston vuelve más triste que nunca

El hijo de la lágrima

Debutó en 1990 con The Trouble Tree, un disco con el que trepó hasta la cima de los rankings holandeses. Al año siguiente tuvo que vender la granja de sus padres para volver a grabar. En cinco discos y medio, Freedy Johnston compuso canciones que hablan de casi todas las formas posibles de tristeza. Ahora sacó Blue Days Black Nights, con cuyas ventas, dicen, volvió a comprar la granja de sus padres. Pero no por eso deja de estar triste.

POR RODRIGO FRESAN

La escena es perfecta y perfectamente digna de una de esas películas perfectas de John Ford o de una de esas perfectas novelas de John Steinbeck. En cualquier caso, es una de esas escenas definitivamente norteamericanas a la hora de construir una leyenda con los materiales más nobles y humildes, materiales duraderos: ahí está el atardecer y el joven granjero en el atardecer despidiéndose de su granja, de la tierra de sus mayores, de la casa que heredó de su abuelo. Se ve obligado a irse, la tierra no daba para más y tuvo que venderla por un puñado de dólares a un terrateniente voraz. El joven que deja la casa donde nació y creció sube a su camioneta y decide no mirar atrás y se promete que algún día volverá y la comprará de nuevo y lo que hoy es gris será verde. Una lágrima �nada más que una� corre mejilla abajo. Entonces algo extraño ocurre y rompe la calma bucólica y campesina del cliché porque el joven lanza una carcajada al horizonte y acelera a fondo y tal vez la culpa de todo la tenga esa guitarra eléctrica junto al joven, en el asiento de al lado, mientras la cámara se detiene y ya no se preocupa en seguir ese rastro de polvo en el aire del atardecer. La música sube y los títulos aparecen y lo que parecía un final es, apenas, un principio.
UNO Sí, sí, sí: Freedy Johnston vendió la granja de su familia en el corazón de Kansas. La vendió para poder grabar un disco. La crónica de semejante blasfemia cometida por �el chico Johnston� se escucha, sin vergüenza ni muestras de arrepentimiento, en esa combativa declaración de principios que es la canción que abre, en 1992, Can You Fly. �Trying to Tell You I Don�t Know� empieza con sonido viejo y campestre para, enseguida, electrificarse y casi gritar: �Bueno, vendí la tierra para alimentar a la banda / Vendí la tierra para comprar el camino / Vendí la tierra por una canción sangrando en cada nota�. Más abajo, Freedy Johnston se define y se recuerda �la foto no ha cambiado, conviene aclararlo� con un �Yo era un cantante pálido y flaco�. Pensar en Freedy Johnston como la versión masculina de la más célebre viajera de Kansas: aquella Dorothy de El mago de Oz con ganas de irse a cualquier parte lo más rápido posible. Y es aquí �mientras la camioneta se aleja� que se impone un flashback con voz en off: �Nací en Kinsley, Kansas, unos meses antes de que levantaran el Muro de Berlín. ¿Significará algo eso? Kinsley está a más de tres mil kilómetros de Nueva York y San Francisco. A 1563 millas de las dos, para ser exacto. Lindo lugar. Hay un inmenso cartel en el centro de Kinsley con una flecha de dos puntas apuntando a ambas ciudades. Yo trabajé en un café junto a ese cartel mucho tiempo. Demasiado. Salía a fumar un cigarrillo y lo miraba fijo. Yo tenía dieciséis años y escuchaba en la radio a ZZ Top, Led Zeppelin, Aerosmith, Steely Dan, David Bowie... lo que pasaran. Leí en una revista acerca del My Aim is True de Elvis Costello e hice dedo hasta Dodge City para comprarlo. Cuando lo escuché, me abrió los oídos y los ojos. En Kinsley no había ningún negocio que vendiera instrumentos musicales así que compré una guitarra por correo. Me acuerdo del cartero subiendo por las escaleras del porche con la guitarra al hombro. Uno de esos momentos importantes. Mi hermano mayor la afinó y me enseñó algunos acordes y entonces supe que yo estaba perdido�.
DOS Y encontrado. Freedy Johnston vendió la granja para grabar el disco y darle de comer a la banda. No debe haber sido fácil o sencillo renunciar al pasado y al territorio que tus abuelos eligieron como patria privada y eterna. Tampoco debe haber sido particularmente difícil y de ahí, seguro, ese feeling inconfundiblemente Johnston que tiñe todos sus discos: la aguja que marca la velocidad del vehículo clavada en la frontera exacta entre la euforia y la melancolía, en el límite donde el presente de la felicidad obliga a pensar en el futuro siempre próximo de la tristeza. Las idas y las vueltas de los sentimientos, el doble fondo de las valijas ytodo eso. Freedy Johnston como un gran escritor de felices canciones tristes. Freedy Johnston y los blues de la sonrisa. Las cosas salieron bien: el disco resultó ser Can You Fly y el año de su salida terminó en casi todas las listas de favoritos de los críticos más respetados (Spin, Musician, Billboard, People) y Freedy Johnston salió de gira con alternativos de renombre como Matthew Sweet, They Might Be Giants, Soul Asylum y The Lemonheads. Y, sí, se puede saber qué hace un campesino con esa gente. La respuesta �como casi todas las respuestas� está en el principio: muchacho de pueblo chico soñando con las luces brillantes de la gran ciudad y los extraños sonidos brotando de los sótanos. Freedy Johnston oyendo �como si se tratara de mensajes secretos desde una zona crepuscular� los ruidos que hacen Pere Ubu, Talking Heads, XTC. Freedy Johnston decodificando esos ruidos y riéndose en la cara del rigor sentimental del country & western que escuchan sus padres y partiendo hacia Nueva York con un pasaje de ida. Así, Freedy Johnston graba en 1990 ese extraño debut que es The Trouble Tree, que lo convierte en best seller en Amsterdam gracias al single �No Violins�, que puede ser calificado de punk-folk o algo así: el terrible e incendiario sonido que produciría The Velvet Underground tocando con el maíz hasta el cuello bajo un cielo sin estrellas.
TRES Tenerlo claro: Freedy Johnston es un clásico. Uno de esos maestros norteamericanos y tradicionales de la canción con la gracia extra que surge de la mutación. Así Freedy Johnston no vaciló en ponerle música -como más tarde lo hizo Jonathan Richman� a una deliciosamente estúpida película de los Farrelly Brothers titulada Kingpin. Así �del mismo modo que Lyle Lovett es un mutante del country, Paul Westerberg es un mutante del garaje y Eliott Smith es un mutante del grunge�, Freedy Johnston se beneficia de haber recorrido todo lo ajeno antes de retornar a lo propio: una curiosa mezcla de minimalismo folk, gótico y limpio realismo sucio que hacen de Freedy Johnston un auténtico y original artista agradecido a influencias que van de Neil Young a Paul Simon sin olvidar a Richard Ford y Raymond Carver. Porque, también, Freedy Johnston es un gran escritor de cuentos cortos. Así, se puede escuchar a Freedy Johnston como quien lo lee. Algunas historias de Freedy Johnston: la historia de un divorcio que es todos los divorcios (�Tearing Down This Place�); la historia de un jugador empedernido (�The Lucky One�); la historia de un angel caído y un hijo idiota (�Can You Fly�); la historia de una hija que se va a Nueva York y de un padre que la ve partir (�Responsible�); la historia de enamorarse de la hija del empleado de una funeraria (�The Mortician�s Daughter�); la historia de un hombre que llega cansado del trabajo para descubrir que es el cumpleaños de su mujer y que tiene que salir a festejar y festejarla (�We Will Shine�) son algunas de las historias que se cuentan y se cantan en Can You Fly. Todas estas historias y la historia de un tipo que vendió la tierra para darle de comer a la banda, ya saben.
CUATRO Los fanáticos de Freedy Johnston se dividen en dos grandes grupos: los que lo descubrieron en Can You Fly y los que lo descubrieron, en 1994, con This Perfect World, después de ese perfecto miniálbum Unlucky (1993) en donde el chico de Kansas se apropia �para ya no devolverlo a su dueño- de ese clásico del desconsuelo que es �Wichita Lineman� de Jimmy Webb. Lo primero que oí de Freedy Johnston fue �Bad Reputation� �el single que abre This Perfect World� y ya no hubo marcha atrás porque cuántos artistas son capaces de combinar una melodía cristalina y beatle circa Rubber Soul/Revolver (�Girl� es una canción beatle que bien podría firmar Freedy Johnston) para contar las lágrimas de un hombre que, a la vez, pide perdón, no se arrepiente de nada y �recién lo descubrimos a la altura del estribillo� no hace más que recordar un pecado cometido ¡hace siete años!para el que ya no hay reparación posible. �Me he estado viniendo abajo�, repite una y otra vez Freedy Johnston o la persona que decide ser Freedy Johnston en �Bad Reputation�. This Perfect World �producido por Butch Vig, responsable del Nevermind de Nirvana� vuelve a insistir con más historias agridulces, que van del homo-nabokoviano �parecido al fantasma de James Mason� enamorado de una jovencita �que leyó el libro y todo eso� en �Delores� al último encuentro entre un padre y su hija que es �This Perfect World�, pasando por todo un mapa de hermosos perdedores. Y, lo más importante, This Perfect World es un trabajo más �triste� que Can You Fly. Libre de momentos incómodos que suenan a la euforia obligada de ciertos individuos en los bordes de una fiesta donde nadie los saluda. Sí, el mejor Freedy Johnston �lo mismo ocurre con Leonard Cohen� es un Freedy Johnston bien triste. Y eso nos pone a todos muy pero muy contentos.
CINCO Never Home (1997) es el disco más alegre de Freedy Johnston y es el peor disco de Freedy Johnston. Hay, claro, momentos de resplandeciente tristeza, como la majestuosa �You Get Me Lost� (donde se habla del amor como algo tan intenso que no puede sino ser efímero); �Western Sky� (perfecta viñeta de un hombre que no se sube a aviones desde que su padre murió en uno y se despide de su mujer en el aeropuerto para seguirla, desde abajo y más lento, en su automóvil); �Seventies Girl� (otra vez la culpa del hombre mayor frente a la jovencita retro); �Gone to See the Fire� (donde una chica descubre que su novio es el piromaníaco detrás de todos esos fuegos); y �If It�s True� (la vuelta a explorar el dolor del instante previo a la separación definitiva o a afrontar una decisión sin retorno, es lo mismo). El problema de Never Home �y, también, de Can You Fly en canciones horribles como �California Thing�� está en esos chispazos pop donde Freedy Johnston demuestra una alegría más cercana a la química del Prozac que a la naturalidad de la adrenalina. La felicidad de Freedy Johnston es, por lo menos, una felicidad sospechosa y, por lo general, un tanto inverosímil. Una vez vi a Freedy Johnston en vivo en Nueva York. El 13 de octubre de 1994, en The Supper Club. Allí Freedy Johnston cantó todas sus canciones tristes: �Bad Reputation� se convirtió en un largo gemido irreconocible, el �Have Yourself a Merry Little Christmas� de Martin & Blane parecía el lamento huérfano de un personaje de Charles Dickens, y a la hora de cubrir el clásico de Judy Garland �Over the Rainbow� todos íbamos por nuestro séptimo bourbon y éramos tan pero tan felices sufriendo. Freedy Johnston también. En serio.
SEIS La voz de Freedy Johnston. La voz de Freedy Johnston es tan importante como su talento para componer canciones para su voz. Es una voz rara y aparentemente sin grandes matices de expresión (por momentos recuerda a la de Neil Young); pero, ah, el misterio: la voz de Freedy Johnston es la voz de alguien que conversa cantando y te dice, de entrada, �¿A qué no sabés lo que me pasó?�, sabiendo todo el tiempo que eso es lo que alguna vez nos pasó, nos está pasando, nos va a pasar. No hay escapatoria, no hay botes suficientes. ¿Está claro?
SIETE El recién aparecido Blue Days Black Nights �cuyo título remite a la inmortal �Telephone Line� de la Electric Light Orchestra� es el disco bien triste que todos los verdaderos fans de Freedy Johnston estaban esperando. Una tristeza noble y épica en su intimidad. Algo así como esa corriente de aire frío que te pega en la nuca y no se puede ubicar de dónde viene. Un seguidor de Freedy Johnston lo escribió con las palabras justas en un rincón de Internet: �Antes de escuchar a Freedy Johnston siempre me pongo mi sweater favorito�. En las diez canciones producidas sin adornos por T. Bone Burnett no hay sitio para dudas o súbitosoptimismos. A Hank Williams le hubieran encantado las pequeñas grandes historias de Blue Days Black Nights: un hombre fantasea con la idea de desaparecer en una ciudad de las profundidades que tiene que estar ahí, esperándolo (�Underwater Life�); un hombre explora las muchas razones para el fin del amor y descubrir que no hay misterio en lo inevitable (�The Farthest Lights�, �Pretend It�s Summer�, �Depending on the Night�); los sólidos problemas de las frágiles amistades (�Until the Sun Comes Back Again� y �Changed Yor Mind�); las angustias de la vida en movimiento (�Moving on a Holiday�); la tenue estela del amor (�Emily�); y �por encima de todo� una formidable canción de amor (�While I Wait for You�) donde una pegadiza melodía combinada con la voz de Freedy Johnston nos hace pensar en mirar la esfera de nuestros relojes y suspirar calculando lo poco que va a durar ese momento y ese amor. �While I Wait for You� dura tres minutos y treinta y tres segundos. Nada más, nada menos. Preparen los pañuelos, preparen los relojes.
OCHO En algún lugar, no me acuerdo dónde, leí que Freedy Johnston había vuelto a comprar la granja de su familia. No vive ahí. Pasa de vez en cuando. Se le ocurre una idea para una canción. Vuelve a irse pensando en el día que tenga que volver a venderla. Va a ser uno de esos inolvidables y felices días tristes, va a ser otra de esas canciones para escuchar con el sweater puesto.