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El
país que no miramos
Como
buena parte de las empresas de venta por Internet, amazon.com almacena
los datos de sus clientes y acaba de inaugurar un nuevo servicio valiéndose
de esos datos: cuando un cliente compra por segunda vez, la librería
virtual identifica el país de origen del comprador y le brinda
la oportunidad de ver la lista de los veinte libros más vendidos
a sus compatriotas. En el caso de Argentina, la lista muestra en el primer
puesto nacional una rareza llamada Seed Leaf Flower Fruit, última
entrega de la californiana Maryjo Koch, cuyo capital artístico
consiste en cien ilustraciones de flores, hojas y semillas, en el que
proliferan consejos sobre cómo se puede dañar un árbol
al juguetear con su corteza y cómo elegir la
mejor semilla para su jardín. La lista sigue con un previsible:
el diccionario español/inglés Simon & Schusters
(pero no se piense que es para leer con propiedad los libros que ofrece
amazon.com: entre los veinte primeros puestos, figuran también
tres cuadernillos para poder aprobar el examen de ingreso requerido por
las universidades yanquis a sus alumnosextranjeros). En tercer y cuarto
puesto, el Sony Channel mete la cola: con el libro de Fran La Niñera
Drescher y Sein Language de Jerry Seinfeld. Siete de los veinte libros
más vendidos por amazon.com a los argentinos incursionan en el
farragoso terreno económico, oscilando entre la obsesión
por la convertibilidad y la devaluación (con títulos como
Damodaran on Valuation, Valuation y El regreso de la depresión
económica), el curro del management (Estrategia Safari: un tour
por la selva del management estratégico) y el capitalismo más
furioso (Michael Porter sobre la competición). Los publicitarios
hacen de las suyas: en el ranking figuran a continuación El libro
sobre la campaña de Absolut Vodka, El diseño gráfico
de David Carson y un libro de tipografías. En el noveno lugar,
hace su entrada la edición económica de Europeans, el libro
de fotos de Henri Cartier-Bresson (pero a no envanecerse demasiado por
el buen gusto nacional: en el lugar número 15 figura un libro de
paisajes fotográficos de Ansel Adams). En el número trece,
como muestra del abierto pesimismo cultural que se desprende del ranking,
aparece el único libro de ciencia: La biología molecular
de la célula, de Bruce Alberts (el más caro de la lista:
u$s 75,95). Y cerrando el top 20, el libro negro de dibujos y cuentitos
de Tim Burton: La melancólica muerte del Chico Ostra y otras historias.
¿Algún analista por ahí, dispuesto a interpretar
el perfil de lectura virtual de los argentinos?
Caída
y ascenso del Imperio Romano
Después
de cinco meses en cartel al tope de los rankings de recaudaciones, Leonardo
Sbaraglia tuvo que dejar su papel en Closer para dedicarse a filmar Plata
quemada, y la productora de Alejandro Romay enfrentó la pregunta
del millón: ¿a quién poner en su lugar? Siguiendo
la obra original de Patrick Marber y la más que respetuosa dirección
de Mick Gordon, Sbaraglia hacía de un escritor joven que a lo largo
de la obra conoce a una chica de su edad (Leticia Brédice), escribe
un libro sobre ella y entabla un affaire con una mujer bastante mayor
que él (Susú Pecoraro), esposa de un tipo todavía
más grande (Jorge Marrale). Con ese panorama, lo lógico
hubiese sido que las posibilidades se repartieran entre la camada de actores
que rondan los treinta. Pero no: para sorpresa de los que ya conocían
la obra, la producción descartó los cogeneracionales de
Sbaraglia y el papel terminó recayendo sobre Gerardo Romano. Un
gran actor, pero que anda por lo menos quince años por encima del
personaje. Pequeño detalle que ponía en riesgo buena parte
de la obra (por lo menos si se quería seguir respetando la versión
original). Y que el público pareció notar: el ingreso de
Romano coincidió con la caída de Closer de la cima de los
rankings. Pero en la última semana, Closer volvió al top
five. Lo que demuestra que, si en Argentina se hiciera Lolita, daría
igual si Humbert Humbert fuese un tipo mayor o un adolescente calentón.
O si Romano hiciera de Lolita.
No
me iré sin mi hija
El
domingo pasado, la revista de La Nación se adelantó al Día
de la Madre con una edición especial sobre las mujeres. En una
de las notas, recurría al caballito de batalla que parece imponerse
cada vez que llega la ocasión: fotos de madres famosas posando
con sus hijos. La nota se llamaba, obviamente, Madres & hijos.
Entre las páginas donde aparecían madres tan paradigmáticas
de la realidad nacional como Silvina Chediek, Bárbara Durand y
Dolores Cahen DAnvers, se veía la foto de Virginia Elizalde,
según La Nación posando con sus cuatro hijas: Catalina,
Angie, Martina y Sol. Pero, siguiendo las operaciones convencionales
de la matemática moderna, cualquiera que contara las chicas en
la foto y sumara, llegaba siempre al mismo resultado: las hijas de Elizalde
en la foto eran tres. ¿Dónde está la hija que le
falta a Elizalde? ¿No le gusta festejar el Día de la Madre?
¿No le gusta posar en fotos? ¿O todavía está
en el vientre de la otoñal Virginia? Es de esperar que La Nación
se haya decidido a festejar hoy el Día de la Madre como corresponde
y en La Revista aparezca la hija que faltaba. O por lo menos la ecografía.
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