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VACACIONES POR EL NOROESTE ARGENTINO
Las fiestas del Tinkunaco y de La Chaya, los paisajes serranos, los nevados de Famatina y los rojos cañones de Talampaya esperan a los
visitantes en la tierra riojana.
Por Hernán Mariotti
Cuando el visitante llega a La Rioja quizás se sorprenda por la evocación constante que sus pobladores tienen de su historia. Es que los riojanos, además de ser gente que recibe a sus huéspedes con apacible amabilidad, tienen un gran arraigo telúrico que se expresa en las fiestas tradicionales.
Un recorrido por las festividades autóctonas puede iniciarse por la más cercana en el calendario: Tinkunaco. La palabra significa El Encuentro en diaguita, y alude a un hecho puntual ocurrido en 1593. Por aquel entonces, luego de la fundación por parte de Don Juan Ramírez de Velazco de la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja, los indígenas fueron despojados de todos sus derechos y tratados casi como esclavos. Al poco tiempo, 9000 indios se sublevaron contra el poder real y sitiaron a los españoles. El enfrentamiento fue evitado por San Francisco Solano, quien propuso a los nativos deponer las armas a cambio de la destitución del Alcalde. Cada mediodía del 31 de diciembre, dos procesiones, una que representa a los conquistadores y la otra a los diaguitas, confluyen frente a la Casa de Gobierno de la capital provincial. Este encuentro, considerado el nacimiento del pueblo riojano, se realiza sin excepción desde hace 400 años.
La Rioja tiene carnaval propio bajo el nombre de La Chaya, cuya existencia es anterior a la llegada de la conquista a América. En esta fiesta se celebra la fertilidad de las cosechas de algarrobo y de los frutos del campo, la abundancia del ganado y la prosperidad para el año que se inicia. En lugar de arrojarse agua, los participantes libran una batalla de harina, almidón y vino. Nadie sintetizó mejor el espíritu de este festejo que el recordado monseñor Angelelli cuando escribió: La caja diaguita cargada de penas/galopa en el tiempo cantando la chaya/llenita de harina, llenita de albahaca/con color de vino y coraje de guapa.
Paisajes serranos
Cuando llega el verano, las tierras del noroeste suelen sufrir calores agobiantes. Sin embargo La Rioja ha sido privilegiada por la naturaleza con una variedad climática importante, que le permite recibir turistas durante todo el año. En la temporada estival, lo ideal es recorrer el Circuito de la Costa, que ocupa la falda del Cerro Velasco y seduce con sus paisajes serranos, sus espejos de agua, sus baños termales y sus rincones históricos. Para comenzar, desde la ciudad de La Rioja, se puede tomar la ruta provincial 75 en dirección norte. A sólo 7 kilómetros están las ruinas del lugar donde San Francisco Solano (recordar la fiesta de Tikunaco, mencionado antes), con su cruz y su violín evangelizó a los indígenas del Valle de Yacampis.
A 8 km se ubica el dique Los Sauces, ideal para pasar el día pescando o disfrutando del agua y los deportes náuticos. Saliendo de Los Sauces, siempre por la 75, se ingresa en el Departamento de Sanagasta, donde se encuentra una espléndida villa de veraneo, con balneario propio y todo el sabor de los productos típicos al alcance del paladar. Sobresalen los exquisitos dulces caseros y el vino patero, dulzón y fiestero, según sus hacedores.
A lo largo del camino se pueden visitar bellos pueblitos de montaña como Pinchas, Chuquis, Aminga o Aimogasta, Capital Nacional del Olivo, hasta llegar a las termas de Santa Teresita. Para el final dejamos a los Nevados del Famatina. Su pico máximo es el General Belgrano, que llega a los 6250 metros de altura. El clima, el paisaje y el relieve del lugar convierten al Famatina en el destino óptimo para la práctica del turismo de aventura. Al recorrer sus laderas y escalar sus picos, los aventureros se toparán con llamas, vicuñas, guanacos y cóndores. También podrán conocer las viejas minas de oro y cobre, con el cual el Ejército de Los Andes construyó sus cañones, y trasladarse en cablecarril a lo largo de 34 kilómetros hasta la localidad minera de La Mejicana.
En los cañones de Talampaya
El Parque Provincial de Talampaya data del período triásico-medio y tiene más de 230 millones de años. En el parque, conformado por 210.000 hectáreas de profundos cañones que superan los 180 metros de altura, se encuentran los restos fosilizados de un animal denominado Rioja Saurius, momias y piezas arqueológicas. La excursión hasta Talampaya puede realizarse en cualquier estación del año, desde las 8 hasta las 17, y es importante hacerlo provisto de ropa y calzado cómodos pues la visita nunca dura menos de dos horas. Como la zona carece de árboles que den buena sombra, se recomienda llevar sombrero y una vianda personal, ya que en el lugar no se expenden ni bebidas ni alimentos.
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