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RIO NEGRO: AFLUENCIA RECORD
DE TURISTAS EN EL BALNEARIO
LAS GRUTAS
El balneario rionegrino Las Grutas presenta este verano una afluencia
record de 60.000 turistas. Sus playas de agua cálida y arena fina,
enmarcadas en la hondura del paisaje patagónico, tienen un aliado
invalorable en el buen tiempo. La pleamar y la bajamar marcan el ritmo
de los bañistas sobre la ancha (o angosta) franja de arena.
Por Francisco Olaso
Arena fina y aguas cálidas. Sol abundante y temperaturas elevadas. Motivos que concuerdan para que en enero Las Grutas haya recibido una cifra record de 60.000 turistas. Por si sus atributos naturales fueran pocos, esta temporada el balneario rionegrino cuenta con la ayuda del clima. Eso ha hecho que al tradicional turista rionegrino se sumaran otros visitantes avisados, muchos de ellos provenientes de las mediterráneas provincias de Córdoba, Mendoza y San Juan. Se trata fundamentalmente de turismo gasolero, tal como está ocurriendo en muchos centros de veraneo del resto del país. Sin embargo la cantidad de visitantes superó las expectativas, e incluso desbordó los servicios del balneario.
Pleamar y bajamar
En Las Grutas el acantilado y el mar discuten su frontera día a día. Las mareas han cincelado la costa durante siglos, dándole a la barranca su forma y al balneario su nombre. Pleamar y bajamar son decisivas no sólo a nivel del paisaje, sino en cuanto al aprovechamiento de la playa. Cuando el mar se retira, en la fina y amplia arena no faltan el vóley ni el fútbol, aparte de ese atavismo playero llamado tejo, que reúne a grandes y chicos y parece no pasar de moda. A medida que el mar cubre la playa, la gente se repliega contra la barranca. La franja de arena se angosta hasta juntar en pocos metros a los que toman sol o leen en sus reposeras, los que juegan a la paleta con el agua en los tobillos, los caminantes que otean un horizonte preferentemente hecho de cuerpos bronceados, los vendedores ambulantes que ofrecen desde helados hasta salvavidas. Así como la gente usa las grutas para cubrirse del sol y del viento, los huecos en lo alto de la barranca tienen un habitante permanente. Allí anida el loro patagón, una rara especie de zona fría, cuyo grito acompaña el rumor del mar en esta costa sureña.
Playas patagónicas
La playa es tranquila y el ambiente, familiar. En el Golfo San Matías el agua está siempre caliente, explica Vanesa, una rubia tresarroyense que este verano hace sus primeras armas como guardavidas. Hoy no es nada, los sábados y domingos no se puede caminar, dice, atenta a los que se bañan más allá de la rompiente. Sin embargo en la hora pico de ese lunes, en la playa de la bajada 3 el movimiento se parece al de la Bristol marplatense. Las playas del centro -desde la bajada 0 a la 7- convocan la mayor cantidad de gente. Pero también hay otras posibilidades. Cuatro kilómetros al sur está Piedras Coloradas, playa que le debe el nombre al color de sus rocas. La zona está rodeada de médanos, donde chicos y grandes van y vienen con sus cuatriciclos. Un poco más apartadas están el Buque -una formación rocosa que se adentra en el mar-, el Sótano y el Cañadón de las Ostras, a las que conviene acceder en 4 x 4 porque el camino es de arena blanda.
La costa hacia el norte es más tranquila. A dos kilómetros está La rinconada, donde las barrancas que ingresan en el mar sirven de espigón a los pescadores. Un poco más adelante está Los álamos, playa en la que a partir de febrero se pueden contemplar chorlos, flamencos y ostreros australes. Quienes quieran caminar sobre una salina deben transitar 30 kilómetros hasta el Gran Bajo del Gualicho, superficie de 133 kilómetros cuadrados, que llega a tener 73 metros bajo el nivel del mar.
Noche y día
En Las Grutas hay un auge del cuatriciclo, pero también se pueden realizar cabalgatas en la arena. Teniendo en cuenta que el mar es cristalino y de fondo plano, se ha desarrollado mucho el buceo, que el invierno pasado convocó a 1000 turistas. Para los que gustan de otros juegos que contemplan la posibilidad de hundimiento, pero también la de salvación, la provincia inauguró un casino en 1989. Si la movida diurna confluye sobre la playa y la avenida Costanera, por las noches todo pasa por la peatonal. Allí hay muchísimo movimiento, pero el ambiente no deja de ser tranquilo. Sobre las mesas en la vereda abundan las rabas y la cerveza. En diferentes esquinas hay acróbatas y clowns, que muestran lo suyo a la gorra. En algunos bares con música en vivo, los covers que llegan desde el escenario suelen convertirse en canto grupal. Y más de una vez se corren las sillas, y todo se transforma de manera espontánea en gran baile.
Las Grutas es joven en más de un sentido. Comenzó a urbanizarse en la década del 60 y desde entonces no ha parado de crecer. La aspereza del paisaje patagónico encontró un respiro en este balneario, creado por los rionegrinos del Alto Valle. Podrá pensarse que la aridez de los cerros o el frecuente despertar de viento son sus puntos flacos. Pero a la vez son el rasgo distintivo, que da carácter a este sitio, más que su urbanística de balcones y frentes sinuosos, rigurosamente blancos, que unifica la villa en un estilo mediterráneo.
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