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NORTE DE ESPAÑA: GALICIA, ASTURIAS, CANTABRIA Y EL PAIS VASCO

Las cuatro regiones del norte de España muestran la “cara verde” del país y guardan tesoros de la humanidad como las Cuevas de Altamira. Rías, acantilados, montañas y los exuberantes bosques por donde pasaba la antigua ruta norte del Camino de Santiago.

Por Graciela Cutuli

Vista desde el aire, la franja norte de España parece un exuberante mapa de bosques, montañas y mar, en un despliegue de naturaleza tan extraordinario que, según dicen, en estas tierras podría hacerse realidad la leyenda de la ardilla que cruzaba el país entero, de rama en rama, sin tocar jamás el suelo. Es una imagen muy distinta respecto de aquella España que se hizo famosa por sus playas e islas mediterráneas: aquí, en el otro extremo, el mar tiene la belleza que le dan sus aguas bravas, los bosques son la cuna de historias legendarias acunadas por la fantasía celta, y las montañas se hunden en profundas gargantas al mismo tiempo que sus picos escarpados apuntan orgullosamente al cielo. Y sin embargo toda esta riqueza, sumada a una historia tan antigua que arranca en Cantabria con las Cuevas de Altamira y se extiende por toda la Edad Media a través del Camino de Santiago y se hace furiosamente moderna en el Museo Guggenheim de Bilbao, se encuentra en una superficie “a escala humana” y por lo tanto puede recorrerse y disfrutarse en los tiempos de unas vacaciones normales. Conscientes de esa ventaja, las cuatro regiones del norte español enlazadas por el vínculo común del mar Cantábrico -Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco- decidieron aunar sus esfuerzos para poner de relieve sus valores turísticos, dando nacimiento así a lo que llamaron la “España Verde”.

Galicia, ida y vuelta

Hay varias maneras de recorrer estas cuatro regiones, pero sin duda “todos los caminos conducen a Santiago”, que puede ser tanto el punto de partida como el de llegada en un viaje al norte español. Sobre todo este año, porque Galicia festeja el Xacobeo (año santo compostelano) por última vez en el milenio, y se está preparando ya para ser una de las capitales culturales de Europa en el año 2000. En realidad, el Xacobeo supera largamente los límites de Santiago de Compostela o del Camino de Santiago: más de mil eventos y celebraciones, que van desde exposiciones hasta obras teatrales, conciertos y congresos internacionales se desarrollarán durante este año en toda Galicia, que se ha preparado para la ocasión recuperando y restaurando la arquitectura popular y monumental en muchos tramos del Camino. Naturalmente, el epicentro de estos festejos será el centro de Santiago, donde cuatro magníficas plazas se abren frente a las cuatro piedras de la basílica construida sobre la tumba del apóstol. La principal es la plaza del Obradoiro, sobre la que se levantan las dos imponentes torres de la fachada de la catedral. Quien siga el llamado “Camino Francés” verá primero, en cambio, la plaza de la Acibechería, en tanto que detrás de la iglesia se encuentra la plaza de la Quintana: a esta plaza da la Puerta Santa, que sólo se abre cada año santo compostelano (cuando la fiesta del apóstol Santiago -25 de julio- cae en domingo).

Y si bien es cierto que en Europa hay muchos lugares donde se puede sentir que se viaja en el tiempo, Galicia ofrece esta sensación como pocos. Región aprisionada entre el mar y las montañas, sus aldeas rurales permanecieron aisladas durante siglos, conectándose con el mundo sólo a través de los peregrinos que, paso a paso, se dirigían a la catedral compostelana. Ese aislamiento favoreció la perduración de las leyendas nacidas al calor del mundo celta que forjó las raíces gallegas.

De las cuatro provincias gallegas, sólo Orense no tiene salida al mar, aunque en compensación tiene las montañas más altas de la región. Antiguamente surgía allí la laguna Antela, que los primeros legionarios romanos llegados a la península ibérica confundieron con el Leteo, el río del Olvido de la mitología clásica. Hoy ya no existe: pero no ha sido olvidada, como no lo han sido los magníficos monasterios que se construyeron a orillas del río Sil entre los siglos VI y XII. Otras orillas que recorrer son las del río Miño, uno de los símbolos de Galicia, bordeado por restos de fortalezas, iglesias, ermitas y viñedos. Mientras tanto, en los campos de Pontevedra se pueden apreciar las tres construcciones típicas de Galicia: los hórreos, cruceiros y pazos. Los hórreos son una suerte de granero donde se madura y seca el maíz, a veces coronados por una cruz o una pirámide. El cruceiro es, en cambio, un elemento religioso enclavado en el terreno, por voto religioso o para marcar un camino, en tanto los pazos son señoriales mansiones de campo que servían de residencia fija o temporaria a los nobles gallegos. En la literatura se hicieron famosos con Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán (y quien quiera seguir más huellas literarias en Galicia debe además recorrer el camino de Santiago a Toxa, pasando por Iria Flavia y Padrón, donde están las casas-museo de Rosalía de Castro y Camilo José Cela).

Sobre la costa, Pontevedra se abre en cuatro grandes rías, las “Rías Baixas”, que según la leyenda es la señal que dejaron los dedos de Dios al limpiarse las manos, después de haber creado el mundo ... Toda esta franja de mar ve partir las flotas pesqueras gallegas, que proveen nada menos que la mitad del pescado y los mariscos que se consumen en España. Más al norte, en las costas de La Coruña y Lugo, las Rías Altas ocultan pueblos de pescadores aún intactos: en el fondo de una de ellas, la ciudad de Noia se enorgullece de haber sido fundada por Tubal, uno de los nietos de Noé. Noia está en el camino hacia Finisterra, el punto más occidental de España: un cabo terminado en un faro, solo frente al mar, en una orilla bravía conocida como la “Costa de la Muerte” por su historia jalonada de naufragios.

La costa cantábrica

Galicia es rica en leyendas, pero Asturias no se queda atrás. El sur de esta región está formado por los Picos de Europa, en la frontera entre Asturias y Cantabria, uno de los parques nacionales más espectaculares de España, con montañas de difícil acceso y paisajes capaces de quitar el aliento al montañista más experto. Los asturianos tienen razones para sentirse orgullosos de sus paisajes, pero también de su historia: aquí comenzó la resistencia que don Pelayo y los visigodos opusieron a los árabes y que marcó el comienzo de la Reconquista, en el año 722. Siete siglos más tarde, los Reyes Católicos la completarían con la toma de Granada, en 1492. En el lugar de la histórica victoria de don Pelayo hoy se levanta la basílica de Covadonga, presidida por la estatua del noble visigodo, cuya tumba se encuentra muy cerca, en una cueva convertida en santuario. A pocos kilómetros de Cangas de Onís, donde don Pelayo había establecido su corte, se encuentra además la Cueva del Buxu, con antiquísimos grabados rupestres. Oviedo es la capital del principado de Asturias, una ciudad primero universitaria que con el tiempo desarrolló una gran actividad industrial y financiera. Estas características, que marcaron la particular atmósfera que Leopoldo Alas “Clarín” describió en La Regenta, persisten aún hoy, aunque su mayor punto de interés es el casco histórico, crecido en torno de la plaza de Alfonso II. Numerosos edificios románicos y prerrománicos (como en la iglesia de San Miguel de Lillo, en las afueras de la ciudad) dominan la escena, en la que sobresale la catedral, en estilo gótico flamígero. Sobre la costa, Gijón le disputa a Oviedo el interés de los turistas que pasan por esta franja de la España Verde. Patria de Gaspar de Jovellanos, Gijón fue reconstruida en parte después de la Guerra Civil, pero su centro histórico no ha perdido nada de su encanto: asentado sobre un pequeño istmo, en él se destaca el Palacio de Revillagigedo, con torres y almenas que le dan un aire de fábula. La tercera ciudad de este triángulo histórico asturiano es Avilés, cuyo cinturón industrial sin duda no permite imaginar la riqueza de su pasado medieval, certificado en el centro histórico y dominado por iglesias como las de San Francisco y San Nicolás. Además, en toda la región se pueden conocer innumerables huellas de la prehistoria del norte de España: entre ellas, la Ruta de los Dinosaurios en la costa oriental asturiana, las milenarias cuevas prehistóricas de Ribadesella, y la Cueva del Buxu en Cangas de Onís.

Sin embargo, al hablar de prehistoria en el norte de España, hay un nombre excluyente: las Cuevas de Altamira, en Cantabria. La “Capilla Sixtina del Arte Cuaternario” fue descubierta en 1869, y desde entonces sus dibujos de bisontes, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no han dejado de dar la vuelta al mundo. Cantabria festejará el nuevo milenio inaugurando una réplica de las Cuevas de Altamira y un nuevo Museo Nacional y Centro de Investigación. Gracias a esta reproducción de la Cueva, proyectada para proteger la original -cuyo acceso está actualmente sumamente restringido, reservado en general a expertos, y debe ser solicitado con meses de anticipación- Altamira se podrá conocer tal como era hace 14.000 años, cuando los hombres prehistóricos dibujaron las célebres pinturas. A pocos kilómetros de este sitio se levanta Santillana del Mar, una de las más hermosas ciudades de España. Todo el centro histórico de esta villa medieval, cuyas casas de piedra se remontan a los siglos XV y XVII, se conservan prácticamente intactas, y son monumento nacional. Dicen los habitantes de Santillana del Mar que es la “ciudad de las tres mentiras”, porque no es santa, ni llana, ni está junto al mar; sin embargo, la gran verdad es la hermosura de este casco histórico que creció en torno de la Colegiata, un monasterio y antiguo centro de peregrinación bellísimo por la armonía de sus líneas románicas. Más allá de la franja costera, a Cantabria se la conoce como “La Montaña”, porque más de la mitad de su territorio se encuentra por encima de los 700 metros de altura. Los valles y bosques de esta región ocultan una increíble riqueza faunística y se convirtieron, en los últimos años, en uno de los lugares preferidos de los españoles y otros europeos para actividades de turismo aventura y montañismo. Uno de los más famosos es el Valle de Liébana: aquí se encuentra el desfiladero de la Hermida, tan angosto y de paredes tan altas que sólo tiene sol pocos momentos por día. Por el camino se ven grandes piedras, que según la leyenda son las “lágrimas de don Pelayo”, el primer señor de la región. También pasaba por estos valles la Ruta de los Foramontanos, por donde los cántabros bajaron en el siglo X a las llanuras de Castilla, y en cuyas cercanías se dice que estaban el Paraíso Terrenal y el escenario de los primeros pasajes bíblicos ...

El País Vasco

“En el paisaje vasco todo parece estar al alcance de la mano y hecho a medida del hombre que lo habita y anima; es un paisaje doméstico, de hogar, en el que se ve más tierra que cielo; es un nido”, decía Unamuno. Los vascos se consideran a sí mismos como el pueblo poseedor de la cultura más antigua de Europa, y sin duda su lengua y la preservación de sus costumbres a toda influencia extraña dan testimonio de una resistencia extraordinaria a lo largo de los siglos. Hoy día el País Vasco sigue siendo un paisaje verde en el que el rendimiento de la tierra se aprovecha al máximo, una tierra sembrada de caseríos que corre hacia una costa donde se alternan los acantilados y las playas.

Uno de los centros turísticos más tradicionales de la franja costera vasca es San Sebastián, famosa desde fines del siglo pasado por sus hoteles y negocios, además de las bondades de su gastronomía. Cada año, a fines de setiembre, la ciudad alberga el Festival de Cine, visitado por figuras famosas en todo el mundo. Más al sur, Pamplona también da que hablar cuando se festejan los frenéticos sanfermines, con suelta de toros y “el accidente nuestro de cada año” siempre incluido, como para que siempre haya emociones en cantidad.

El País Vasco es una digna conclusión a un recorrido por la España Verde, gracias a sus parques naturales y zonas protegidas, como los Parques de Gorbeia, Izki, la Sierra de Entzia y Velderejo, además de las Lagunas de Laguardia, los Parques de Aralar, el río Leizarán y la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Sin embargo, desde el año pasado el gran imán de la región pasa por Bilbao y el modernísimo Museo Guggenheim, que -como reconocen los propios responsables turísticos de la región- le cambió la cara en poco tiempo a la imagen internacional del País Vasco.

El Museo se convirtió en una de las referencias turísticas más importantes de la España Verde (e incluso de toda España), y para completar el panorama este año se inaugurarán y presentarán los nuevos Palacios de Congresos de Euskalduna y del Kursal, en Bilbao y San Sebastián.