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la isla de Aruba, puerta de entrada al mar turquesa


Hace cuarenta años un velero, el “Tradewind”,
descubrió el paraíso terrenal. Es una isla
que fue española y holandesa, y hoy es un
tesoro turístico y ecológico bajo el sol.

Por Lilia Ferreyra


Nadar en la transparencia turquesa de las aguas del Caribe, tenderse bajo el sol en cualquier época del año y caminar descalzo por la fría y blanquísima arena es un deseo que prevalece aunque ya se hayan conocido algunas de esas islas. Y si todavía no ha viajado a esas playas, ¿por qué no empezar por donde empieza el Caribe? Frente a las costas de Venezuela, una isla de 9 kilómetros de ancho y 30 de largo estampa en ese mar perfecto no sólo la huidiza sombra de las palmeras sino también la multifacética historia de las Antillas que descubrieron los españoles en 1499 y ocuparon los holandeses en 1636.


Antillana y europea
“Bonbini”, dice el cartel de bienvenida en el aeropuerto de Aruba. Escrito en papiamento, el lenguaje no oficial de esta isla y sus hermanas antillanas Curaçao y Bonaire, expresa por sí solo la mezcla de holandés, español y ancestros de indios arawak de los nativos arubanos. Pero no hay que preocuparse por el idioma. Aunque la lengua oficial es el holandés, la mayoría de los habitantes habla español; junto con el inglés, lo estudian en la escuela desde los 10 años.
Más allá de las palabras, el cielo traslúcido preanuncia el aire del Caribe que acoge con sus 25° C a los viajeros al salir del aeropuerto rumbo a la pequeña capital de la isla, Oranjestad. La ciudad, que se fundó a fines del siglo XVIII y cuyo nombre proviene de la dinastía de la casa de Orange que reinaba en Holanda en esos tiempos, no sigue un patrón fijo de estilos arquitectónicos, aunque algunos techos y fachadas reflejan la influencia holandesa. Los colores en tonos pastel que predominan en calles como Wilhelminastraat y los edificios más recientes que se construyeron frente al puerto son el “toque europeo”, la escenografía que agregó el Viejo Mundo a una naturaleza que se basta por sí sola para ser deslumbrante: el turquesa casi inverosímil del mar, la finísima arena blanca y un paisaje submarino que puede verse como tal por la absoluta transparencia del agua.


La isla inútil
Cuentan que en su obsesión por descubrir fabulosas riquezas, los españoles desembarcaron en Aruba con la expectativa de encontrar oro y sólo encontraron a los indios arawak de la tribu caiquetio que vivían como en la Edad de Piedra, fuera del tiempo occidental. Desilusionados, los conquistadores declararon oficialmente a Aruba como una isla inútil y se despreocuparon de ella y de sus vecinas Bonaire y Curaçao. Ni lerdos ni perezosos, los arawaks recuperaron sus islas hasta que llegaron los holandeses, después la compañía Dutch West India y en los años 20 de este siglo, la industria del petróleo con la instalación de la refinería Lago, una filial de la Standard Oil, que fue la actividad económica más importante de Aruba hasta que se cerró en 1985. La expectativa de los españoles finalmente se hizo realidad pero recién en 1824, cuando accidentalmente se descubrió oro cerca de la costa. Como toda ilusión, tuvo un brillo fugaz, aunque fuera dorado: la explotación no resultó rentable y al poco tiempo se clausuró.
En 1957, un crucero que navegaba por el Caribe decidió atracar en Aruba. En cierta forma, el arribo del Tradewind y sus pasajeros marcó el comienzo de nuevos vientos sobre la isla. Dos años después se inauguraba el primer hotel y casino, el Aruba Caribbean, y en la década del 60 la afluencia ininterrumpida de viajeros hizo que el turismo floreciera como los tulipanes en las tierras de Holanda. Desde entonces, se construyeron hoteles, casinos, restaurantes, se ampliaron los servicios turísticos y se potenció la posibilidad de practicar todo tipo de deportes acuáticos. Hoy, el turismo es la principal actividad económica de la isla. Conscientes de su importancia y atentos a su dinamismo, las autoridades de Aruba han diseñado un programa de preservación de sus atractivos naturales para protegerlos de un desarrollo descontrolado. Y en este tema no ahorran recursos. Con una inversión pública y privada de 800 millones de dólares, el proyecto –diseñado por la polifacética Sasaki Associates de Watertown, Massachusetts– prevé transformar una cuarta parte de la isla en un Parque Nacional a partir de la expansión del actual parque Arikok, donde viven diversas especies de flora y fauna arubana. El proyecto incluye el remozamiento de San Nicolás, la segunda ciudad de la isla, un lugar con rasgos locales más auténticos que el plan Sasaki convertirá en el Centro Cultural Caribeño para promover la cultura y la historia de la región.


Bajo el agua y bajo el sol
Con una visibilidad que puede llegar casi a los 30 metros de profundidad en algunos lugares, el mundo submarino de Aruba ofrece más de veinte sitios privilegiados para el buceo. Estrellas de corales, esponjas de colores con forma de barril, langostas gigantes, abanicos de mar que se ondulan ante los visitantes, tortugas y caballitos marinos, pulpos, y todo tipo de peces tropicales, son algunas de las maravillas de la vida bajo el mar que se pueden ver en sitios como el arrecife Arashi o el Harbour Reef (ideales para principiantes); el Kantil Reef y el Mike Reef (preferidos por los fotógrafos); o el Magel Halto Reef, el Santana Reef y el Cabez Reef (para buceadores más experimentados). Pero la gran aventura submarina es llegar hasta los restos de famosos barcos que naufragaron frente a las costas de Aruba como el “Antillas”, un carguero alemán que se hundió durante la Segunda Guerra Mundial, el “Pedernales”, un buque petrolero que se fue a pique al recibir el impacto de un torpedo lanzado por un submarino alemán, o “The Jane Sea”, un carguero que quedó insólitamente clavado en posición vertical, abrazado por formaciones de coral como una fabulosa escultura subacuática.
Para quienes prefieren conocer ese mundo silencioso sin sobresaltos y sin mojarse, los submarinos de pasajeros Atlantis los llevarán en un recorrido por el paisaje casi onírico del fondo del mar donde podrán enfrentarse cara a cara pero a través de las tranquilizadoras ventanillas, con el paso rasante de una barracuda o el grácil deslizamiento de una manta raya. La hospitalidad arubana prevé todas las alternativas para que nadie deje de conocer sus maravillas subacuáticas. Así, para los turistas un poco claustrofóbicos, también existe un semisubmarino donde el pasajero puede ver la vida sumergida sabiendo que el barco sigue a flote sobre la superficie del agua.
Y sobre la superficie, todo es posible. Vientos alisios y olas apropiadas para el windsurfing, aguas suaves para el esquí acuático y, recordando una de las pasiones de Ernest Hemingway, la pesca mar adentro del marlín azul y blanco, la tuna y el bonito. Las mejores playas para nadar están en la costa suroeste de la isla, donde se han instalado los grandes resorts pero en la que también hay playas aisladas con blancas dunas de arena. Frente a la costa sur se encuentran unas islas, como la del hotel Sonesta, que son pequeños paraísos con aguas tranquilas y ondulantes palmeras a los que se llega en lancha desde un embarcadero ubicado en el mismo lobby del hotel y donde se puede comer en el restaurante y pasar el día refrescándose con el mar y con unos largos daiquiris. Para los más inquietos, hay instalaciones y equipos para buceo, pesca y todo tipo de actividades deportivas. Y para los que prefieren emociones más fuertes, una playa nudista con cuerpos nórdicos tendidos al sol.


Lejos de las playas
Hacia el interior de la isla el paisaje es desértico y despojado. Un cerro de forma cónica recuerda el origen volcánico de Aruba cuando hace millones de años, la Tierra acomodó sus formas en esta región del planeta. Plantas de aloe, cactus, iguanas y lagartijas como contraparte de las palmeras y cangrejos de la costa, se pueden ver en un interesante recorrido lejos de la playa. El itinerario de estas excursiones que generalmente se hacen en jeeps, camionetas o autos alquilados, no debe dejar de lado la abrupta costa oriental donde la erosión del mar fue esculpiendo puentes naturales de piedra y grandes piletones en los que se puede nadar como quizá nadaron los primitivos habitantes de Aruba, los indios arawaks.
En una isla de tan pocas lluvias, el cielo se oscurece sólo cuando llega la noche. Y cuando anochece, Aruba se ilumina con las luces de los restaurantes, casinos, discotecas y los barcos que navegan al ritmo de la música cadenciosa del Caribe bordeando las costas de este lugar que los conquistadores españoles bautizaron “la isla inútil”.


Aruba en datos

Tamaño: Un área de 250 kms 2.
Clima: Todo el año un promedio de temperatura de 28 grados y baja humedad. Flora y fauna: Un desierto caribeño con árboles divi divi (Watapana), cactus, uvas, kiwi, aloe y formaciones rocosas. Palmas y árboles vistosos, muchas especies de pescado tropical, pájaros y lagartijas.
Población: 93.500 personas de 97 diferentes nacionalidades, incluyendo holandeses, sudamericanos, norteamericanos, europeos, chinos y oriundos de Aruba.
Gobierno: No siendo parte de las Antillas de los Países Bajos, Aruba es ahora una entidad separada dentro del Reino de los Países Bajos. Tiene un gobernador nombrado por la reina, un parlamento electo de 21 miembros y un Consejo de Ministros.
Idiomas: Idioma oficial: holandés. Lengua de uso diario: papiamento, una mezcla de español, francés, portugués, holandés, inglés. La mayoría de los habitantes de Aruba hablan inglés y español.
Moneda: Florín de Aruba. u$s 1 = AWG 1.78
Vuelos: Entre las diversas aerolíneas que vuelan a Aruba, Avianca ofrece la posibilidad de combinar el destino de playa con la visita a la histórica ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia.