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CIUDADES PREHISPANICAS EN LA PENINSULA DE YUCATAN

Las más espléndidas ciudades mayas de México se encuentran en la Península de Yucatán, mudo testimonio de una civilización que la conquista española no pudo terminar de destruir. Uxmal, Chichén Itzá y Tulum, entre otros sitios, marcan el itinerario de la ruta maya mexicana.

Por Graciela Cutuli

La humanidad suele lamentar el incendio de la biblioteca de Alejandría, pero pocos recuerdan la riqueza de los libros mayas que en 1562 el sacerdote español don Diego de Landa quemó para hacer desaparecer los rastros de la avanzada cultura indígena con que se habían chocado los conquistadores en su búsqueda de los metales mexicanos. Historia, astronomía, jeroglíficos y calendarios de una civilización extraordinaria �la primera que usó el cero en las matemáticas� se perdieron para siempre: �Encontramos muchos libros y, como no contenían más que supersticiones y mentiras del diablo, los quemamos todos, lo que afligió enormemente a los mayas�, escribió Landa. Después, los españoles destruyeron los templos mayas o los convirtieron en templos cristianos, sometieron a esclavitud a los indios e intentaron borrar su cultura. Cinco siglos más tarde, sin embargo, se puede comprobar que no lo lograron. Las pirámides de Uxmal y Chichén Itzá y el Castillo de Tulum sobreviven, piedra sobre piedra. Hoy, la invasión toma otras formas, como la del turismo masivo que llena las espléndidas costas mexicanas de cemento y centros vacacionales. Pero ésa es otra historia. Yucatán, la maya Desde hace treinta siglos la Península de Yucatán es la patria de los mayas. Después del mar, viene la jungla. Y allí se esconden los vestigios de una de las civilizaciones más extraordinarias de la humanidad, redescubierta sólo a partir del siglo pasado, cuando comenzaron las excavaciones en las ciudades mayas más grandes, Uxmal y Chichén Itzá. Pero hay además innumerables ruinas, que sólo en los últimos años comenzaron a ser despojadas de la vegetación que todo lo invade, a ser estudiadas y visitadas por los turistas más curiosos de la cultura maya. La Península de Yucatán está dividida en tres estados: Campeche, cuna de La Malinche, Yucatán, con capital en Mérida, y Quintana Roo, donde se levanta Cancún. Mérida, que fue el primer lugar donde se asentaron los españoles, sobre la ciudad indígena de Tihó, es uno de los mejores puntos de partida para comenzar a recorrer las rutas mayas de esta parte de la península. Con el encanto adicional que tiene una ciudad colonial muy bien conservada, una suerte de �París de occidente�, como se la conocía en los tiempos en que el paseo Montejo fue remodelado siguiendo el modelo de los Champs-Elysées. Incluso se vanagloriaba de ser la �ciudad mexicana con mayor cantidad de millonarios� (que vivían en general en Europa o Nueva York, pero hacían levantar aquí bellas residencias). El Palacio de Montejo, que recuerda al fundador de la ciudad, se encuentra sobre el zócalo, la plaza principal, y muestra en la fachada la imagen de dos españoles que se levantan sobre la cabeza de los mayas. Es un testimonio sencillo pero elocuente que resume mucho de la historia local, y que recuerda las imágenes en que los mayas se paraban sobre la cabeza de sus enemigos. Los españoles volvieron en contra de los indios sus propios ritos, de la misma manera que hicieron sus iglesias sobre los lugares sagrados de la civilización dominada. Uno de los mejores testimonios se encuentra en Izamal, 75 kilómetros al este de Mérida, donde las estructuras construidas por los mayas sirvieron para albergar las construcciones españolas: es el caso del convento de San Antonio de Padua, levantado en el lugar donde antes había un templo maya, y al que se llega subiendo las escaleras de una pirámide indígena. Tan importante era Izamal como centro de peregrinación, que don Diego de Landa decidió transformarlo justamente en sede obispal, con un monasterio cuyo atrio tenía nada menos que 8000 metros cuadrados. Sólo se queda atrás del Vaticano... Entre Mérida y Progreso, un lugar tranquilo que recibe en julio y agosto la visita de los mexicanos de vacaciones, se encuentra el sitio de Dzibilchaltún, uno de los asentamientos mayas más grandes de México, con al menos 8000 edificios, que los españoles se encargaron de demoler en buena parte. Sin embargo, queda como curiosidad el Templo de las Siete Muñecas, así llamado por las siete figurillas de terracota halladas durante las excavaciones, que mostraban diversos tipo de deformaciones físicas. Pero sobre todo, Mérida es la puerta a la región de las Colinas Puuc, asentamiento de las más imponentes ciudades mayas. Uxmal Para los mayas, el mundo había sido creado el 13 de agosto del año 3113 antes de nuestra era, y estaba destinado a terminar el 24 de diciembre del 2011, al final del �Gran Ciclo�. Sin embargo, para el mundo en el que ciudades como Uxmal y Chichén Itzá no eran sitios arqueológicos sino lugares habitados por sacerdotes, expertos en ciencias y arquitectos, la historia terminaría unos cinco siglos antes. Uxmal significa �reconstruida tres veces� en la lengua maya, aunque los arqueólogos creen que fue reconstruida al menos cinco hasta que su reloj se detuvo en lo que para el mundo europeo era el Renacimiento, y que para las civilizaciones indígenas de América fue el principio del fin. Uxmal en particular se considera aún más auténticamente maya que Chichén Itzá, ya que se cree que nunca sufrió la invasión de otras etnias indígenas de la región. El punto dominante del sitio es la Pirámide del Adivino, una construcción asombrosa de forma elíptica que reúne cinco templos ubicados en distintos niveles. Dice la leyenda que fue construida por el hijo de una bruja nacido de un huevo: y en realidad, parados al pie de los 118 escalones de su única escalera, toda magia parece posible para haber levantado ese prodigio empinado como una solitaria montaña en medio de la llanura. De aquella creencia proceden los otros dos nombres con que se conoce a la pirámide, del Enano o del Mago. Junto a la pirámide, la Casa de las Monjas (así bautizada por los españoles, que la encontraron semejante a un convento) muestra las paredes cubiertas de bajorrelieves en la parte superior, en tanto que la parte inferior se conserva lisa. Este tipo de decoración se observa también en la Pirámide del Adivino, donde se repite obsesivamente la figura de Chac, el dios de la lluvia (lo cual no es de extrañar en una región que sufre largos períodos de sequía a lo largo del año). Eso había obligado a los mayas a adquirir conocimientos de hidráulica para almacenar el agua de lluvia, pero también ese patrimonio cultural se perdió después de la llegada española. Lo que sí quedó fue otra construcción relacionada con el agua: la Casa de las Tortugas, un animal que según la tradición maya lloraba por los humanos cuando había sequía, llamando a la lluvia con sus lágrimas. Chichén Itzá A pesar del asombro que pueda haber despertado la magnificencia de Uxmal, el mundo maya sigue deparando sorpresas en Chichén Itzá, la más famosa de las ruinas de la Península de Yucatán. Antiguas fotografías de principios de siglo muestran sus monumentos cubiertos de vegetación; desde entonces se han llevado a cabo importantes trabajos de excavación y restauración para devolver a la luz este importante centro religioso indígena. Basta poner un pie en Chichén Itzá para que sea inevitable pensar lo que debió haber sido el esplendor de una civilización capaz de construir estos edificios, e inevitable compararla con la marginada situación de los mayas actuales dentro de sus propias tierras. Visitar Chichén Itzá �120 kilómetros al este de Mérida� puede requerir mucho tiempo si se quiere conocer el sitio en profundidad. No menos de 10 kilómetros cuadrados (la parte conocida, ya que los arqueólogos creen que el conjunto se extendía por al menos 100 kilómetros cuadrados) esperan al visitante. En todo caso, siempre conviene llegar muy temprano, antes de la hora de la invasión turística y del sol ardiente, que en los mediodías y las primeras horas de la tarde no perdona. Si la Pirámide del Adivino es el centro de Uxmal, el de Chichén Itzá es la Pirámide de Kukulkán (el dios del Sol), conocida como el Castillo. A la perfección arquitectónica se suma la riqueza simbólica de una construcción que tiene nueve niveles, en representación de los nueve cielos, y un total de 365 escalones (uno por cada día del año). Cada una de las caras del Castillo, que coinciden con los puntos cardinales, ostenta una escalera a 45 grados. Quien las suba podrá apreciar desde la cumbre el Templo de los Guerreros, rodeado por las Mil Columnas y coronado por una serpiente emplumada. Esta figura se repite en el cercano Templo de los Jaguares, donde se encuentra el mural de una batalla entre mayas y toltecas, y detrás del cual se levanta el Juego de Pelota de la ciudad. Otros monumentos impresionantes son el Muro de los Cráneos, donde se exponían los cráneos de los enemigos sacrificados, la Casa de las Aguilas y, sobre todo, el Caracol, una construcción a la que se sube por una espiralada escalera interna, y que según se cree fue un observatorio astronómico. En el interior, una pequeña habitación con siete orificios por los que el sol asoma unos pocos segundos, una o dos veces al año, se usaba probablemente para mediciones relacionadas con el calendario y el movimiento de los astros. Puerta al Caribe Un último sitio para completar la ruta por las principales ciudades mayas debería ser Tulum, que era en cierto modo la puerta del mundo indígena hacia el Caribe. Es conveniente llegar desde Cancún, justamente a través del llamado �Corredor Cancún-Tulum�, una autopista paralela a la costa de Quintana Roo que une la meca del turismo veraniego de sol y playa con una ciudad que, según la describieron los primeros exploradores españoles, era �tan grande como Sevilla�. Tulum estaba en la encrucijada comercial de muchos caminos mexicanos; así floreció en una serie de eclécticos estilos arquitectónicos que la diferencian de Chichén Itzá o Uxmal. Su primera belleza es la ubicación que eligieron sus fundadores, al borde de acantilados que servían como defensa natural sobre el mar. Otro castillo domina la escena, dedicado al dios de la serpiente emplumada y secundado por el Templo de los Frescos, un edificio de dos pisos donde se muestran los dioses mayas. Son los testimonios de una civilización que fue poderosa y que hoy, a pesar de todo, tiene un patrimonio que no todos pueden exhibir: el orgullo por su Pasado.


Goles en el fútbol maya
Como en casi todas las culturas prehispánicas de México, en el mundo maya no faltó tampoco el Juego de Pelota, al que en estas tierras se lo considera una suerte de antecesor del fútbol. Los jugadores tenían que hacer pasar la pelota no por un arco sino a través de un aro de piedra colgado de la pared y decorado con serpientes entrelazadas; podían golpear e impulsar la pelota con las piernas, la cadera y los codos, pero nunca con las manos. Para hacerlo aún más difícil (y en ello iba la vida), la pelota nunca debía tocar el piso: hubiera sido como si el sol cayera en su pasaje a través del cielo. Se cree que los que perdían marchaban rumbo al �cenote de los sacrificios�, que es otro de los distintivos de las ciudades de Yucatán. Los cenotes son formaciones geológicas típicas de la zona, como grandes grutas excavadas en la roca calcárea cuya bóveda su hundió y formó grandes pozos naturales que luego se llenaron de agua y fueron utilizados para el sacrificio de seres humanos.