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TAILANDIA: CRONICA DE UNA EXCURSION DE BUCEO POR LAS ISLAS SIMILAN


En el Mar de Andamán, que bordea la costa oeste de la península de Tailandia, se encuentran las islas Similan, uno de los panoramas naturales más impactantes de Asia y uno de los mejores sitios del mundo para el buceo. Desde Kao Lak, un viaje de cuatro días en barco y muchas horas bajo el agua, explorando el paisaje submarino.

Por Florencia Podestá


Ko Similan es un nombre sonoro como pocos, que evoca fábula... algo como las Islas Afortunadas, o una escala en los viajes de Simbad; sin embargo, en dialecto tai Ko Similan quiere decir (muy pragmáticamente) Nueve Islas. Tampoco se ubican más allá de finis terre, sino muy concretamente en el Mar de Andamán, sobre la costa oeste de la península de Tailandia. No obstante, aquellas islas míticas y éstas tienen algo en común: su belleza edénica y la cualidad de ser puertas a otro mundo. En el caso de Similan, al mundo submarino.
Al amigo de los rankings le interesará saber que estas islas fueron calificadas por la publicación internacional de buceo Skin Diver Magazine como uno de los diez mejores y más bellos sitios del mundo para bucear. Por encima del agua las islas ofrecen uno de los panoramas naturales más impactantes de Asia, con aguas de un turquesa profundo, arenas blanquísimas y caletas solitarias enmarcadas por rocas gigantescas de granito. Pero el paisaje submarino y la visibilidad de treinta metros (la mejor posible) son los que atraen a cientos de buzos de todos los continentes. Sus arrecifes sustentan una enorme variedad de vida y se consideran los más coloridos de la región.
Como las Similan son parque nacional marino, no existen allí hoteles ni nada semejante, y mucho menos caminos o autos. Algunas islas están completamente deshabitadas, excepto por los animales de la selva y algún acampante. Solamente se pueden alquilar bungalows y carpas en la intendencia del parque en Ko Miang, lo cual es conveniente si se cuenta con equipo de buceo propio. Si no, la forma más simple y probablemente la más interesante de visitar las islas es con un viaje de tres o cuatro días en barco, organizado por una escuela de buceo, en el que se come y duerme a bordo.
Proa a las islas
Sea Dragon Dive Centre tiene su base en Kao Lak, una bahía poco habitada que forma parte de un parque nacional, justo frente a las Similan. Apenas llegamos al puertito de Thap Lamu, David nos señala la lancha de Sea Dragon. En la proa está la cocina, en la cubierta el comedor (abierto y techado), y en la cabina todo el equipo de buceo y el compresor de aire para los tanques; pero... ¿dónde dormiremos? La solución es ingeniosa: casi toda la superficie del techo está cubierta por una especie de carpa de circo o domo, abierto a proa y a popa: con diez colchones sobre el “piso”, éste es el dormitorio común, con una maravillosa brisa natural y ventanas al cielo; el resto es una terracita que sirve de solarium. Por supuesto, otras compañías de buceo (en general las de Phuket, ciudad megarresort para el turismo europeo) ofrecen grandes cruceros de lujo con sala de video y camarotes privados. Sin embargo, en opinión de la cronista, si vamos a vivir en el mar por unos días, un barco austero –es decir, más barco y menos hotel– permite una experiencia más marinera y atenta a la naturaleza. Sea Dragon ofrece excelencia, en lo esencial, los instructores más expertos y profesionales –la escuela es la más antigua en la zona– y los precios más económicos.
David, que es australiano pero vive en Tailandia desde hace diez años, será nuestro instructor junto con Sandra, una simpática chica suiza que se perturba cuando la creen alemana. La tripulación tailandesa se compone del capitán, que se llama (o le dicen) Pam, que significa tigre; Atsiri, el “ayudante”, y Pompuang, la cocinera. No hablan más que tai, así que David hará de intérprete. Nuestro grupo se compone de algunos alemanes, un holandés, una noruega, una suiza, una inglesa y un japonés (para todos, buzos y tripulación, esta cronista es la de origen más exótico).
El barco navega mar afuera durante cuatro horas antes de avistar la primera isla. De la proa penden las guirnaldas y las flores naturales que, como es costumbre aquí, se ponen para traer buena suerte y apaciguar a los malos espíritus. Como en casi todo el sudeste asiático, el budismo convive saludablemente con el animismo.
Al mediodía fondeamos frente a una playa enceguecedoramente blanca y los instructores explican cómo será nuestro primer descenso. Además de los jardines de coral, esta zona se caracteriza por cavernas y riscos submarinos. La profundidad máxima será de treinta metros y, dice David, es posible que veamos alguna mantarraya.
Luego de calzarnos trabajosamente los equipos, nos sumergimos. Como si hubiesen estado esperándonos, dos mantarrayas de 5 metros de diámetro nos miran de reojo, “flotando” ondulantes en la corriente como alfombras mágicas o seres fantásticos de otro mundo. Permanecemos un rato admirándolas mientras ellas giran curiosas a nuestro alrededor. Aunque sabemos que comen plancton, no podemos evitar un poco de inquietud frente a esas “alas” enormes y poderosas, esa boca sin fondo siempre abierta y esa cola venenosa.
Atravesamos puentes y túneles, arcos y fosas. “Sobrevolamos” planicies de coral y “escalamos” muros llenos de vida. Cuando salimos no hace falta hablar para saber que todos compartimos la sensación de maravilla.
Las comidas en el barco son de primera. Platos tradicionales tai como pollo al curry verde con lemongrass, croquetas de tofu, arroz con camarones, pat thai o pescados del día; y al estilo tai, que consiste en servir varios platos a la vez. Al principio comemos todo, pero a medida que pasan los días nuestros estómagos piden un descanso de tanta abundancia, y casi todos los manjares quedan para alimentar a los peces. Como nos da pena tirarlos, deliberamos en asamblea sobre cómo decirle a Pompuang que cocine menos cantidad sin que se ofenda; ella podría interpretar que no nos gusta su comida (las pautas de la etiqueta tai en la mesa son estrictas y complejas). Finalmente, optamos por esa frase comodín para los farang (extranjeros): “No estamos acostumbrados”.
Una selva submarina
Cada día nuestro barco fondea en una nueva isla. Los siguientes ocho buceos son siempre diferentes, gracias a la increíble variedad del paisaje bajo el mar que distingue a las Similan. Al oeste de las islas el relieve submarino es abrupto con rocas redondeadas de granito (que se apilan por debajo y también por encima del agua), picos submarinos, cuevas y pasajes, desfiladeros y abismos sin fondo. Hacia el este, en cambio, arena y campos de coral duro y blando cubren las rocas. Encontramos toda clase de animales grandes como tortugas de mar, tiburones tigre y de nariz blanca, un gigantesco pez espada, barracudas, morenas y más mantarrayas. Pero lo que nos deslumbra es la belleza minimalista de una selva de anémonas y corales blancos, azules, lilas, verdes, rojos, amarillos, irisados, turquesas; con forma de árbol, cerebro, dedos, flores, hongos, abanicos y coronas; con nombres tan literarios como Fuego, Cuernos de Ciervo, Abanico de Mar, Dedo de Muerto, Látigo de Mar, Oreja de Elefante. Y las miles de especies de peces de arrecife, de colores intensos para camuflarse con el coral, y formas bizarras, con nombres tan poéticos como: Angel Emperador, Idolo Moro, Mariposa de Nariz Larga, Cirujano de Polvo Azul.
Durante las tardes hay tiempo para el relax. Cada uno opta por un libro; a bordo circulan desde Kafka en alemán hasta Orwell y Jack London en inglés, pasando por un Horóscopo Chino que todos leen, pero que nadie confiesa poseer. También vamos a la playa en el bote para explorar la isla o tomar sol; los más fanáticos hacen snorkel en las aguas cristalinas (práctica menos exigente que el buceo y más independiente). Por la noche después de la cena algunos nos quedamos en el comedor cerca de la oscuridad, hablando de lo que vimos –o no vimos– en este país: las prostitutas, los monasterios, los tiburones ballena, la esencia del budismo. Será la soledad y el silencio, será la lejanía o el nitrógeno que empiezan a repercutir en nuestros cerebros, pero la charla se torna cada vez más existencial y se prolonga hasta la madrugada. David, desde hace algunos años convertido al budismo, habla de la relación directa entre el autoconocimiento profundo y el vivir como un extraño en una cultura totalmente extraña. Junto al barco y atraídos por la luz del farol, un cardumen encandilado espera un pedazo de pan.


Datos útiles


Cómo llegar: Desde Bangkok hay una hora de vuelo (80 dólares) o un día de micro a Phuket y a Kao Lak, al sur de la península de Tailandia. Desde Malasia se llega en pocas horas por tierra (Qantas, South African Airlines y Malaysia Airlines vuelan desde Buenos Aires a Bangkok y a Kuala Lumpur por alrededor de 1500 dólares).
Buceo: Los precios incluyen todo: comida, bebida, alojamiento, transportes, equipo de buceo y snorkel, instructores, y una embarcación con todo lo necesario para bucear con seguridad (radio, agua dulce, salvavidas, botes, etc.). En general los grupos son reducidos (de 7 a 12 personas) y se hablan varios idiomas. Con estas escuelas también se puede realizar en Similan (o donde se elija) el curso para sacar la licencia PADI (internacional de buzo).
Excursiones: Sea Dragon: con base en Kao Lak. El viaje de 3 días a Similan (7 buceos) cuesta 285 U$S. El de 5 días (11 buceos), que incluye las Islas Surin (otros sitio top ten según la revista Skin Diver) y la Roca Richelieu, cuesta 320 U$S. Tel. y fax: (66) 1/ 229-2418.
Desde Phuket, los precios son más altos: alrededor de 390 U$S para Similan y 450 U$S para Similan y Surin: Fantasea Divers, fax (66)76/340309; South East Asia Divers, fax (66)76/ 342530; Santana: fax (66)76/340360; Dive Asia, fax (66)76/284033; Phuket International Diving Center, fax (66)76/381219; Siam Diving Center, (66) 76/330936.
Además, todas estas compañías organizan viajes que duran tanto como el grupo lo pide, si cuentan con un número mínimo de gente. También ofrecen otros destinos más remotos: los Bancos de Birmania y el Archipiélago de Mergui, también en Birmania, que estuvo cerrado a los extranjeros hasta 1997; las cuarenta islas volcánicas de Sangihe-Talaud, al noreste de Sulawesi en Indonesia; el Archipiélago de Andamán en India.
Más información en e-mail:
info@sealiveaboards.com.