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TEMPORADA DE AVISTAJE EN LA PENINSULA VALDES


El espectáculo que ofrecen las ballenas en las aguas del Golfo Nuevo es inolvidable. Gigantes amables que se acercan a las embarcaciones, juegan y saltan con increíble agilidad, las ballenas se quedan en Puerto Madryn hasta diciembre,y ya llegó el momentode disfrutarlas.

Informe: Diego Giúdice.

Las especies amenazadas del planeta se cuentan por decenas; sin embargo, las ballenas se han convertido en uno de sus símbolos más difundidos, tal vez por el encarnizamiento con el que fueron perseguidas durante siglos en los mares del mundo. Hoy siguen llamando la atención, pero esta vez de los turistas: y para los argentinos, es un verdadero privilegio pensar que uno de los pocos lugares del globo donde los gigantescos cetáceos se pueden avistar y casi tocar con la mano es la zona de Península Valdés y el Golfo Nuevo, frente a Puerto Madryn.
Treinta años atrás, las ballenas eran prácticamente cosa de pioneros. Uno de ellos era Jorge Schmid, que un día salió de su carpa y se encontró con una sorpresa de considerable tamaño: un par de ballenas que retozaban en las aguas del Golfo Nuevo, a pocos metros de la orilla. Fue suficiente para que jamás volviera a Buenos Aires, y comenzara lo que hoy es una próspera actividad turística: el avistaje de ballenas. “Hacíamos todo artesanalmente –recuerda hoy–. Teníamos apenas una lanchita, con la que salíamos a veces. Llegaban pocos turistas; era algo que se difundía boca a boca, no había publicidad.” Pero los tiempos han cambiado, y mucho. Hoy día, unos cien mil turistas argentinos y extranjeros llegan cada año a Puerto Pirámides para encontrarse con las ballenas. El espectáculo es inolvidable, y hay quien lo toma como una cita anual a la que no se falta, como no se falta a una cita amorosa: “Nada es más excitante que ver cada invierno la llegada de la primera ballena franca a la Península Valdés”, asegura Roger Payne, un investigador que hace más de veinte años repite ese ritual junto a las costas chubutenses.
Al alcance de la mano
Tal vez lo que más sorprenda de la experiencia es la cercanía de las ballenas durante los avistajes. Si en un principio se temía que la presencia de lanchas y catamaranes en el agua las hiciera alejarse, lo cierto es que el número de cetáceos que llega al Golfo Nuevo para aparearse y tener sus crías aumenta cada año: las ballenas parecen disfrutar, y hasta sentir cierta amistosa atracción por las lanchas. Van hacia ellas, sacan la cabeza del agua para observar a los turistas, pasan por debajo rozando la quilla... Los encargados de los avistajes ya les conocen las mañas, y hasta les han puesto apodos, como aquella a la que llaman “El Mecánico” porque le gusta pasearse por debajo de las embarcaciones. Por otra parte, con un poco de práctica no es tan difícil distinguirlas: la ballena franca austral tiene la particularidad de presentar callosidades en los lugares donde los seres humanos tienen las cejas, la barba y el pelo, callosidades que son distintas en cada una de ellas y conforman por lo tanto una suerte de particular “huella digital”.
El asombro de los visitantes frente a las ballenas no tiene límites. La mayoría busca inmortalizar en una foto el instante en que sacan la cola, o bien algunos de los espectaculares saltos, que realizan con una increíble agilidad para las treinta toneladas que pueden llegar a pesar estos ejemplares. Más fácil aún es fotografiar el famoso “chorro” que arrojan por el espiráculo, producido por la vaporización del aire lanzado al respirar. El chorro de las ballenas francas es en forma de V, a diferencia del de otras especies como la ballena azul o la jorobada.
A pocos centímetros de las embarcaciones, se aprecian con toda claridad los juegos de seducción amorosa entre hembras y machos. También es muy común verlas levantando las aletas pectorales o caudales (la cola) fuera del agua, un comportamiento que algunos explican como un mecanismo de regulación de la temperatura: en semejante masa corporal, el calentamiento excesivo podría convertirse en un problema, y al parecer las ballenas se “refrescarían” de ese modo. Algo que, sin duda, no pueden hacer en las frías aguas de la región periantártica, donde viven la mayor parte del año.


Salven las ballenas
La Comisión Ballenera Internacional prohibió la caza de la especie desde 1986, e incluso fueron creados santuarios para las ballenas a partir de 1978 (el Indico ese año, y el Antártico en 1994). Sin embargo, hay países como Japón y Noruega que hicieron oídos sordos al llamado internacional a la protección de estos cetáceos.
“La carne de ballena es un plato de lujo; en Japón un kilo puede costar 90 dólares”, señala Milko Swartzman, encargado del tema en Greenpeace Argentina. “Hay barcos noruegos que actualmente cazan ballenas pero no venden la carne, sino que la almacenan en cámaras frigoríficas con la esperanza de poder venderla algún día. Este año –agrega– tenemos registrado que los barcos noruegos cazaron 650 ballenas.”
La caza indiscriminada ya produjo la extinción de la ballena gris. La ballena azul, la criatura más grande del planeta, que vive en las cercanías del Círculo Polar Artico, también corre peligro. Sin embargo, los esfuerzos en pos de la preservación de la ballena franca austral, muy perseguida por los arponeros japoneses que acechaban especialmente las costas del sur de Brasil, permitió poner a esta especie fuera de peligro de extinción. Lo cual no significa que haya que dejar de luchar para salvar a las ballenas.


Juegos amorosos
•Alrededor de 600 ballenas se acercan cada año a las aguas del Golfo Nuevo. Las hembras, que miden unos 16 metros y pesan unas 40 toneladas, son cortejadas por grupos de machos que se las disputan. Cada hembra tiene hasta ocho machos, y puede aparearse varias veces al día para garantizar la supervivencia de la especie.
•El macho persigue a la hembra nadando en círculos a su alrededor, pero si ella quiere rechazarlo se lo demuestra colocándose panza arriba, y sacando las aletas dorsales fuera del agua.
•Un ballenato se gesta durante doce meses. Durante la primera semana de vida, la cría ingiere 200 litros de leche diarios, y engorda 100 kilos por día. Como aún no sabe nadar, la madre lo empuja hacia arriba para que respire. La relación madre-hijo se mantiene durante aproximadamente un año.
•Las ballenas son animales de hábitos conservadores. Año a año, es posible ver los mismos individuos nadando por los mismos lugares, e incluso en torno de una misma roca.


Datos útiles
Secretaría de Turismo
de Puerto Madryn

Avenida Roca 223. Tels. 453504 y 452148. En Internet: www.madryn.gov.ar.
E-mail: [email protected].

Operadores turísticos, avistajes y buceo.
Argentina Visión, Avenida Roca 536. Tel. 455888.
Aike Tour. Avenida
Roca 353. Tel. 450720.
Alora Viaggio. Avenida
Roca 27. Tel. 455106.
Miras del Mar. Avenida
Roca 805. Tel. 450164.
Puma Turismo.
28 de Julio 46. Tel. 451845.
Pinino Aquatours
(avistaje y buceo).
Rawson 6. Tel. 451954.
Jorge Schmid (buceo, pesca, avistajes). Tel. 495012.
Tito Bottazi (buceo, avistajes). Tel. 495050. Hydrosport (Rafael Benegas).
Tel. 495065.
Peke Sosa. Tel. 495010.

Hoteles
Península Valdés. Avenida Roca 155. Tel. 471292.
Costanera. Boulevard Brown 759. Tel. 471038.
Los Tulipanes. L. Jones 50. Tel. 471840.
Tolosa. Roque Sáenz Peña 253. Tel. 471850.
La Posada de Madryn. Mathews 2951. Tel. 474087.
Hostería Faro Punta Delgada (en Península Valdés). Tel. 471292.
Estancia La Elena (en Península Valdés). Oficina en Buenos Aires: 43938509.
Motel ACA (Puerto Pirámides, Península Valdés). Tel. 95004.

Tarifas
Las tarifas, paquetes y circuitos dependen de cada operador, pero en promedio las excursiones a Península Valdés cuestan $30; al Dique Ameghino $30; el avistaje de ballenas $20; pingüinera de Punta Tombo $30. En 4x4, $25 a Cerro Avanzado, $30 a Puerto Pirámides, $20 a El Doradillo.

Vuelos
La empresa DINAR Líneas Aéreas ha empezado a operar la ruta Buenas Aires- Puerto Madryn con aviones DC9 con capacidad para 124 pasajeros.