Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Stira


 

PROVINCIA DE SANTA CRUZ: PARQUE NACIONAL LOS GLACIARES

Excursión de diez días al área del Fitz Roy, el cerro de casi 3500
metros de altura que las tribus tehuelches llamaban Chaltén,
palabra que significa “Dios del Humo”. Bosques, glaciares, arroyos, lagunas. Los imponentes perfiles del Fitz Roy y el temible cerro Torre, donde el cineasta alemán Werner Herzog filmó su película Grito de Piedra.

Por Florencia Podestá

Si bien el Parque Nacional Los Glaciares es célebre por el Glaciar Perito Moreno, el área de Chaltén es sin duda la meca para los viajeros más movedizos, ya sean caminantes, andinistas o acampantes. Fotografiados por todos los montañistas fanáticos del planeta, el cerro Chaltén o Fitz Roy (3440m) y el cerro Torre (3120m), con sus perfiles fantásticos e inolvidables, son la consumación de todas las excursiones.
El Perito Moreno nombró al cerro Fitz Roy en honor al Capitán Fitz Roy, del “Beagle”, que acompañó a Darwin en sus andanzas por el extremo sur. Pero las tribus tehuelches, para quienes el cerro era un dios, lo llamaban Chaltén, que significa “Dios del Humo” (o “del Viento”). La casi permanente nube que parece emanar de la cima al condensarse la humedad hizo que incluso hasta este siglo la gente creyera que se trataba de un volcán. Como los indios respetaban al dios Chaltén, nunca pretendieron conquistarlo. Así es que el primer ascenso al Chaltén fue emprendido por dos italianos, Terray y Magnone, en 1952.
La “conquista” del Torre –por mucho tiempo considerado inescalable– es un asunto controvertido. Maestri, también italiano, aseguró haber llegado a la cima en 1959, pero su compañero Egger murió en el descenso, y a Maestri lo encontraron en muy malas condiciones e incapaz de recordar mucho de la expedición. En torno a este misterio Werner Herzog, el cineasta y aventurero alemán, filmó in situ su película Grito de Piedra.
La partida
213 kilómetros al norte de Calafate se encuentra El Chaltén, un pueblo pequeño en la estepa barrida por los vientos, justo en el comienzo de las montañas. El conjunto de casitas, hospedajes y algún que otro “bar-almacén” sirve de base para los caminantes, escaladores y fanáticos de la montaña que a veces permanecen meses en la zona.
Desde el pueblo El Chaltén se abren en V dos caminos: uno va a Laguna Torre, y el otro a la base del Fitzroy (lo llamaremos así de aquí en más, para no confundirlo con el pueblo). Rumbo al Fitzroy, el camino parte del camping Madsen y sube poco a poco entre bosques de ñire y lenga. Por un minidesvío se llega a la Laguna Capri (1.30 hs.), que tiene una vista espectacular de todo el macizo Fitzroy, y lugares muy tentadores para acampar junto al agua. Pero decidimos seguir hasta la Base.
El camino desciende hasta el magnífico valle del Chorrillo del Salto. Es una planicie alucinante de piedra erosionada, como sufrida, y vegetación esteparia torturada por el viento. En el fondo se levantan las torres doradas del macizo; varios picos de paredes verticales que emergen de la tierra como lanzas. Los contrastes, la fuerza, el drama contenido: podría ser un paisaje del alemán Gaspar Friedrich, pintor de lo sublime.
En tres horas más de caminata ventosa llegamos al río Blanco, de aguas caudalosas que nacen de un glaciar. Es la base del Fitzroy. Hay varios espacios para acampar, con fogones, en un sitio tranquilo y bucólico junto al río, bajo un techo de lengas y con vistas al cerro. Decidimos cruzar el río para investigar el famoso Campamento Río Blanco. Vemos unos refugios de madera, llenos de inscripciones, objetos raros y souvenirs, construidos y ocupados por los escaladores de todo el mundo que esperan durante semanas o incluso meses “el día perfecto” para subir (aquí el clima es temperamental, y el viento, muy fuerte en lo alto del cerro).
Al atardecer, el Fitzroy, con sus paredes verticales de granito dorado, se torna rojo; de la punta fluye la eterna nubecita como el aliento del dios. En la cumbre de este cerro se arremolinan los vientos de dos océanos. Estos vientos, dice el escalador argentino Tejada Flores, llevan al hombre a la muerte, o lo convierten en filósofo.
Lo mejor desde aquí es subir a la Laguna de los Tres, al pie del Fitzroy dos horas inevitables subiendo por las morenas que dejó el glaciar al retirarse. Al fin llegamos a esta laguna glaciaria de altura, de un azul cristalino increíble, y con una vista espectacular: en primer plano tras el azul, la aguja brillante del Fitzroy. Y una yapa: si nos asomamos a unpeñasco sobre el abismo veremos unos 300 metros más abajo la Laguna Sucia y el glaciar del que nace; yace en el fondo de un circo glaciario de piedra, de proporciones impresionantes. No es sucia, sino de un denso color turquesa o jade, opaco debido a los minerales flotantes.
Por la noche hay sólo dos carpas en “nuestro” claro. Los otros son unos escaladores canadienses que nos ayudan muy amablemente a encender el fuego (estuvo lloviendo y la madera está húmeda). En el medio del círculo hecho con piedras –construcción colectiva de los acampantes– el fuego es vital en estas noches, tan frías aun en verano. Ya dentro de la carpa –oscuridad total– el viento ruge en los árboles. Por la mañana está todo tranquilo, como si nada se hubiese movido. Los pájaros son el despertador.
Desde el Campamento de Río Blanco hay dos excursiones que van en direcciones opuestas: el atajo a Laguna Torre (3 o 4 hs.), y el camino río arriba hasta Piedra del Fraile (6 hs.), bordeando las faldas del macizo hasta la cara norte de Fitzroy y el lago Eléctrico.
Piedra del Fraile
Empecemos por lo más difícil: la excursión desde río Blanco hasta Piedra del Fraile (dirección norte). Las primeras horas remontamos el río Blanco faldeando los cerros. Se hace duro porque casi no hay senda; no queda otra que ir por la margen del río “en crudo”, o sea, saltando piedras (por aquí un largo desvío se abre hacia Lago del Desierto). Después de cruzar un afluente muy torrentoso nos internamos en un bosquecito lleno de arroyos cantarines, musgos y hongos. Un sosiego total. Pronto encontramos carteles que indican “a Piedra del Fraile”, “a Los Troncos”, y una bandera argentina (recordemos que esta es zona de conflicto limítrofe con Chile).
Bordeando el río Eléctrico llegamos a un valle florido y verde. Remanso de dulzura entre tanta montaña poderosa. Una roca enorme, que da nombre al lugar, lo protege del viento helado que baja de los glaciares visibles sobre las montañas. Esta tierra es privada y pertenece a Ricardo Arbilla, un señor que vive allí en esa soledad por elección, como un monje zen. Milagosamente, nos ofrece pan casero, tortilla de espinaca y torta de chocolate, y realmente nos hace sentir como en casa. Cobra algo mínimo por acampar en su tierra, y también tiene unas cabañitas muy sencillas que alquila. Desde el valle se ve la cara norte del Fitzroy. Subiendo un par de horas por la ladera llegamos al glaciar norte del cerro. Detrás, un atisbo del mar glaciario. Hay quienes siguen más allá y emprenden la expedición para circunvalar el macizo, con skis y trineos, sobre el Campo de Hielo Sur.
Hacia el cerro Torre
La excursión a Laguna Torre desde Río Blanco es mucho más sencilla. Tomamos el atajo (dirección sur). Un terreno casi plano entre bosques antiguos de lenga, llenos de musgos y helechos. Se pueden ver conejos y pájaros carpinteros patagónicos, de cabeza colorada, y con mucha suerte un zorro. Hay algunos mallines que desdibujan la senda, pero el camino es bastante obvio y fácil de seguir. Por fin llegamos al Campamento, junto a un río atronador. A unos diez minutos está la Laguna Torre. El Ventisquero Grande desciende del macizo y llena la laguna de témpanos que navegan con el viento. Y en frente varias agujas de granito; entre ellas, por fin, el famoso, el infame, cerro Torre. Como era de esperar (nos lo habían advertido) la cumbre afilada está cubierta de nubes y no se ve; ahí arriba los vientos son tan terribles que al chocar con el cerro se forman nubes de la nada a velocidades pasmosas. Varios murieron tratando de escalarlo.
A la mañana siguiente caminamos hacia la laguna y no lo podemos creer. El cielo es azul y el Torre se distingue sobre el espacio como una aguja malévola. La hilera de torres impresiona un poco; es una imagen de la Naturaleza en su costado violento, como un relámpago, pero congelado en el tiempo. Se nos hace evidente y natural un apodo que los escaladores le han dado al cerro: “el grito petrificado” (que inspiró el título del film de Herzog).
En la puntita de la aguja vemos el singular “hongo” de nieve porosa que se forma por los vientos ascendentes y otras cuestiones de la humedad; uno de los obstáculos más temidos por los escaladores. De repente y sin advertencia, como para dejar en claro su poder, nos manda un viento lo suficientemente potente como para levantar en nubes el agua de la laguna y darnos una ducha helada. Ni siquiera podemos ponernos de pie y hasta es difícil respirar. Gateando, nos refugiamos detrás de una roca. Moraleja: con el Torre, nunca te confíes.
Completando el triángulo, desde Laguna Torre regresamos a El Chaltén en cuatro horas de caminata tranquila por valles, bosques y pendientes suaves. Después de lo que vivimos, el pueblito nos parece un exceso de civilización.

Datos útiles

Alojamiento: En la zona del Parque Nacional el camping es libre (gratuito, sin servicios, con fogones y agua de arroyo). En el pueblo El Chaltén hay varios campings que cobran entre 6 a 8 $ por persona (con servicios). Hay un albergue, Los Ñires, con dormitorio común a 10 $ por persona. Posada Lago del Desierto, Cabañas Cerro Torre, Fitzroy Inn y otros sitios alquilan cabañas. Los precios oscilan entre un mínimo de
10 $ por persona con baño compartido, y 40 $ en los establecimientos más equipados con baño privado, y unos 50 $ con media pensión. Es posible abastecerse algunas provisiones en el Chaltén (aunque no hay mucha variedad y es cara), y hay buenas comidas en Josh Aike, en el ómnibus reciclado de Juan Borrego, en La Senyera y en The Wall.
Equipo: Mochila, carpa, muy buenas bolsas de dormir, calentador y comida para unos diez días (que hay comprarla en Calafate). En realidad, cinco días son suficientes para recorrer casi todo, pero con más tiempo se hace más disfrutable y menos cansador.
Guías de Alta Montaña: Fitzroy Expediciones, tel (54-962) 93017; Pablo Cottescu, tel (54-962) 93018.