SAN
LUIS: EXCURSION AL BAJO DE VELIZ

A
sólo 70 kilómetros de Merlo, un lugar para descubrir.
Excursión hasta el Bajo de Veliz donde la vida de hace millones
de años dejó sus huellas. Allí se encontró
el fósil de la Megaracha Servinei Huniken, una araña de
36 centímetros sin patas y sin hidratar. Una visita a la paleontóloga
Doña Ramona y sus vecinos.
Por
Raquel Robles
El
Bajo de Veliz no es uno de esos amores a primera vista donde las palabras
sobran por obvias, y sólo caben exclamaciones y suspiros. El
Bajo de Veliz es un paisaje escondido. Un lugar donde las bellezas se
abren para el que sabe verlas, y que guarda sorpresas, algunas incluso
atesoradas por más de 300 millones de años.
Al noroeste de las sierras grandes de San Luis y a unos 70 kilómetros
de Merlo, descendiendo primero por la ruta provincial N¼ 5 y luego por
un camino agreste y difícil del que sólo una 4X4 puede
salir airosa se llega al llamado Bajo de Veliz. El paseo comienza sin
embargo en la Quebrada del Bonete, donde si se va con la compañía
adecuada, uno puede enterarse de que se cruzan dos provincias fitogeográficas
el chaco y el monte mezclando el paisaje de jarillas y espinillos
petisos y de brazos delgados, con altos y majestuosos quebrachos blancos
y algarrobos.
La tierra, un poco colorada, se levanta con el viento empolvando la
vegetación de esta zona que sólo se humedece con unos
300 mm de agua al año, llovidos todos entre octubre y marzo.
Sólo el río Rebelde quiebra el paisaje seco con un color
verde intenso y aires de oasis. En esta formación geológica
antigua, anterior a Los Andes, con unas 300 variedades de hierbas aromáticas,
llena de chañares, es posible encontrarse, no a bordo de una
ruidosa camioneta, pero sí tal vez con paciencia y al resguardo
de la caída del sol, pumas, pecaríes (chanchitos), gatos
monteses y una gran cantidad de pájaros.
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Verdes
cerros y arroyos de un paisaje escondido.
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Por
estos mismos caminos, más de 500 años atrás, varias
tribus aborígenes atravesaron estos paisajes. Entre ellas los
olongastas, los huarpes, los michilingües y los comechingones.
Estos últimos son los más nombrados y venerados en este
lugar. Algunos dicen que es porque eran altos y barbudos, distintos
de los otros, bajitos y lampiños; para otros es admirable
la pelea que dieron contra el español. La cuestión es
que muchos se reivindican descendientes de comechingones, aun cuando
algunas investigaciones parecen desestimarlo, ya que después
de la cuarta generación se pierde la consanguinidad y según
dicen, este grupo de aborígenes se extinguió mucho antes.
Pero, precisiones científicas aparte, el enaltecimiento de los
comechingones parece encarnar la simpatía por los primeros dueños
de la tierra y el encono contra el español invasor.
Luego de recorrer un buen trecho, los amantes de la arqueología
y los orígenes de la vida encuentran la frutilla de la torta:
las canteras de piedras pizarras (lajas), donde se hallan fósiles
de fauna y flora de una antigüedad de 300 millones de años.
Ahí se encontró el fósil de la araña más
grande del mundo: 36 centímetros sin patas y sin hidratar. La
Megaracha Servinei Huniken es el orgullo del lugar, aunque ahora es
patrimonio de los científicos. Esta cantera se dejó de
explotar porque resultó antieconómico el traslado de las
lajas por caminos tan rudos. Aunque así se eliminó la
fuente de trabajo más importante para los habitantes del Bajo
de Veliz, el cierre permitió que no se siguiera destruyendo tan
importante yacimiento paleontológico a nivel mundial.
Gente de Veliz
Por 3 pesos (o más, si el fósil es de un insecto) los
chicos del lugar ofrecen piedras con improntas de hojas, helechos y
otros testigos de la vida prehistórica. Algunos de esos niños
son hijos de Doña Ramona. Matear con ella y su familia es parte
de la excursión y vale la pena. Su colección de piedras
es enorme y está expuesta con orgullo sobre unas mesas de laja
que en sí mismas son una hermosa artesanía. Dos burros,
chivitos, pollitos correteando casi por entre los pies de la gente completan
el cuadro. Todos dicen de ella que es una de esas mujeres guerreras
que le ponen el pecho a la vida. Por eso la eligen los turistas que
quieren ser solidarios para mandar ropa, juguetes o útiles para
el colegio. Saben que repartirá con equidad lo que venga entre
las 23 familias (104 habitantes, 60 de los cuales son niños)
que viven en el Bajo. La casa del señor Fermín Manuel
Veliz está a poca distancia de la de doña Ramona. El hombre
sonríe cuando le dicen que es el último descendiente de
los Veliz que le dieron nombre al lugar. No tiene mucha importancia
para él, en nada modifica este dato su vida cotidiana. Con su
señora, sus gallinas y sus perros Forma y Cual los
días pasan bastante parecidos los unos a los otros. Algunos divertimentos
lo sacan de la rutina. Darles de comer a los pájaros es uno de
ellos. Chingolos, picahuesos y palomas turcas se acercan cada mañana
a hacerse del maíz que él les deja en una pequeña
mesita (también de laja, por supuesto). Otro es que sus nietos
le pregunten cómo se llama el perro. Cuál,
responde él, Ese dicen sus nietos, Cual,
repite Fermín, y así sepueden
pasar la tarde.
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Don
Veliz con sus perros Tal y Cuál. |
El
guayacán africano
El último tesoro de la excursión, aunque probablemente
sólo uno de los muchos que puede ofrecernos este lugar, es el
Arbol de la Vida. Un guayacán único en toda
la región, proveniente de Africa y que nadie sabe cómo
llegó a esta zona. No se reproduce por semilla, por lo que ha
quedado solito, salvo por dos hijos que le salen a los costados y que
siguen unidos a él por una enorme raíz como un grueso
cordón umbilical. Además de ser un árbol que da
una sombra hermosa, su mayor curiosidad reside en que es un árbol
que habla. Si se le apoya el oído al tronco, se podrán
escuchar cuatro sonidos bien diferenciados. Con latidos acompasados,
este árbol se deja oír por dentro. Explicaciones científicas,
para los científicos. La maravilla de este Guayacán, al
alcance de todos. Lo dicho: el Bajo de Veliz es un paisaje escondido.
Un sitio donde hay que tomarse el trabajo de ver más allá.
Un lugar del que uno se va con la sensación de saber un secreto
que quiere ir corriendo a difundir. Si está buscando vértigo,
no vaya. Si está buscando ese orden sutil y a la vez contundente
de la naturaleza que contagia y da una tranquilizadora sensación
de paz, si lo que usted busca es conmover las fibras más íntimas
de sus sentidos, no se lo pierda.
Buenos
aires de Merlo
La
gran ozonificación en la atmósfera, fenómeno que
se observa sólo en regiones de contaminación no apreciable;
la ionización negativa que se manifiesta en altísimo porcentaje,
actuando benéficamente sobre el cuerpo humano; y la radioactividad
natural, entre otros factores, hacen de Merlo un lugar muy especial.
El impacto en el cuerpo se hace sentir en seguida. Algunos tienden a
dormir más de lo habitual, pero más común es sentirse
animoso, lleno de bríos y ganas de hacer cosas, aunque no excitado.
Son muchos los que llegan de vacaciones y quieren comprarse un terrenito
y quedarse. Los que conocen del tema atribuyen esto a las particularidades
de la atmósfera, aunque lo cierto es que Merlo ha duplicado su
población en los últimos diez años. Algo importante
a tener en cuenta es que microclima no quiere decir siempre cálido.
Cuando es verano es bueno ir livianito de ropa y en invierno abrigarse
bien porque hasta es posible ver caer la nieve.
El
poeta puntano
Antonio Esteban Agüero es el prócer de Merlo.
Nacido el 7 de febrero de 1917, su nombre está en las calles,
negocios y folletos turísticos. Una pared del solar donde nació
se conserva en Piedras Blancas. Muchos cantan una de sus poesías
cuando entonan La mazamorra, sabes, es el pan de los pobres,
con música de Peteco Carabajal. Murió en 1970. Ahora lo
recuerdan como el nombrador celebrante de los árboles,
los pájaros, los arroyos, montañas y valles.
Datos
útiles
Transporte: esta excursión se puede hacer en camiones
por 25 pesos o en camionetas 4x4, por 40, mucho más cómoda
aunque demore dos horas más. Para no perderse nada es importante
ir con un guía entendido. Una buena opción es Mario Chiarotti,
de Celesmar Turismo Alternativo.
Alojamiento: Merlo cuenta con todo tipo de opciones para hospedarse:
hoteles, hosterías, cabañas, dúplex y bungalows.
Hay posibilidades para presupuestos de 10 pesos por día, por
persona con desayuno, hasta parapresupuestos holgados de 270 pesos por
día. Es interesante buscar un sitio que tenga vista a las sierras
y, si se va en verano, que tenga piscina. Un lugar agradable que cumple
con estos requisitos y cuesta unos 40 pesos por pareja, por día
con desayuno es la Posada del Sol y la Luna en la Av. Dos Venados a
pasos de la Av. Del Sol.
Informes: en Buenos Aires, Casa de San Luis. Azcuénaga
1087, tel.: 48223641.
