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Historia de la mujer que despertó
tras un sueño de dieciséis años

Los médicos no entienden aún cómo Patricia White Bull volvió de un coma de 16 años. Ahora aprende cómo es hoy el mundo.

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Patricia junto a su familia, que volvió al saber la noticia.
“Lo que más le gusta es mirarnos, mirarnos y sonreír”, dice su hija.

Por Javier Valenzuela
Desde Washington


t.gif (862 bytes) Patricia White Bull, una india siux del suroeste de Estados Unidos, despertó de entre los muertos vivientes la pasada Nochebuena. “No hagan eso”, dijo a las enfermeras que estaban arreglando el lecho hospitalario de Albuquerque (Nuevo México) en el que había pasado 16 años en el más completo silencio, sin poder tragar y en casi total inmovilidad, tras el estado comatoso en el que cayó durante el difícil parto de su cuarto hijo. Los médicos, que han informado esta semana del caso al Albuquerque Journal, siguen sin explicarse por qué White Bull, cuyo apellido significa Toro Blanco, se despertó por sus propios medios del estado catatónico. A este interrogante, la respuesta de Snowflake Flower (Flor de Copos de Nieve), la madre de la enferma, es sencilla y contundente: “Dios hizo un milagro navideño”.
“Fui hacia ella, le di un gran beso y ella me devolvió un gran beso.” Así ha contado Cindi, la hija mayor de White Bull, el primer reencuentro con su madre. “Era la primera vez que me devolvía un beso. Al principio, casi me dio susto. Luego fue tremendamente emocionante.” Aunque está lejos de haberse recuperado por completo, White Bull ha empleado las últimas dos semanas en identificar a sus hijos y aprender sus nombres y edades. “Lo que más le gusta es mirarnos, tan solo mirarnos y sonreír”, dice Cindi.
La familia de White Bull la ha puesto al corriente de lo ocurrido en el hogar y en el mundo en los últimos 16 años. Al hundirse en su sueño, White Bull vivía en un planeta en el que EE.UU. todavía combatía comunismo, Berlín seguía dividido, el imán Jomeini hacía la ley en Irán, Bill Clinton era un oscuro gobernador de Arkansas, la gente no tenía computadoras ni teléfonos celulares y pocos habían oído hablar de Internet.
White Bull, de 42 años de edad, es capaz de hablar con claridad, aunque en frases muy cortas y por poco tiempo. En cambio, escucha y asimila con mucha mayor facilidad. Sus manos, paralizadas durante más de tres lustros, tienen dificultades de movimientos. Lo mismo le ocurre con los pies. Es, literalmente, alguien que regresa del estado vegetativo. Pero va avanzando en su reencuentro con el mundo. Su familia le ha llevado, en silla de ruedas, a las montañas, a respirar el aire puro y vigorizante del suroeste estadounidense. Y también a un centro comercial, donde, señalando con el dedo unas zapatillas deportivas, dijo: “Voy a correr”. Tras años de alimentación por vía intravenosa, White Bull está comiendo pequeños trozos de pizza. Esta semana, su capacidad para tragar y digerir ha mejorado y ha podido zamparse un pollo con puré de patatas.
White Bull, según los médicos, entró en estado catatónico cuando se le formó un coágulo de sangre en el pulmón, lo que le impidió respirar durante unos instantes dramáticos. Ocurrió cuando su cuarto hijo, Mark, era traído al mundo por el procedimiento de la cesárea. La madre consiguió ser resucitada en el hospital, pero la falta de oxígeno ya le había dañado seriamente el cerebro.
Cindi, Jesse, Floris y Mark, todos entre los 20 y los 16 años de edad, han sido criados por su padre, Mark White Bull, en la reserva siux de Standing Rock, en Dakota del Sur. Todos corrieron hacia Albuquerque en la noche del 24 de diciembre, al recibir la fabulosa noticia de que White Bull se había despertado de un estado vegetativo que los doctores creían inexorable para el resto de sus días.
Nadie sabe aún cuál fue el mundo en el que la paciente vivió durante 16 años. “Todavía no hemos sido capaces de conseguir que nos explique qué es lo que pensaba, qué es lo que soñaba”, dice su esposo. Mark White Bull ha contado que en los tres primeros años, tras el hundimiento de la madre en el estado catatónico, él y los niños siguieron viviendo en Albuquerque. Mark White Bull trabajaba allí como programador informático para elayuntamiento. “Pero al cabo de ese tiempo terminé aceptando que no iba a ocurrir nada, que nunca volvería a hablar con Patricia.”
Mark White Bull y los cuatro chicos se trasladaron a la reserva siux de Standing Rock, en busca de un marco de apoyo familiar y tribal. El padre consiguió un trabajo con el gobierno tribal y, según reconoce, pensó en divorciarse de la enferma. No llegó a hacerlo y las puertas siguen abiertas. “Si cuando Patricia se recupere por completo desea volver a establecer una relación conmigo –dice–, aquí estoy.”

 

 

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