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Por Cristian Vitale ![]() ![]() El destino y la perseverancia permitieron que no solamente lo conociera, sino que, además, aprendiera a tocar con él y terminara integrando el célebre Guitarcraft, escuela de violeros que dirige Fripp. Pero en el medio le pasaron otras cosas, muchas cosas. Por ejemplo, formar parte de Los Gauchos Alemanes impecable seleccionado internacional de músicos con quienes, entre 1994 y 1999, grabó cuatro discos. Y también, entre los ocho meses de luz que tiene entre gira y gira gauchesca, se las fue arreglando como para aportar sus sonidos a gente diversa dentro de la música popular: Liliana Herrero, Fernando Samalea, Hermeto Pascoal, Santos Luminosos, A Tirador Láser, Alejandro Franov, María Gabriela Epumer, entre otros. Las colaboraciones hablan por sí de una personalidad ecléctica. Como solista, grabó dos discos: Houses I, un trabajo que data de 1998 y que muestra su cara más intimista, pletórica de composiciones exóticas y excitantes. Y el flamante The Planet, que suena más lírico, menos caótico que el anterior. Siendo sus experiencias tan diversas ¿se animaría a autodefinirse musicalmente? Soy un músico no especulativo. No puedo tocar en el estilo de nadie, no encajo en ninguno. Si bien ciertas composiciones mías suenan medio tipo Fulano, medio tipo Mengano, no soy un guitarrista de género definido. Solamente flirteo con sonidos autóctonos, el lounge, el jazz, el folclore y algo más. Pero tengo en claro que los estilos funcionan como una barrera, te limitan y te impiden crear. Los estilos son parte del pasado y yo, lo que busco, es la ruptura. ¿Pero cuáles fueron las influencias que lo formaron a través del tiempo? Claro, el folclore sudamericano, el chamamé y la cumbia. De chico me sabía todos los temas de Los Wawancó y los cantaba. Pero sobre todo el rock: Kiss, Elton John, los hermanos Winter y, más que nada, la generación de Robert Fripp, Brian Eno, Roxy Music, Television, The Clash y David Bowie. Esa fue la época en que todo cambió. Es inevitable hablar de Los Gauchos Alemanes, un proyecto ambicioso que mixtura músicos de diferentes nacionalidades y que no parece tener patria estable para su arte. Aunque también tienen su lado negativo. No tenemos soporte económico de nadie y nos resulta muy difícil hacer giras. Es cierto que tenemos muchos discos editados, pero con eso no alcanza: nunca llegamos a cubrir los gastos y no tenemos una compañía solvente detrás. Incluso, las giras con Fripp también son muy austeras. Además, cada uno tiene sus actividades paralelas. Yo me estoy comprometiendo cada vez más con proyectos personales. ¿Cómo llegó a Fripp?, ¿cuál fue la primera impresión que le causó? La primera vez que lo vi fue todo un shock. Yo había escuchado sus guitarras y me habían parecido extraordinarias. No era más de lo mismo en ningún aspecto. Es una persona simple, particular y amable. Tanto que, la primera pregunta que me hizo fue: ¿Qué puedo hacer por vos?. ¿Cómo llegué a él?: simple, en un momento me replanteé mi vida y me pregunté: ¿Qué quiero hacer?. Conocer a Fripp, me contesté. Y ahí nomás, sin guita, me fui a Londres a buscarlo. Llegué a su oficina, le dejé una carta y a los cuatro días me respondió. Así empezó la cosa, trabajamos durante todo este tiempo hasta llegar a hoy. Lo primero que le pedí fue aprender a tocar la guitarra, a incursionar en las técnicas de cómo poner los dedos, cómo cambiar de afinación, cómo hacer arreglos y todo eso. Uno, desde aquí, relaciona a Fripp con otros músicos de la época como Peter Gabriel, y nota diferencias. Gabriel parece más mediático, más estrella, mientras que Fripp parece moverse en otro ámbito Sin duda, es un tipo muy austero. La primera vez que vi sus fotos, me dio la impresión de que era un tipo rígido, serio y de corbata. Pero todo el mito se vino abajo el día que lo conocí. Venía de la verdulería y estaba descargando un cajón de frutas en la puerta de la casa. ¿Qué piensa Fripp de la Argentina? Dice que Buenos Aires es la Capital musical del mundo. Siempre quiere venir, le gusta mucho el tango de arrabal, pero no tanto el de Piazzolla. De sus dos trabajos como solista ¿en qué se parecen y en qué se diferencian The Planet y Houses I? En realidad, ambos son compilaciones. Ninguno fue concebido como disco, son temas que yo voy grabando cuando tengo tiempo, y después trato de juntar en un CD. En realidad The Planet es más elaborado que el anterior. Es más, hay intervenciones como las de Hermeto Pascoal, Charly o Samalea, que le dan un toque diferente. De todas maneras, ambos son primitivos. ¿En qué sentido? En que no están hechos de una manera prolija. Son desprolijos y sin tanta corrección. Como si estuvieran hechos en vivo, con la diferencia de que los discos en vivo de la actualidad no lo son tanto, ya que los grupos graban las bases en vivo, pero después los arreglan en el estudio. Y esto me parece un gran error. Los músicos jóvenes creen que tienen que sonar igual en los ensayos que en los discos. La prolijidad absoluta es una mentira total. Lo más importante es el calor, la magia de los conciertos. Entre tantas participaciones suyas en discos de otros, hay una que es inevitable destacar, la de Padre Ritual de Fernando Samalea. Un trabajo que, lamentablemente, no se conoció demasiado. Tengo la sensación de que la gente está mirando hacia el lugar equivocado. Está muy prendida al show mediático. A veces parece que todos formamos parte de un Truman Show y nos perdemos de escuchar cosas más interesantes. Hay un fundamentalismo económico que no se ve y que censura todo aquello que no genere dinero. ¿Cree también que hay barreras ideológicas, en el sentido de que lo masivo siempre tiene que ver con posturas no comprometidas tanto en el aspecto social como en el político? De hecho, la imagen de la felicidad que se impone es la de los cubanos exiliados que bailan en Miami llenos de chicas a su alrededor. Me parece espantoso. Otro ejemplo es MTV. Recuerdo que siempre quería tener cable para ver ese canal... Esto va limando a los músicos de una forma fea. Los obligan a hacer trabajos aún a costa de sus gustos. El caso de Santiago Vázquez es muy ilustrativo. Salió revelación del año de Jazz y, sin embargo, no vendió sus discos. Pienso que en la Argentina el único grupo que congenia popularidad con independencia sigue siendo Los Redondos. ¿Qué otras sorpresas le deparó su vida profesional? Por ejemplo, tocar con Hermeto Pascoal. Yo sé muy poco de jazz, de arreglos y armonías. Lo mío es más intuición. Sin embargo, logré adaptarme sin mayores problemas a su música. Otra cosa intensa fue haber tocado dos años con Liliana Herrero. ¿Hacia dónde va su investigación sonora? No sé si llamarla investigación. Yo simplemente toco la guitarra y muevo las perillas. Por eso soy un músico no especulativo. Mi meta es tocar cada día mejor para expresar lo que se me ocurra con más ductilidad que antes. Es refinar mi condición de guitarrista. Nada más.
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