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OPINION
Ciudad de ángeles
Por Susana Viau

Abrazo y cadena de oración como si el ídolo estuviera moribundo. El organizador del acto místico se llama Angel pero este espíritu celeste lleva una camiseta con la inscripción “xeneixes” y una gestualidad propia de los patovicas. Angel, mensajero, del griego “anguello”, el que lleva. Y mientras los devotos elevan sus plegarias, aparece otro ángel cumpliendo la función de acarrear. Es un ángel dealer, de los caídos del cielo, que entra furtivo y encarnado, como Michael Landon, pero no en un camionero sino en un médico. El ángel dealer no es el único que logra perforar el aislamiento con el que bate el parche la dirección del Sacré Coeur. Entre gallos y medianoche entra un equipo completo del canal Fox de televisión, o sea Torneos y Competencias. Torneos se reubica y obtiene, a precio de oro y según dicen, con la intermediación del ángel de la guarda Guillermo Cóppola, una exclusiva que le lava la herida de las “primicias” de Crónica. Los dos jóvenes periodistas babosean a un Diego Maradona disneico, atontado por los sedantes. Quieren saber, con la candidez de los ángeles, si no lo agobian las intromisiones en su intimidad. La pregunta inocente es en realidad un dardo envenenado para la competencia. Quienes hacen el tonto de trasnoche para T y C creen que no se miran en el espejo de los intrusos y los entrometidos: buenos chicos, pagaron para entrar. No inquieren, acotan, dejan mentir, jurar. Y es lógico porque no están ahí para contrariar al paciente. Se reinicia para Maradona el juego fatal que lo ha puesto al borde de la muerte: el ex jugador hace lo que quiere. Con su realidad, con las normas de la clínica, con las disposiciones médicas. La Sacré Coeur parece la verbena de La Paloma. El cardiólogo y terapista Carlos Alvarez, su director, está que brama de indignación. Siente que lo han dejado con los pantalones bajos, a él, a sus partes, a su conferencia de prensa, porque él tampoco ha podido sustraerse a la llamada de los medios. Alfredo Cahe, médico de la farándula y de Maradona, no tiene empacho en desmentir a su amigo el cardiólogo Alvarez acerca de la visita del ángel dealer a la clínica. Vuelve la ronda catonga. Que si cocaína sí, que si cocaína no, que si fue en Buenos Aires o en la chacra de Cosentino. Cuando Crónica clavó la placa roja –esa misma que el jugador había elogiado tantas veces– con el anuncio guarango, “Maradona internado por sobredosis”, un pequeño drama comenzó a desarrollarse del otro lado del río. El entorno enmudeció, quienes lo asistían hablaron lo menos posible. El Cantegril fue una ciudadela. La segunda parte, la de los coscorrones, las vírgenes, los ángeles, los médicos presentadores, la del lado de acá, es un mamarracho.


El show de Diego debe continuar
UN DEALER PROFUGO, UNA NOTA GRABADA A ESCONDIDAS, UNA PROCESION DE FE

“Ojalá pudiera decirque ésta es la última”

 

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