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PANORAMA ECONÓMICO
El éxodo industrial
Por Julio Nudler


t.gif (862 bytes)  Si el tema de moda es el éxodo industrial a Brasil, una conversación con Bernardo Kosacoff, máximo especialista de la Cepal en cuestiones fabriles, ayuda a entender las razones de ese fenómeno y, también, hacia dónde va, además de situar al gran vecino (o vecino grande) en la dimensión que merece. Hay preguntas inevitables: ¿el Mercosur es un anzuelo para atraer industrias, o sólo sirve para regalarles el mercado argentino a plantas que se radican en Brasil? ¿Este es un juego de suma cero: lo que pierde la Argentina lo gana Brasil? Los siguientes puntos pueden servir para comprender algunos aspectos del caso.u El éxodo no es un fenómeno nuevo. Viene ocurriendo desde hace tiempo. Sólo que ante la recesión y el alto desempleo que sufre la Argentina, la emigración de empresas provoca un impacto mayor.u Desde hace más de veinte años (es decir, de Martínez de Hoz para acá) fue muy escasa la creación de empresas industriales, sobre todo en los sectores modernos y dinámicos (que son los de alto valor agregado, uso más intensivo del conocimiento y una mayor base científico-tecnológica). Mucho más fuerte fue la tasa de cierre o emigración de industrias. Las firmas industriales que permanecieron en pie son las asociadas a la producción de bienes de base primaria o de insumos.u El desembarco masivo de las transnacionales, casi siempre a través de la absorción de empresas locales preexistentes, buscó apropiarse de posiciones de mercado, sin que les interesara el desarrollo de capacidades productivas en el país. En la elección de las empresas a absorber privilegiaron las redes de comercialización y distribución, e incorporaron equipamientos de última generación para el ensamblaje de productos a partir de la importación de insumos y partes, y no a través de la generación de tramas productivas que desarrollasen redes de proveedores locales. Esas multinaciones no estaban fascinadas por las capacidades tecnoproductivas de las plantas que compraban, sino por sus marcas de primera línea y por su conocimiento de la idiosincrasia del consumidor argentino.u Todas las transnacionales tienen productos mundiales, pero ninguna de las 400 que operan aquí produce ninguno de éstos en la Argentina. Cuando sus filiales en el país se presentan en las licitaciones internas que realizan esas corporaciones, nunca aprueban el examen. Por varias razones, la Argentina no es vista hoy como un lugar adecuado para encarar un verdadero proceso productivo.u Al mismo tiempo, las multinacionales sienten que deben estar presentes en el Mercosur. Aunque la suma de sus ventas en la Argentina representa sólo el 0,7 por ciento de la suma de las ventas de sus matrices, sumándole Brasil la proporción salta más allá del 3 por ciento, permitiendo ganancias de escala y de especialización. Ese porcentaje es significativo, sobre todo pensando que a las transnacionales les basta, para operar en estos mercados, con los conocimientos que ya generaron. No tienen necesidad de descubrir nada nuevo o específico. u Así las cosas, el Mercosur enfrentó su mayor crisis un año atrás con la devaluación del real que, contra lo que suponían los economistas, no fue devorada por un rebrote inflacionario. Por tanto, en términos de precios, Brasil se volvió más competitivo. Pero también es más atractivo para las industrias porque tiene un mercado mucho más grande que el argentino (entre tres y cuatro veces) y porque en muchas áreas ostenta un desarrollo fabril más sofisticado. u Además de la devaluación del real, el Mercosur sufrió por primera vez la simultánea caída en recesión de sus dos socios mayores, siendo el nivel de actividad la variable que más impacta en el comercio mutuo.u Para cualquier empresa, estáticamente, hoy la localización en Brasil le asegura menores costos (en dólares), un entorno productivo más propicioy la inmediatez al mercado más grande de la región. Pero, dinámicamente, no es una situación que pueda mantenerse en el largo plazo.u El mercado argentino será pequeño, pero, aun así, es el segundo cliente para las exportaciones brasileñas, y el primero para las industriales. Esto le abre a la Argentina un gran espacio de negociación política y económica con su socio. Mirando el largo plazo, tampoco a Brasil le conviene que todas las industrias abandonen la Argentina para radicarse allí. Esto destruiría el interés argentino por mantener el Mercosur. Respecto de la industria automotriz, por ejemplo, es muy difícil prever un régimen sectorial que incluya una alta protección externa común si toda la producción termina radicada en Brasil. Por eso, a éste también le conviene que una parte proporcional de la industria esté situada en la Argentina.u Como el sistema de precios da una visión estática y de beneficios microeconómicos (empresarios), es necesaria una concertación entre los gobiernos y los industriales para evitar que las decisiones micro que hoy toman las compañías se vuelvan contraproducentes, incluso para ellas, en el largo plazo. u Un dato relevante es que en esta recesión simultánea de la Argentina y Brasil no hubo, a diferencia del pasado, ninguna reacción de las exportaciones hacia el resto del mundo que compensase la caída en la demanda interna. Ello fue así por la caída en los precios mundiales, pero también –y es lo más importante– porque ninguno de los dos países tiene una base productiva nueva ni sectores modernos con capacidad competitiva a nivel internacional, especialmente en los sectores de mayor valor agregado. Las exportaciones del Mercosur se volvieron más primarias. Antes de esta crisis, la Argentina sólo exportaba productos de mayor valor agregado a Brasil, y cuando éste dejó de comprar, esas exportaciones no pudieron reorientarse. Y a Brasil, aunque en medida algo menor, le pasó algo parecido. Tanto la Argentina como Brasil están concentrados en sectores no dinámicos. Es cierto que, con la devaluación, Brasil ganó competitividad, pero no mejoró su perfil productivo, y que la Argentina está aún peor porque tiene los dos problemas: baja competitividad y mal perfil. El Mercosur debería servir, por eso, para que las dos economías procuren aprovechar el proceso de integración para avanzar en sectores industriales más sofisticados, que son los que crean empleos mejor pagos.

 

 

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