Por Fabián Lebenglik
Durante el
tiempo de verano el Centro Cultural Recoleta organiza la exposición "Siglo XX
argentino-Arte y cultura", que ocupa la totalidad del Centro y se propone dar cuenta
simultáneamente de las prácticas artísticas y culturales más variadas articulando
artes visuales, fotografía, arquitectura, música, literatura, teatro y danza, con la
cotidianidad que aportan los mobiliarios y objetos de época, historietas, iconos de la
vida diaria, archivos sonoros, radiofonía, televisión y cine.La idea
de este acercamiento antropológico a la producción cultural nacional del siglo surgió
cuando Teresa Anchorena (ex directora del Centro Recoleta y actual secretaria de Cultura)
y Nora Hochbaum (directora del CCR) visitaron en Nueva York la muestra "1900-2000: el
siglo americano" organizada por el Whitney Museum durante la mayor parte de 1999 y
hasta febrero del 2000.
La exposición norteamericana, que se dividió en dos partes de cuatro
meses de duración cada una, ha buscado ilustrar el "espíritu de época" a
través de las artes, el diseño, la vida cotidiana y la tecnología en EE.UU. La del
Centro Recoleta es una versión local y módica de aquel despliegue del Whitney y su
acierto consiste en haber puesto en marcha y usar a pleno la experiencia y el patrimonio
de las instituciones culturales de la ciudad -además de áreas como Educación,
Planeamiento, Turismo y Medio Ambiente- en relación de colaboración simultánea
para generar el mejor de los eventos culturales del programa "Buenos Aires
2000", a través de una exposición pedagógica y entretenida.
La intención de la muestra es la de llegar al gran público y su
estructura es la de una vidriera, al modo de un paisaje visual y sonoro (que frente a los
ojos y los oídos toma las formas parciales de un cuadro, una escultura, una alfombra, una
pantalla con un video, un objeto -por ejemplo, un wincofón-, un pupitre
escolar, etc.) que salta de una cosa a otra, en una dinámica que por momentos se vuelve
confusa en su recorrido, porque fuerza ciertas yuxtaposiciones o pierde el equilibrio
entre la sucesividad de los períodos históricos y la simultaneidad de las producciones.
A diferencia de la muestra del Whitney, que eligió la tradicional
división en décadas, en la versión local se decidió estructurar el relato en
períodos, tarea que le fue encomendada al Instituto Histórico. Así surgió una
periodización que divide la muestra en siete capítulos contiguos. Los organizadores le
encomendaron a un grupo de escritores e investigadores que caracterizaran y titularan cada
sección: María Sánez Quesada, Marcos Aguinis, Francisco Korn y Silvia Sigal, Pacho
O'Donnell, Rodolfo Rabanal y Tomás Abraham (ver recuadro).
Para la exposición se produjo un cortometraje que, a modo de noticiero
político cultural, va trazando los hechos relevantes en ambos campos.
Si bien el recorrido establece la simultaneidad en la exhibición, cada
área fue curada por diferentes especialistas. En Artes plásticas: Ana Canakis, Raúl
Santana, Liliana Piñeiro y Nora Hochbaum. Fotografía: Raquel Bigio. Arquitectura:
Enrique García Espil, Alberto Petrina, Fabio Grementieri, José María Peña y Raúl
Converti. Música contemporánea: Francisco Kröpfl. Folklore: Blanca Révori. Tango:
Horacio Salas y Ricardo Ostuni. Rock: Alfredo Roso. Literatura: Héctor Yánover. Radio:
Carlos Ulanovsky y Marta Merkin. Teatro: Vivi Tellas y Jorge Moreno. Danza: Claudia
Cuadrado. Mobliario: Marta Clusellas. Diseño: Ricardo Blanco. Cine: Poirier Lalanne y
Ricardo Manetti. Historieta: Elenio Pico. Parques: Sonia Berjman.
La clave no está tanto en la selección particular de cada objeto,
sino en la interacción que producen para, entre todos, poner al visitante en situación
de acuerdo con determinado contexto. En este sentido todos los objetos tienen un valor
operativo y contextual similar, todos contribuyen a la composición del paisaje de época.
En lo que respecta específicamente a las artes plásticas, hay más de
300 artistas representados con una obra cada uno, lo cual resulta abrumador. Como el
interés no está puesto en el detalle de qué obra y qué artista se ha elegido
-el objetivo es siempre de conjunto en virtud de la ilustración de un período y
allí se pierde el detalle-, sino más bien que cada obra soluciona la
incorporación de tal o cual nombre, de tal o cual artista, no vale la pena que el
visitante se detenga en todas las obras, sino en unas pocas, de vez en cuando. El valor de
los cuadros y esculturas es funcionalmente escenográfico. No es una muestra de museo
aunque algunos aspectos de la organización sea museográfico y eso evita discutir
listados, tanto como cuestiones de piezas o artistas faltantes y sobrantes. Entre los
trabajos más minuciosos está el dedicado al relevamiento de las historietas y los
juguetes, donde se encuentran algunas perlitas. La muestra saca a la luz algunas obras que
resultaría difícil ver en otras circunstancias: tal es el caso del enorme óleo de
Berni, "Chacareros", de dos metros por tres, pintado en 1935, que pertenece a la
Legislatura porteña, que no lo presta fácilmente. Lo negaron, por ejemplo, en la última
retrospectiva de Berni en el Museo de Bellas Artes. También se pueden ver algunos
originales de Thays, donde se ven los proyectos paisajísticos que caracterizan a Buenos
Aires. Otra curiosidad, entre muchas, es el original de la cabeza de metal plagada de
clavos que el gran afichista y diseñador francés Mauzán produjo en 1930 en la Argentina
para la campaña publicitaria del analgésico Geniol. (Centro Cultural Recoleta, Junín
1930, entrada gratuita, hasta el 12 de marzo.)
Tres retratos de época
Por F.L.
Tres textos se destacan:
el de Pacho O'Donnell, porque suena a reivindicación de converso; el de Rodolfo Rabanal,
porque es el mejor escrito, y el de Tomás Abraham, el más provocativo. O'Donnell
(1945-55) escribe: "También es de resaltar que Perón había manifestado al recibir
el título de Doctor Honoris Causa por las universidades argentinas, en 1947: 'La cultura
constituye un todo indivisible... Las manifestaciones de la vida colectiva nunca tienen un
sentido aislado. Por el contrario, todas las actividades se coordinan y entrelazan entre
sí', y con este criterio fue encarado el suplemento cultural de La Prensa durante
el período en el que el diario estuvo a cargo de la Confederación General del
Trabajo...".
Rabanal (1955-73) escribe: "Cuando Perón se fue al exilio, yo
acababa de cumplir quince años; cuando volvió para morirse, yo acababa de cumplir
treinta y tres. Entre la "edad del pavo" y la edad de la razón corren -o
se precipitan- los dieciocho vertiginosos años que abrazan, prácticamente, mi
juventud entera. Son los tres lustros y tres años de las utopías y del desencanto, es el
largo y veloz período que ha sido centrado históricamente por el símbolo dorado de la
década del sesenta, algo así como la era destinada a registrar la culminación de las
grandes ideas del siglo, falsas muchas de ellas, o inconsistentes..."
Tomás Abraham, (73-83): "... decir que los argentinos hemos
aprendido a convivir con nuestras diferencias es ocultar el estado de pequeñez y pobreza
de nuestro país. Es ignorar, además, las nuevas formas de extorsión del
psicocapitalismo global, y la endeblez de nuestro Estado. Y es ignorar las nuevas formas
de explotación social y violencia criminal en nuestra sociedad". |
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