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En medio del período de gracia, Fernando & Tony hablaron de money

En Davos, Blair no fastidió a De la Rúa, y éste no incomodó a Blair. Por eso Malvinas quedó lejos del centro de la discusión.


Por Martín Granovsky
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Tony Blair no es el nombre de un profesional porteño, ni el de un chacarero de Córdoba, ni el de un empleado rosarino, y tampoco el de un gobernador peronista. Pero, como ellos, ayer pareció respetar el período de gracia que aún forma el contorno diario de Fernando de la Rúa. El prémier británico y el Presidente argentino se encontraron en Davos sin que el primero incomodara al segundo, por ejemplo, con antipáticas presiones para un acuerdo global de pesca alrededor de Malvinas.

   "Por cierto, le actualicé el reclamo sobre Malvinas, aunque esto no debe impedir la cooperación existente entre los dos países", informó el propio De la Rúa luego de la entrevista.

  Agregó que "Blair dijo que comprendía la cuestión y manifestó que debía proseguirse, de todas maneras, la relación en todos los campos bilaterales".

  O sea:

  * La cuestión de la islas ocupó un pequeño tramo de los veintipico de minutos que duró la entrevista.

  * De la Rúa no fue hostil al mencionar la pretensión argentina. No insistió en la promesa electoral de la Alianza de revisar los contratos petroleros cuando llegara al poder.

  * Y Blair tampoco fue belicoso.

  Lo mismo había ocurrido en París el año pasado, cuando Blair y De la Rúa, entonces presidente electo, se vieron como dos socialistas en el marco del congreso de la Internacional. Como ayer, hablaron de educación, de Tercera Vía, de comercio y subsidios. De la Rúa tocó las "cuestiones pendientes" alrededor de las Malvinas pero evitó deslizar la palabra "soberanía" y Blair rescató la estrategia del Foreign Office de avanzar paso a paso, es decir a medida que Londres se va poniendo nuevos objetivos.

  --¿Qué quieren?  --preguntó en París De la Rúa a los periodistas--, ¿que diga no voy a hacer lo mismo que Menem? Voy a dialogar, pero no será igual que él. Cada uno tendrá su estilo.

  Si el estilo será el de París y Davos, está claro que el Presidente tratará de combinar varios planos de relación distintos.

  Al más alto nivel, buscará no ser demasiado específico.

  A la vez, siempre marcará el reclamo argentino.

  Quizás deje que el segundo nivel, el de Adalberto Rodríguez Giavarini y Robin Cook, o el tercero, el de Peter Westmacott y la representante especial para el tema, Susana Ruiz Cerrutti, hilvanen acuerdos y desacuerdos.

  Y es seguro, también, que desandará el camino de acercamiento estrecho

a los isleños sin cortar relaciones con ellos.

  Por lo que mostraron hasta ahora De la Rúa y Rodríguez Giavarini, tendrán cuidado de no sobreactuar ni prometer soluciones rápidas para la disputa de soberanía mientras preservan una relación política excelente desde que, a principios de la Era Menem, Lucio García del Solar negoció la normalización diplomática y Mario Cámpora edificó el tejido de relaciones en Londres.

  Claro que no es la Argentina la que llevará la iniciativa de la discusión sobre Malvinas. Por su vulnerabilidad como país, la Argentina será por un bueno tiempo más defensiva que ofensiva. Desde este punto de vista, quizás le convenga quitar a las islas del centro de la negociación diplomática, aunque no de los gestos públicos, porque de ese modo perderá menos. Pero Londres puede no respetar la conveniencia argentina si ese interés en algún momento choca con el suyo.

  Ayer, al menos, no hubo choques. Los dos jefes conversaron sobre comercio, un terreno que sigue siendo favorable al Reino Unido: en el '98 la Argentina importó productos por 300 millones y exportó por 273 millones.

 

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