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�EL REY DE LAS MASCARAS�, DE WU TIANMING
Un melodrama chino


Wang, un maestro del arte callejero en busca de un discípulo.
El cine de Chaplin y Capra se intuye como una sombra en el film.
 


Por Luciano Monteagudo


t.gif (862 bytes) A mediados de los años 80, el director Wu Tianming �por entonces a cargo de uno de los principales estudios de Pekín� se convirtió en el principal impulsor de la llamada �Quinta Generación� del cine chino, que tuvo como principales exponentes a Zhang Yimou y Chen Kaige, convertidos en la sensación del circuito de festivales internacionales. En aquel momento, films como Sorgo rojo, Ju Dou y Tierra amarilla no sólo revelaban una explosión de talentos individuales en una cinematografía regida hasta entonces por un espíritu colectivo; también daban cuenta �de una manera muchas veces metafórica� de los profundos cambios que estaba atravesando la sociedad china. Quiso el azar que Wu Tianming (realizador él mismo de un film muy celebrado por aquellos años, El viejo pozo) se encontrara de gira en los Estados Unidos durante la masacre de la plaza Tiananmen, en 1989. La apertura parecía haber encontrado sus propios límites y Tianming se quedó en los Estados Unidos por cinco años, más precisamente en la ciudad de Los Angeles, donde �a la manera de Quentin Tarantino� se ganó la vida atendiendo un videoclub, del que se vio casi todas los clásicos de Hollywood en existencia. Cuando las aguas se calmaron en China, Tianming volvió a su país y pudo dirigir este Rey de las máscaras, un melodrama a la vieja usanza, que tiene todos los rasgos exteriores del cine chino difundido en Occidente �gran cuidado visual, magnífico uso del color� y un pa-thos que parece provenir del costado más sentimental de Chaplin o Frank Capra, por caso El pibe o Milagro por un día. Pero, como decía Henri Michaux (en Un bárbaro en Asia) �entiendan bien que el chino es el ser más sensible que puede darse. Conserva su corazón de niño. Hace 4000 años que conserva su corazón de niño. ¿Es bueno el niño? No especialmente. Es impresionable. Al chino, una hoja que tiembla, le trastorna el corazón�. Algo de esta definición le cabe a El rey de las máscaras, un film que a pesar de buscar declaradamente la sensibilidad del espectador no deja de ser una película digna, honesta, sincera. Toda la historia �ambientada en los años 30� gira alrededor de la figura de un viejo artista callejero, portador de una tradición milenaria, un secreto que sólo se ha transmitido de generación en generación dentro de su propia familia: el cambio mágico de coloridas máscaras de seda, una tras otra, en fracción de segundos, en las narices del público. Esta tradición, sin embargo, está a punto de perderse, porque el viejo Wang no tiene descendencia. Es así como decide comprar por unas monedas lo que él cree que es un niño y al que piensa adoptar como nieto y heredero de su arte. Pero sucede que el niño es en realidad una niña. Y las mujeres �entre muchas otras cosas� no tenían permitido instruirse en los misterios del arte, como lo prueba el hecho de que las divas de la ópera china (y de esto también hay una muestra en El rey de las máscaras) eran en realidad hombres. A partir de allí, hay un camino previsible en el destino de Wang y la niña, pero no exento de múltiples obstáculos y peripecias, todos atinentes a este melodrama simple, que no abusa de su exotismo y que siempreprefiere correr el riesgo de parecer antiguo antes que dejarse tentar por una modernidad que hubiera sido completamente ajena a su tema.

 

 

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